sábado, 6 de enero de 2007

V. Sardis (1a. parte)

Capítulo V
S A R D I S
(1a. parte)

SINOPSIS DE SARDIS

Los escapados del cautiverio de la gran ramera
Comienza la restauración de la casa de Dios - El renacimiento y el invento de la imprenta por Juan Gutemberg.

Martín Lutero y la Reforma protestante
El comercio de indulgencias - Las 95 tesis de Lutero - El enfrentamiento con el papado romano - León X y Carlos V - La Dieta de Worms - Felipe Melanchton.

Nacimiento de las "iglesias nacionales"
En Alemania con Martín Lutero - En Suiza con Ulrico Zwinglio y Juan Calvino - En Francia con Jacobo Lefèvre d’Etaples - En Escocia con Juan Knox - En Inglaterra con Enrique VIII - La paz de Wesfalia.

El florecimiento del protestantismo
De las "iglesias nacionales" se desprenden las grandes denominaciones: Anabaptistas - Menonitas - Puritanos - Bautistas - Cuáqueros - Presbiterianos - Metodistas - Primeros pasos hacia el ecumenismo final.

Los vencedores de Sardis
Quinta recompensa: Serán vestidos de vestiduras blancas. Su nombre no será borrado del libro de la vida ante el tribunal de Cristo en Su venida; al contrario, el Señor confesará sus nombres delante del Padre celestial y de Sus ángeles.

LA CARTA A SARDIS
"1Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. 2Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. 3Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. 4Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. 5El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. 6El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias" (Ap. 3:1-6).

