viernes, 5 de enero de 2007

2. Los Vencedores y la cruz (3a. parte)

Capítulo 2
LOS VENCEDORES Y LA CRUZ
(3a. parte)

La salvación en Hebreos
La carta a los Hebreos constituye una de las primeras muestras de defensa (apologética) de la fe cristiana y su superioridad frente al judaísmo; y es por eso que a lo largo de su contexto contrapone la apariencia y la sombra de lo provisorio y terrenal de la ley mosaica, frente a la verdad celestial y eterna de Cristo y la Iglesia. Esta carta hay que analizar en su verdadero contexto. Leamos Hebreos 5:11-14:
"11Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. 12Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. 13Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; 14pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal".
Estos últimos cuatro versículos del capítulo cinco de Hebreos hablan de creyentes inmaduros, niños espirituales, a los cuales no se les puede alimentar sino con leche, con los rudimentos de la doctrina de la salvación y no con alimento sólido, porque son niños. Hay creyentes que se pasan toda la vida, digamos, en la primaria, cuando debieran ser ya maestros de otros, y no avanzan, no salen de esas primeras etapas de los seis rudimentos de la gracia que están enumerados en los dos primeros versículos del capítulo 6, que son el fundamento de la vida cristiana, a saber: (1) el arrepentimiento de obras muertas, (2) la fe en Dios, (3) la enseñanza de bautismos (abluciones, lavamientos), (4) la imposición de manos, (5) la resurrección, y (6) el juicio eterno. No podemos quedarnos en esa etapa de la gracia; debemos crecer en la palabra de justicia, en el conocimiento y la vida del Señor; debemos colaborar con el Señor en la edificación de la casa de Dios; debemos trabajar con el Señor en la preparación del reino de los cielos. El Señor es el que obra en nosotros en nuestro crecimiento espiritual, en nuestra madurez, pero no lo hace si nosotros no cooperamos con Él. Nótese que el capítulo 6 conecta con un "por tanto". Leamos el contexto de Hebreos 6:1-8:
"1Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, 2de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. 3Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite. 4Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole al vituperio. 7Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; 8pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada".
Aquí confirmamos que el autor habla a cristianos en proceso de madurez, que deben estar dejando los rudimentos y que deben avanzar y adentrarse en las cosas profundas de la vida en el Espíritu; esto encierra el participar con el Señor en sus logros, y alimentarnos de Él para un normal crecimiento. Vemos, pues, que ahí el tema no es la salvación; de lo que trata ahí es de progresar en la madurez espiritual y no el retroceso.
Si alguien que una vez haya sido iluminado y gustado del don celestial (Cristo), participante del Espíritu Santo y de los poderes del siglo venidero (poderes del reino milenario, que son los dones y poderes del Espíritu Santo), si recayere y vuelve atrás, no tiene necesidad de volver a poner el fundamento, creyendo otra vez en el Señor Jesús, ni de arrepentirse de nuevo de obras muertas, pues no puede ser otra vez renovado para arrepentimiento; ya todo eso lo hizo una vez y para siempre.
Cuando creímos en Cristo, Dios nos perdonó, nos justificó, nos dio vida eterna, nos dio su paz, nos dio seguridad de nuestra salvación. Entonces, ¿qué sucede con esa persona? Pues sencillamente que, en vez de dar fruto al ser alimentada y cultivada por Dios, dio espinos y abrojos; entonces esa persona es reprobada, eliminada del reino, pues los espinos y abrojos que produjo deben ser quemados. Esa persona no perece para siempre, pero sí sufrirá el daño de la segunda muerte. Alguien puede alegar contradicción usando el texto de Hebreos 10:26-29, que dice:
"26Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, 27sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. 28El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. 29¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?".
Aquí muestra el camino de un apóstata judío. Hay que tener en cuenta todo el contexto de la carta a los Hebreos que, como su nombre lo indica, es dirigida a los hermanos cristianos que antiguamente profesaban la religión judaica, con sus sacrificios de animales, todo eso figura y sombra de la verdad en Cristo; ellos habían venido asistiendo a sus reuniones en las sinagogas. ¿Dónde se reunían después de convertirse? En las reuniones de la iglesia, por las casas con los hermanos. La carta a los Hebreos fue escrita precisamente por causa de los judíos que se habían convertido al cristianismo, los cuales muchas veces no tenían estabilidad; estaban llenos de temores por la continua intimidación, amenazas y acoso a que eran sometidos por los líderes de las sinagogas, e incluso por los mismos parientes y allegados; de manera que algunos temían que los vieran en las reuniones de la iglesia, y muchos estaban al borde de regresar al judaísmo.
Al analizar cuidadosamente toda la carta a los Hebreos, y en particular los capítulos 9 y 10, vemos que el Señor Jesús con Su sacrificio en la cruz abolió los sacrificios del antiguo pacto, y nos abrió un camino nuevo y vivo para entrar en el Lugar Santísimo, que ahora no se trata del templo de Jerusalén, figura del verdadero, sino el Lugar Santísimo de los cielos, en donde está el Señor sentado; porque Su solo sacrificio es válido para siempre, en contraste con los sacerdotes, que están de pie día tras día, ofreciendo sacrificios continuamente, que nunca pueden quitar los pecados. Cuando el versículo 25 dice que "no dejando de congregarse, como algunos tienen por costumbre", significa que el hermano hebreo que llegase a dejar de congregarse en las reuniones cristianas, equivalía volver voluntariamente a las reuniones del judaísmo, al antiguo pacto, a la sinagoga; y eso es lo que significa "pecar voluntariamente" del versículo 26, despreciando así la verdad del nuevo pacto y volviendo a los sacrificios de toros y machos cabríos que, en la economía de Dios, ya no pueden quitar los pecados.
Vemos, pues, que el contexto habla de la verdad, que es todo lo revelado en la carta; habla del nuevo pacto, en comparación con el antiguo, que era la sombra; habla de la sangre del Señor, en comparación con la sangre de los animales; de manera que si un hermano hebreo vuelve al judaísmo, ya no queda más sacrificio por sus pecados, pues los antiguos sacrificios ya quedaron sin valor; guardar ciertos días y preceptos quedó sin valor; preferir ciertos alimentos quedó sin valor; reunirse en la sinagoga quedó sin valor; preferir ciertos edificios llamados templos y ciertos lugares específicos, quedó sin valor. Lo válido está en Cristo, dentro de la Iglesia redimida, el Cuerpo de Cristo.
Téngase en cuenta que todos los sacrificios del antiguo pacto fueron reemplazados por el único sacrificio de Cristo; de modo que el sacrificio por los pecados cesó para siempre; ya no hay más sacrificio. Alguien que volviese al judaísmo, ya no tenía más sacrificio por sus pecados, y lo que le esperaría sería un terrible castigo dispensacional. En caso de que su conversión haya sido auténtica, esa persona no pierde la salvación, por cuanto sigue haciendo parte de la Iglesia, conforme al versículo 30. El que un judío, después de haber creído en Jesús, volviera al judaísmo y volviera a confiar en los sacrificios de los animales, significaba pisotear al Hijo de Dios, y habría tenido como común la sangre de Cristo. Consideramos que si alguien, siendo creyente, se vuelve a su antigua religión y a sus ídolos, tendrá algún fuerte castigo dispensacional.