Los escapados de Tiatira
La localidad de Sardis había sido la capital de Lidia, en Asia Menor. Lidia fue una nación rica en oro, pero por esa misma riqueza le sobrevino la perdición, pues fue presa de la codicia de los gobernantes poderosos. Creso, su último rey, fue llevado cautivo por Ciro, el rey persa, en 546 a. C. En los tiempos del apóstol Juan, Lidia, incluida su capital Sardis, hacía parte de la provincia romana de Asia. Hoy de esa ciudad sólo quedan ruinas. La iglesia en esa localidad tipifica el quinto período profético de la historia de la Iglesia de Jesucristo durante su peregrinación terrenal, el cual históricamente comienza desde el inicio de la Reforma, 31 de octubre de 1517 cuando Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta del templo de Wittenberg, hasta la eventual venida del Señor.
El nombre de Sardis significa los escapados, aquellos que salieron, el remanente, lo restante y también restauración. ¿Tiene esto alguna relación con este período? En gran manera. Desde el primer período, Efeso, la Iglesia había venido cayendo, desmejorando. En la era apostólica empieza a perder el primer amor y surge la carcoma de los nicolaítas, luego se une en matrimonio con el Estado y la religión babilónica y el resultado es un sistema medieval absolutista, despótico, cruel y corrupto al que la Biblia llama la profetisa Jezabel, que se confunde con el catolicismo romano, y que hemos analizado en Tiatira; pero en todos los períodos ha habido vencedores, santos valientes que el Señor ha fortalecido y guardado, y en Tiatira hemos visto algunos de los santos que se opusieron a la ramera y prepararon el camino para que otra generación de vencedores pudiera escapar de ese nefando sistema, y por medio de ellos, el Señor empezó a restaurar las cosas que se habían perdido y es el comienzo de lo que históricamente se conoce como la Reforma, en parte política y en parte religiosa, pues la iglesia apóstata se había convertido en una mezcla de ambas cosas. En efecto, del seno del catolicismo surgió un remanente, los protestantes. Salieron de ese sistema religioso tiránico y corrupto, como un comienzo de la obediencia al llamado de Dios de Apocalipsis 18:4. Los escapados estaban convencidos de que el sistema católico romano del cual salían se había convertido en herético, por cuanto habían puesto como autoridad de la iglesia, al papa y a los concilios por encima de la autoridad normativa de la Palabra de Dios, y se habían apartado de sus principios, invalidando las Escrituras con doctrinas de invención humana. Pero el fenómeno fue que en la práctica sucedió lo contrario, pues el papado mandó a la hoguera a millones de protestantes, acusándolos de herejes.
Como lo explicamos en el capítulo anterior, a partir de Tiatira ocurre un fenómeno importante que merece reconocimiento, y es que Tiatira no deja de existir hasta la venida del Señor, y Sardis sale de Tiatira, sucediéndole sin que necesariamente la reemplace ni la sustituya. Téngase en cuenta que en la carta a Tiatira se menciona la gran tribulación y tácitamente la venida del Señor. Cuando se cumplieron los 70 años del cautiverio babilónico de los hebreos, el Señor no trajo de nuevo a la Tierra Santa a todo el pueblo, sino sólo a un remanente fiel para que realizara los trabajos de recuperación y reconstrucción del templo, de Jerusalén y de la nación, pues todo había quedado en ruinas.
En los tiempos del profeta Zacarías y Hageo, por un edicto del rey Ciro de Persia, regresó a la tierra de Judá un remanente, algunos dicen que de unas cuatro mil personas, de los que habían sido llevados en cautiverio a Babilonia. Para que dirigieran el regreso, Dios había escogido a Zorobabel hijo de Salatiel, el gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, el sumo sacerdote, para que comenzaran a reedificar la casa de Dios y la ciudad. ¿Qué significa que haya escogido esos dos varones simbólicos? El uno, Zorobabel representaba la autoridad de Dios, pues era quien llevaba la simiente de David y era el heredero del trono, y Josué venía de la línea del sacerdocio aarónico; de manera que eran los dos olivos que puso Dios a cada lado del candelero, para la restauración de todo en la casa de Dios.
Pero para que eso ocurriera fue necesario que el Señor despertara los espíritus tanto de los líderes como del resto del remanente, para que se dispusieran en los trabajos de la restauración de la casa del Señor. Sin la obra del Espíritu Santo en nuestros espíritus no puede realizarse nada. Ellos comenzaron los trabajos de reedificación y fueron puestos los fundamentos del Templo, pero la obra se vio demorada debido al hostigamiento y maquinaciones de los vecinos y samaritanos hostiles, enemigos de que se restaurara la casa del Señor y hubiese un avivamiento en el pueblo de Dios. Cuando en Jerusalén empezaron esos trabajos de restauración y reconstrucción en tiempos de Esdras y Nehemías, hubo mucha oposición por parte de los enemigos del pueblo de Dios, pero Dios reaccionó, los fortaleció, los animó y con Su poder, respaldo y la valentía que les infundió, aquella restitución de las cosas perdidas siguió adelante en esa generación. Eso tipifica lo que ocurre con la Iglesia a finales de la Edad Media. Después que el papado romano había retenido cautiva a la Iglesia, llega el momento que un remanente, una minoría de creyentes, se escapa de la nueva Babilonia.
Además de los pre-reformadores mencionados, el Señor permitió que a fines de la Edad Media sucedieran en la historia ciertos hechos, circunstancias y cambios notables en la sociedad, que en su momento también constituyeron fuerzas para el surgimiento y desarrollo de la Reforma protestante, como el Renacimiento. El Renacimiento con sus tendencias paganizadoras y su humanismo descristianizante, en contraste con el escolasticismo del medioevo, surge como un movimiento más secular o temporal que religioso, en el cual consagrados eruditos se inclinaron por el culto a la antigüedad grecolatina, al estudio e imitación de los autores clásicos, y al cultivo del arte, el estudio del griego, el latín y otras disciplinas de tipo investigativo y que incentivaron los orígenes de la ciencia moderna. El Renacimiento se desarrolla aproximadamente en el lapso comprendido entre los años 1450 al 1570, tiempo en el cual es inventada la imprenta por el orfebre alemán Juan Gutenberg, en 1455, y cuyo primer libro impreso, para la gloria de Dios, fue la Biblia, dejando así de ser las Sagradas Escrituras monopolio de unos pocos privilegiados, para venir a ser, traducida a las lenguas vernáculas europeas, de uso común, por lo que todo ello iba incentivando el fuego de la Reforma, pues la gente, al leer el Nuevo Testamento y los escritos de los reformadores, pudo entender lo distante que estaba el papado romano de las enseñanzas de la Palabra de Dios. Vemos aquí que una de las primeras cosas restauradas por Dios en Sardis fue el volver a la lectura, al conocimiento y práctica de la Palabra de Dios. Recuérdese que el Señor se le presenta a la iglesia en Pérgamo como "el que tiene la espada aguda de dos filos", la cual usa para cortar esa espuria unión de su Iglesia con el mundo.
En el período de Tiatira la Iglesia se había institucionalizado tanto, que había olvidado el evangelio, y al dejar el evangelio de Jesucristo, se había olvidado del método de Dios para Su Iglesia, había descuidado su única organización corporativa, su única forma de vida, la vida del Cuerpo, su única Cabeza, su única forma de gobierno para la iglesia en cada localidad; se había olvidado de los medios evangélicos para predicar, educar y cultivar en las almas el conocimiento del depósito dejado por el Señor. La institucionalizada iglesia apóstata de Tiatira se identifica con la noche de los tiempos, en la cual hasta la Biblia dejó de ser de circulación autorizada, por orden del autodenominado "siervo de los siervos del Señor".

Comienza la restauración de la casa de Dios
"1Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto".
La iglesia de Sardis guarda alguna similitud con la de Efeso. Obsérvese que en ambas el Señor se presenta como el que tiene las siete estrellas. En Efeso para cuidar la iglesia y llenarla de Su gracia; en Sardis para traer a la iglesia Su luz y ella vuelva a brillar intensamente, a iluminar en la oscuridad y no se pierda lo que está a punto de morir. Es el mismo inmutable Señor que, habiéndole hablado a una iglesia que por haber perdido el primer amor no hacía las primeras obras, ahora la encuentra con el nombre de que vive, pero que está muerta, como una consecuencia de un deterioro. Los siete Espíritus de Dios sirven a Sardis para que tenga vida intensa. Si en Efeso empieza el deterioro en la Iglesia, en Sardis empiezan las bases de la recuperación de lo que prácticamente ya estaba en ruinas. En términos generales todo estaba prácticamente cubierto por un negro manto de oscuridad, y viene el Señor y se anuncia como el que tiene las siete estrellas para iluminar a la Iglesia y mostrarles el camino de un avivamiento. Pero también se presenta como el que tiene los siete Espíritus de Dios, significando la totalidad de la poderosa, oportuna e importante intervención del Espíritu Santo, para darle vida a lo muerto, para iluminar a la gente en el entendimiento de la Palabra de Dios y su debida y valerosa fidelidad a la voluntad del Señor en esos tiempos decisivos, frente a una poderosa e institucionalizada oposición satánica. El Espíritu de Dios siete veces intensificado, dando vida a la Iglesia, "porque la letra mata, mas el espíritu vivifica" (2 Co. 3:6b).
¿Qué significa que Sardis tenga nombre de que vive, pero que está muerto? La respuesta la daremos en el desarrollo y comentario de los acontecimientos históricos en torno al protestantismo reformado. El período profético de Sardis representa la iglesia protestante, cuya característica principal es que tiene nombre de que vive, pero que está muerta, y al estar muerta, necesita vida espiritual, la vida de los siete Espíritus vivientes de Dios y las resplandecientes estrellas, en el número de la plenitud. Sardis tiene nombre de que vive y está muerta debido a que la Reforma fue más de forma que de fondo, de nombre que de vida, pues la verdadera reforma sólo viene de la unión con el Salvador y la búsqueda de Su gloria. En la Reforma se mezclaron intereses que no necesariamente eran los del Señor. La Reforma fue más objetiva que subjetiva.
En el protestantismo no hay unidad porque sus distintas divisiones no tienen debidamente definida una clara doctrina eclesiológica, y constituye una gran verdad que para muchos líderes y predicadores protestantes se les hace confuso entender con la necesaria nitidez el concepto bíblico de iglesia y cómo se identifica la Iglesia objetivamente. El catolicismo romano se ufana de su impresionante estructura, pero el protestantismo hace otro tanto aun en medio de la proliferación de disímiles denominaciones, a veces estructural, gubernativo y hasta doctrinalmente tan diferentes, que uno se pregunta qué parte de la Biblia particularmente han preferido destacar en detrimento del resto de las Escrituras, fomentando cada día más el caos y el desacuerdo.
Pudiéramos pensar que el catolicismo romano degeneró hasta llegar a ser un remedo caricaturesco de la Iglesia del Señor, y tanto el sistema católico romano, como los sistemas ortodoxos orientales, la iglesia cristiana copta de Egipto y otros, representan algo menos que la Iglesia del Señor. Pero, como lo veremos más adelante, el protestantismo fabricó sus pequeños reinos "papales" adoptando nombres propios diferentes del nombre del Señor, sistemitas todos que son menos que la Iglesia del Señor. El catolicismo romano, no obstante su pretendida unidad, destruyó la comunidad cristiana, pero el protestantismo no ha hecho nada para recobrarla; porque se puede predicar que te salvas por la gracia de Dios y no por tus méritos personales, pero se te puede prohibir tener comunión y aun que partas el pan con tus hermanos por el hecho de no pertenecer a tu misma bandera doctrinal y nominal. Cuando no hay unidad en el cuerpo no puede haber manifestación de vida, de ahí que el Señor se presente como el que tiene los siete Espíritus de Dios, para que se puedan hacer las obras de la vida. Aun con el surgimiento de movimientos pentecostales y carismáticos la situación en Sardis es la misma.
De las cosas que se fueron restaurando en Sardis, o por lo menos se inició su restauración, tenemos la normatividad y autoridad de la Biblia, la justificación por la fe, el sacerdocio de todos los santos y el sometimiento a la autoridad del Señor por encima de toda otra autoridad, de lo contrario no podía darse restauración alguna. Sardis representa la iglesia protestante; en Sardis se inicia la Reforma pero no se completa. Incluso cosas que se restauraron, como el sacerdocio de todos los santos, volvieron a echar atrás en el desarrollo del protestantismo; la Biblia había sido el libro sellado durante mil años, y los reformadores la volvieron al pueblo, pero sin infundirles el amor por su lectura; de ahí que el cristiano protestante la tiene pero no la lee. Una cosa es tener la Palabra de Dios en la mano y aun leerla para discutir, y una diferente es tenerla en el corazón, vivirla o aplicarla a la vida. El protestantismo insistió en la justificación por la fe, pero en la práctica negando su eficacia, de tal manera que muchos careciendo de la fe, están imposibilitados de hacer buenas obras. Tengamos en cuenta que de acuerdo con el espíritu de la época, el movimiento protestante al iniciarse tendía más a sacudirse del yugo político que a la obra regeneradora de Dios. A los ojos de Dios, la Reforma fue pues considerada muerta.
Nadie pone en tela de juicio que Lutero era un hombre de Dios, guiado bajo la magnífica revelación de Dios para hacer la voluntad de Dios para la restauración de Su Iglesia, en Su reacción ante Tiatira. La intención de Lutero fue la reforma de la única Iglesia de Cristo y se afirma que nunca hubiese permitido la creación de iglesias luteranas, pero desde los albores de la Reforma se vislumbró las diferencias de criterios de los reformadores, diferencias que generaron distintas perspectivas protestantes: luteranos, calvinistas, zwinglianos, anglicanos, por no mencionar sino a los exponentes más prominentes; y los esfuerzos por reconciliar esas facciones, a lo más produjeron coyunturales "iglesias" nacionales, por mucho que no hayan querido fomentar cismas y divisiones.
Esas iglesias nacionales a menudo asumían diferentes características y conformaciones: Luterana en Alemania, presbiteriana en Escocia, episcopal en Inglaterra, mixtas en otros países. A lo anterior contribuyó mucho el hecho de que los gobernantes europeos aprovecharon coyunturalmente la Reforma religiosa para sacudirse de la opresión y yugo del poder romano papista, de tal forma que, además de la fuerza de Dios, operó la del hombre; de manera que fue una reforma política a la vez que religiosa, pues el sistema católico se había convertido en un poder político religioso. Martín Lutero fue el siervo usado por Dios, infundido de tal fe que, animado por el Espíritu Santo, aun viéndose solo, se mantuvo fiel a Dios y firme contra todo ese poderío de la curia romana de su tiempo.
En el capítulo anterior vimos cómo la fe, la actividad y el testimonio de los pre-reformadores como los valdenses, los husitas, los lolardos, fueron decisivos para la Reforma y la formación de lo que llamamos el protestantismo. También contribuyeron a la traducción, impresión y divulgación de la Biblia, la teología misma de Agustín ya enfocada bajo un lente más escrituraria, el humanismo renacentista, el nacionalismo que veía no muy bien que poderes extranjeros estuviesen manejando los asuntos eclesiásticos y el escape de dineros a Roma, y sin lugar a dudas el surgimiento en la sociedad de un nuevo elemento, la burguesía, o clase media. El protestantismo surge casi simultáneamente en varios países europeos; de sus principales adalides haremos un apretujado perfil, siendo Lutero indiscutiblemente la figura prominente.

Lutero y la Reforma
Martín Lutero (Luther) (1483-1546). Nació este alemán en Eisleben (Turingia) el 10 de noviembre de 1483, en laborioso hogar del sector rural envuelto en esa atmósfera religiosa común a la época; su padre llegó a ser un holgado minero que se interesó en la educación de Martín, con el deseo de que llegara a ser un brillante jurisconsulto. De acuerdo con el espíritu de la época, el joven Martín fue educado en el temor de Dios, en la creencia de la existencia del cielo, del infierno, de los santos, de los ángeles y demonios. Creció con aquel infundado terror a Cristo como juez, lo cual creía atenuar creyendo en la eficaz intercesión de la virgen María y los santos. Adelantó su educación primaria en Mansfield y Watterburgo, y luego pasó a la escuela superior de San Jorge, en Eisenach. En abril de 1501 inició estudios de letras en la Universidad de Erfurt: retórica, dialéctica y lógica, viendo también física y astronomía, clásicos latinos (Cicerón, Tito Livio, Virgilio). Brillante estudiante, en 1502 recibe el grado de bachiller de Artes Libres, y en 1505 el de maestro en Artes Libres, habiendo cursado otras materias, pero haciendo énfasis en las enseñanzas filosóficas de Aristóteles (metafísica, ética, política, economía).
Su padre estaba esperanzado en que continuara estudiando jurisprudencia, pero ocurrió en su vida un giro inesperado. Cierto día regresaba de su casa a la Universidad de Erfurt, y habiendo anochecido, le sorprendió una pavorosa tormenta y un rayo mató a un compañero, por lo que lleno de temor cayó en tierra y gritó a Santa Ana, la patrona de los mineros: "Ayúdame y te prometo hacerme monje", y sin consultar a sus padres ingresó a la orden de los agustinos eremitas en Erfurt. En 1507 es ordenado sacerdote; estudia teología, y 1508 pasó a la Universidad de Wittenberg, en el electorado de Sajonia, para enseñar ética aristotélica, por invitación de Juan Staupitz, general de los agustinos, quien también le anima a prepararse para el doctorado. Indiscutiblemente Lutero fue influido por la línea escolástica de Occam.
En Lutero se da un escalonamiento de sucesos concatenados entre sí. Téngase en cuenta que no era su intención hacerse monje, pero la experiencia de la tormenta que lo llena de temor de morirse e irse al infierno, le hace hacer un voto a la "patrona" de su padre, e ingresa al monasterio, pero ese paso transcendental con sus implícitas y posteriores rígidas normas de vida no satisfizo sus temores, y vemos la mano del Señor guiándolo, permitiéndole esas luchas vivenciales; vivía una permanente lucha interior, pues la vida monástica no le proporcionó la seguridad de salvación que tanto anhelaba, y procuraba por todos los medios infundidos en la época hacerse adepto a Dios y merecer la salvación, por lo que continuaron con mayor rigorismo sus interrogantes relativos a su propia salvación.
Conforme las enseñanzas doctrinales de su época, Lutero se cuestionaba, ¿Cómo puedo yo, miserable pecador, ser justificado ante un Dios santo? ¿Cómo puedo yo obtener mérito suficiente para alcanzar el cielo? De acuerdo con esas doctrinas de tipo teológico de la época, también se preguntaba, ¿será cierto que me pueden servir las penitencias, la mortificación de la carne, las indulgencias y la práctica de los sacramentos? Al no obtener respuesta satisfactoria, ¿qué sigue después? Estando en ese medio monacal y universitario relacionado con la teología, tiene la oportunidad de estudiar las Sagradas Escrituras y de llegar al entendimiento del evangelio, y por ese entendimiento de la Palabra de Dios llegó al convencimiento de que el justo vive por la fe y no por las obras, así se llamen indulgencias, mortificación de la carne, peregrinaciones, el recurrir a los sacramentos como medios de gracia, conocimiento y entendimiento al que llegó particularmente por medio del estudio de la epístola de Pablo a los Romanos.
En 1510 viaja a Roma por asuntos de su orden religiosa, pero después de haber presenciado el ambiente de corrupción moral y la indiferencia espiritual en que estaba inmersa la corte papal aumentó su angustia y aflicción. En 1511, de nuevo en Wittenberg reanudó sus estudios para el doctorado: Obras de Occam, d’Ailly, Gabriel Biel, Agustín, Bernardo de Claraval, Tomás de Aquino, Gersón. En 1512 es nombrado supervisor de los agustinos en Wittenberg y recibe su doctorado en Teología, iniciándose como profesor de Sagradas Escrituras. Aceptó impresionado y aún con sus reservas la doctrina de la predestinación, pues hasta cierto tiempo de su vida tenía sus conflictos con el Señor. Había aprendido que si el hombre voluntariamente cooperaba con la gracia, podía llegar a merecer el cielo; cooperación que enfatizaba el frecuentar los sacramentos y demás artificios mediadores de gracia. Las luchas de este monje agustino eran interminables, y ni las mejores obras ayudadas por medios de gracia, ni el estudio de esos grandes teólogos, ni su vida monacal y todos esos recursos, no hacían sino hundirlo más en la desesperación, pues continuamente sentía que sus pecados lo alejaban cada vez más de un Dios tres veces santo. Más tarde escribiría: "Tratar de mantenerse en pie con las propias fuerzas es el error en el cual también yo estuve". Pero en su condición de profesor de Sagradas Escrituras, a partir de 1513 tiene la oportunidad de desarrollar una serie de cursos bíblicos sobre los Salmos, la epístola a los Romanos, a los Gálatas y Hebreos, y "descubre" la justificación por la fe (cfr. Romanos 1:17), y que el hombre se salva por la libre gracia de Dios, sin que medie ningún mérito por la parte humana. Así comienza a alejarse de la teología escolástica. En Lutero, pues, han venido dándose tres aspectos en ese crucial proceso: la vivencia y búsqueda religiosa, la formación científica y la experiencia de fe. Desde niño le habían enseñado a ver en Cristo al juez, pero llegó el tiempo de ver en la cruz a Dios reconciliando al mundo consigo mismo por la obra de Su Hijo. Una vez que Lutero tuvo la suficiente luz escrituraria en relación con la salvación, empezó a compartirlo en sus enseñanzas y a manifestarse en los círculos universitarios en contra de la oscura doctrina en torno a las indulgencias, y fue recibiendo la solidaridad de sus colegas.
Pero lo que llevó a Lutero al conflicto con Roma fue de índole de autoridad más que de doctrina. Era tanta la arrogancia pontifical, que de momento el Vaticano no miraba sino a un hereje que ponía en tela de juicio su autoridad, pues, como ya antes lo habían declarado varios teólogos de la talla de Guillermo de Occam y Gabriel Biel (1420-1495), Lutero afirmó la autoridad de las Escrituras por encima de la autoridad de la iglesia, del papa y de los concilios eclesiales. Lutero comprendió que las Escrituras tienen una perspectiva cristocéntrica, y como tal son las que normatizan el camino verdadero de la salvación, y todo lo que se salga de sus cauces y no esté de acuerdo con la Biblia, no tiene validez. La canonicidad de las Escrituras no depende de la aprobación de la Iglesia, porque la Iglesia está fundamentada sobre las Escrituras y no las Escrituras sobre la Iglesia. La autoridad de las Escrituras se fundamenta en que Dios es Su autor, y sólo por eso. No se le puede negar la perspicuidad a las Escrituras; es decir, que pueden ser entendidas por cualquier santo que se interese en conocerlas, y para ello el Señor proporciona la ayuda pedagógica de la unción del Espíritu Santo. Es interesante saber que los pasajes claros de la Biblia pueden aclarar los oscuros y aparentemente difíciles. La Escritura no necesita la interpretación y magisterio oficial de la Iglesia, pues eso implica colocar a la Iglesia por encima de las Escrituras (cfr. Efesios 2:20; Romanos 1:17; Juan 2:20,27).

Las indulgencias para San Pedro
No obstante los vientos de reforma y de independencia que se venía respirando en Europa en los tiempos en que Lutero enseñaba en la Universidad de Wittenberg, aún se dejaba sentir la intolerancia y el absolutismo, y es cuando surge en Roma la necesidad de ingentes sumas de dinero para terminar la construcción de la catedral de San Pedro. ¿Qué mejor que recolectarlo vendiendo indulgencias por toda Europa? Ya hemos comentado que la Biblia fue por mucho tiempo un libro de prohibida circulación y lectura, y la gente, al desconocer las Sagradas Escrituras, creía las mentiras difundidas por el papado, hasta el punto de que gobernantes como Federico el Sabio, elector de Sajonia, también se beneficiaban con el tráfico de indulgencias. Por ejemplo, en el templo del castillo de Wittenberg, el elector de Sajonia exponía sus propias reliquias y obtenía beneficios por cuanto se había arraigado entre la gente la falsedad de que quien mirase y venerase devotamente esas reliquias en el día de Todos los Santos a fines de octubre, recibía una remisión plena de toda pena temporal, de tal manera que quedaba libre de sufrir las penas del purgatorio. Entre esas reliquias supuestamente se encontraban, entre otras cosas, típicas pajas del pesebre de Belén, como también una botellita que contenía tres gotas de la leche del seno de la Virgen María. Pero para tal fecha del año 1517, no acudió a Wittenberg el número esperado de peregrinos y campesinos, pues surgió la competencia originada desde Roma.
Por esas mismas calendas el florentino Juan de Médicis (1475-1521), hijo del banquero Lorenzo el Magnífico, ocupaba el cargo de papa con el nombre de León X, y quiso girar sobre la famosa tesorería de los santos con el fin de remitir las penas temporales por el pecado de muchos europeos, tanto de los vivos como de las almas de amigos y parientes que estuviesen en el purgatorio, y de paso obtener pingües ganancias con el comercio de esas indulgencias, indispensable fuente de rentas. Téngase en cuenta que este sagaz y maquiavélico político renacentista fue hecho sacerdote a los ocho años, diácono cardenal a los trece, y durante su pontificado fue en aumento la corrupción del papado. No era hombre capaz de comprender el alcance y el significado espiritual del movimiento que Lutero lideró en su tiempo. León X solicitó a Alberto de Brandenburgo, banquero de la aristocrática familia de Hohenzollern, que se encargara de la venta de las indulgencias en Alemania con un beneficio del 50%, el cual se iba a aplicar a la deuda que a la sazón Alberto había adquirido con el papado por la compra del cargo de arzobispo de Maguncia, el cargo eclesiástico más elevado en Alemania.
Por delegación del arzobispo, en la práctica en el territorio alemán el vendedor principal era el dominico Juan Tetzel, quien astutamente las ofrecía diciendo que "tan pronto suena la moneda que se deposita en el cofre, el alma de sus difuntos parientes sale volando del purgatorio al cielo", o con la virtud de conceder perdón de todo pecado de las personas en cuyo favor fuesen comprados esos certificados firmados por el papa.

El conflicto con Roma
Cuando Lutero se enteró que muchos habían acudido a lugares vecinos a comprar indulgencias papales, decidió hacer pública la ineficacia de esos medios tan ajenos a la gracia de Dios y los méritos del Señor Jesucristo, y el día 31 de octubre de 1517, fecha que se ha señalado como el comienzo de la reforma protestante, Lutero clavó en la puerta de la capilla del Castillo de Wittenberg, que servía también a manera de tablero de noticias de la Universidad, las 95 tesis o declaraciones debatiendo las indulgencias, advirtiendo el peligro que encerraban para las almas de los fieles. Inicialmente los protestantes reformadores no tuvieron la intención de romper con el catolicismo romano, ni se consideraban unos innovadores, sino reformadores; parece que los animaba el deseo de purificar a la Iglesia de las mismas corrupciones de las que acusaban a la jerarquía romana. Al parecer, era un movimiento con miras a volver a las fuentes de la más pura fe cristiana.
En las 95 tesis Lutero no ataca personalmente al papa, sino que ve en el comercio de las indulgencias un menoscabo de la reputación papal, pero esas declaraciones tienen la contundencia suficiente como para encolerizar al arzobispo de Maguncia y a Tetzel. Hay que tener en cuenta que más que una reacción pastoral, la intención de Lutero fue suscitar un debate de tipo académico a nivel universitario, sin que dejara de ser lo primero, pero en el fondo se convirtió en un desafío a la cuestión de las indulgencias y a la autoridad papal (se puede leer el texto de las 95 tesis en el apéndice del presente capítulo).
Sin que Lutero se lo propusiera, a los pocos meses las 95 tesis fueron impresas y difundidas por toda Alemania no sólo en su latín original, sino también traducidas al idioma vernáculo, y ello trajo como consecuencia que Lutero se viera envuelto en una controversia, y el problema fuera llevado hasta Roma. Al principio León X no le prestó mucha atención al asunto, mirándolo como una disputa entre dominicos y agustinos, ocupado como estaba en la política italiana, conformándose por el momento con ordenar al director de los agustinos que acallara a este fraile; pero un consejero papal, el dominico Silvestre Prierias, en vez de enfrentar un debate de tipo ideológico, teológico y doctrinario, escribió un Diálogo sobre la Autoridad del Papa, logrando que el papa citara a Lutero a Roma en el verano de 1518, para que respondiera a los cargos de herejía y contumacia, pues aquello fue considerado solamente desde el punto de vista de la autoridad papal. Entonces Lutero hizo saber al elector Federico y al emperador Maximiliano que aquello significaba un ataque a los derechos de las universidades alemanas, y el mismo emperador se encargó de recomendar prudencia al papa, quien convino que la audiencia se trasladara a Augsburgo (Alemania) donde estaba reunida la Dieta imperial (Reichtag), enviando como su representante a Tomás Vío, conocido como el Cardenal Cayetano, delante del cual Lutero se negó a retractarse.
A pesar de estos acontecimientos, aún el papa procuraba asumir una actitud conciliatoria a fin de conservar la buena voluntad del elector Federico, y ante Miltitz, el nuevo legado papal, Lutero dio muestras de abstenerse del debate si sus contrarios también tomaban la misma actitud, pero los dominicos que criticaban a Lutero arreciaron el ataque, y por otro lado, profesores destacados de la universidad de Wittenberg salieron en defensa del reformador, como el joven profesor humanista Felipe Melanchthon (1497-1560).
Lutero quería evitar la ruptura con Roma, y él mismo dice: "Nunca tuve la intención de combatir la iglesia romana, y no pongo nada por encima de ella, ni en el cielo ni en la tierra". Incluso al comienzo pensó que el papa le daría la razón. Esto es importante ponderarlo debido a que a Lutero se le ha acusado desde los círculos del catolicismo romano, de que, viendo las miserias y pecados de la Iglesia Romana, en vez de contribuir a la reforma de la Iglesia Católica Romana desde dentro, decidió romper con la misma, y promover una reforma desde fuera. Eso no es cierto. La autosuficiencia y la soberbia de una institución tan ciega, lo ha proclamado así. Fue lo contrario; no podían soportar a alguien que desafiara la autoridad de los magnates que ostentaban tal poder religioso en el mundo. Si Lutero no hubiera tenido algún respaldo de los poderosos de Alemania en su tiempo, el sistema católico romano lo hubiese mandado a la hoguera exactamente como a Huss en Constanza. Los acontecimientos se fueron dando de tal manera, que el legado papal se percató de que todo aquello había sido aprovechado para convertirlo en un movimiento nacional contra Roma. Muchos príncipes se pusieron del lado de la causa protestante y se aprovecharon coyunturalmente de la misma para sus propios fines políticos.
En 1519 tuvo lugar en Leipzig un debate delante de un numeroso auditorio entre Lutero y algunos de sus colegas como Melanchthon, frente al teólogo Juan Eck, en el cual quedó en claro que Lutero admitió como cristianas y evangélicas algunas de las enseñanzas de Juan Huss, que los concilios eran falibles, que los artículos de fe se deben derivar de las Escrituras y no podían ser establecidos por el papa ni por la Iglesia, quedando convencido además de que a la Biblia y la teología escolástica las separaba un abismo. Cada día más el pueblo y muchos nobles apoyaban a Lutero. Esto puso el sello para que el 15 de junio de 1520, León X excomulgara a Lutero y cuatro de sus compañeros, y condenando sus escritos, mediante la bula Exurge Domine, la cual comienza diciendo: "Levántate, Señor, y juzga tu causa. Un Jabalí ha invadido tu viña". Pero Lutero quemó públicamente lo que llamó "la bula execrable del anticristo", protocolizando el rompimiento definitivo de Lutero con el catolicismo romano.
Ese mismo año Lutero escribió los siguientes importantes tratados:
- El Sermón sobre Buenas Obras, en oposición a las obligadas obras para salvación de su tiempo, declarando que "la más noble de las buenas obras es creer en Cristo".
- El Papado en Roma. Obra publicada en 1520, por medio de la cual Lutero va aclarando más su concepto de Iglesia, considerándola como la asamblea espiritual de todos los creyentes unidos en Cristo en toda la tierra, en donde rechaza una cabeza humana (el papa).
- El Discurso a la Nobleza Germana. Es un fuerte ataque contra el papado romano. Entre otras cosas dice que el papado ha edificado tres murallas protectoras en menoscabo del verdadero cristianismo: La primera, la superioridad de los papas y el clero en general sobre los laicos, en detrimento del bíblico sacerdocio de todos los creyentes. La segunda, que el papa se arrogó el derecho exclusivo de interpretar las Escrituras, aun los incrédulos e incapaces de entenderlas que han ocupado ese cargo. La tercera, la pretensión de que sólo el papa podía convocar un concilio, cuando en la historia muchos emperadores, empezando por Constantino en Nicea, lo habían hecho. Lutero ve la misma jerarquía eclesiástica como el peor enemigo de la fe.
- El Cautiverio Babilónico de la Iglesia. Este tratado afirma que el papado era el reino de Babilonia que había llevado cautiva a la Iglesia, y algunas formas de ese cautiverio habían sido negarle el cáliz a los laicos, la transubstanciación (prefiriendo consubstanciación), la misa como buena obra, sacrificio y ofrenda a Dios; reduce el número de sacramentos a dos: el bautismo y la santa cena, pero retiene lo del bautismo a los niños. En este documento Lutero rechaza que se le llame sacramentos a cinco de los tradicionales del catolicismo: confirmación, penitencia, matrimonio, ordenación y extrema unción.
- La Libertad del Cristiano. Dirigido a manera de carta cordial a León X, pues ha sostenido que sus acusaciones no han sido necesariamente contra la persona de León X sino contra el oficio del papado. En ese tratado sostiene que un cristiano es un hombre libre, señor de todo y no sujeto a nadie, y a la vez es el más obediente siervo de todos, y está sujeto a todos, queriendo significar con ello que el medio de alcanzar esa libertad es la Palabra de Dios y que la justificación sólo se obtiene por la fe y no por merecimientos a través de buenas obras, que son métodos rudimentarios nacidos en el legalismo y en las disciplinas monásticas. Cuando el hombre se convence de que no puede salvarse por obedecer las exigencias de los mandamientos veterotestamentarios, se vuelve a las promesas de Dios en Cristo Jesús para alcanzarlo, ejerciendo la fe. Lutero dice que es una insensata presunción procurar la justificación mediante obras. La fe honra a Dios y nos une a Cristo. Lutero afirma en este tratado que "las buenas obras no hacen un hombre bueno, pero un hombre bueno hace buenas obras; las obras malas no hacen un hombre malo, pero un hombre malo hace obras malas".
En estos tratados Lutero exponía lo que Dios estaba recuperando en Su Iglesia en ese momento coyuntural por medio de los reformadores: la justificación sólo por la fe, el sacerdocio de todos los creyentes, la autoridad de la Palabra de Dios como está registrada en las Escrituras, el derecho y el deber de cada cristiano de interpretar las Escrituras. Ellos estaban convencidos de que todo eso no era nuevo, sino la recuperación y confirmación del depósito histórico dejado por Dios a Su Iglesia antes que el cristianismo fuese corrompido por el sistema babilónico. Y eso sólo era el comienzo de la recuperación de lo perdido. Ahí no paró todo. El Señor continuó el trabajo de restauración hasta nuestros días, como veremos más tarde.

La Dieta de Worms
El 3 de enero de 1521, la bula papal Decet Romanun Pontificem condena definitivamente a Lutero. Teniendo en cuenta que el Santo Imperio Romano era considerado el brazo político de la comunidad cristiana, el Estado no le podía dar refugio a un hereje condenado por la cabeza del sistema religioso, y en cuyo caso a quien le correspondía actuar era a Carlos V, recién electo emperador, nieto de Fernando e Isabel, los reyes católicos españoles. Pero condenar a muerte a Lutero no era cosa muy sencilla por cuanto algunos de los príncipes alemanes estaban a su favor, mayormente Federico el Sabio, elector de Sajonia, a la sazón protector de Lutero no propiamente por convicciones evangélicas sino más bien por asuntos de orden político y nacionalista, pues él estaba empeñado en el bienestar social y espiritual de su pueblo, y no permitía que un alemán fuese condenado fuera de su patria y sin que se escuchara su causa. Sin embargo, y sin la total aprobación de Carlos V, Federico consintió en que Lutero compareciera ante la Dieta del Imperio, reunida en la ciudad de Worms el 17 de abril de 1521. Al igual que un siglo antes había sucedido con Juan Huss cuando compareció ante el concilio de Constanza en 1415, a Lutero también le concedieron salvoconducto imperial, y en abril se presentó ante esa asamblea y ante el emperador, no sin que antes sufriera de desánimo y temor y hasta la tentación de renunciar a presentarse, de darse por vencido. Y no era para menos. Un humilde monje y profesor, a riesgo de su vida, enfrentándose ante poderosas huestes satánicas representadas en ese momento por la autoridad constituida, tanto del poder eclesiástico como del Estado.
Allí delante del emperador, los príncipes alemanes, algunos teólogos y los legados papales, Marino Caraccioli y Jerónimo Aleandro, Lutero no negó que los libros amontonados en el recinto habían sido escritos por él. En cuanto a que si se retractaba de cuanto había escrito, la mejor respuesta la damos con las propias últimas palabras del discurso pronunciado por Lutero: "No puedo ni quiero retractarme a menos que se me pruebe, por el testimonio de la Escritura o por medio de la razón, que estoy equivocado; no puedo confiar ni en las decisiones de los Concilios ni en las de los Papas, porque está bien claro que ellos no sólo se han equivocado sino que se han contradicho entre sí. Mi conciencia está sujeta a la Palabra de Dios, y no es honrado ni seguro obrar en contra de la propia conciencia. ¡Que Dios me ayude!. Amén".
A pesar de que los legados papales pretendieron conseguir que fuese entregado a la justicia, el emperador le permitió salir de Worms. De vuelta a Wittenberg, Lutero es secuestrado por orden de su elector, Federico de Sajonia, y trasladado al castillo de Wartburgo en Turingia, a fin de protegerlo contra las amenazas, mientras se calman un poco los ánimos. Allí permaneció cerca de un año, lapso en el cual tradujo al alemán el Nuevo Testamento, pero la Biblia entera en alemán se publica doce años más tarde. El emperador Carlos V promulgó un edicto en Worms, decretando a Lutero como "una rama cortada de la iglesia de Dios, un cismático obstinado y hereje manifiesto", haciéndolo un proscrito, ordenando que se le negase toda hospitalidad y toda ayuda, que se le prendiese, así como a sus seguidores, confiscándoles sus bienes, y prohibiendo la compra de sus libros, algo que nunca se llevó a cabo debido que Lutero contaba con muchos simpatizantes, incluso dentro del alto gobierno.

1 comentario:

Unknown dijo...

No se menciona el odio de Martín Lutero hacia el pueblo escogido por Dios, Israel, y de sus escritos antisemitas que fomentaron en el pueblo alemán la cizaña que usó luego Adolfo Hitler para el exterminio del pueblo judío en el holocausto.