La gracia y el gobierno de Dios
Para comprender mejor todo lo relacionado con la salvación y el reino, es necesario saber que Dios ha establecido en el universo dos sistemas que son, el sistema de la gracia y el sistema del gobierno de Dios.
Por ejemplo, la creación del hombre es un acto del gobierno de Dios, y la vida del hombre sobre esta tierra, sus acciones, sus responsabilidades, sus interrelaciones, sus mismas formas de gobierno y constituciones, requieren que se someta al gobierno de Dios, que obedezca esos principios y dé cuenta ante Dios de sus actos, ahora o ante el trono judicial divino.
Satanás cayó porque se rebeló contra el gobierno de Dios; luego cayó el hombre y pecó deliberadamente, rebelándose también contra el gobierno de Dios. Entonces, y por esa causa, fue añadido el sistema de la gracia, para redimir y restaurar a los hombres insubordinados y rebeldes, pues de otra manera jamás podrían someterse al sistema de gobierno de Dios. Nadie que no haya sido redimido lo ha logrado. ¿Dónde se encuentran los redimidos y restaurados? En la Iglesia, de manera que el sistema de la gracia se relaciona con la Iglesia, con la salvación, donde se espera que los hijos de Dios en Cristo se sometan al gobierno de Dios.
El gobierno de Dios actúa desde la creación de los ángeles; y cuando Lucifer se rebeló contra ese gobierno, fue echado del cielo. El gobierno de Dios actuó en el jardín del Edén al poner al hombre a cargo del mismo, revestido de toda la autoridad para ello, pero echarlo de ahí cuando cayó; aunque actuó Su gracia al prometerle un Salvador. El gobierno de Dios actuó muchas veces durante la peregrinación del pueblo hebreo por el desierto; y muchos cayeron bajo el justo juicio de Dios y perecieron en el desierto, y no entraron a la tierra prometida. El gobierno de Dios se puso de manifiesto cuando David pecó y representó mal el gobierno de Dios, haciendo blasfemar a los enemigos de Dios. Por Su gracia, el Señor perdonó a David de su pecado, pero la disciplina le siguió por el resto de su vida, primero con la muerte del niño fruto de su pecado con Betsabé, la mujer de Urías, y luego le sobrevino que la espada (arma con la cual David había hecho el mal, la muerte de Urías) jamás se apartó de la casa de David (2 Samuel 12:7-14). La Biblia está llena de ejemplos.
Conforme al sistema de la gracia, el Señor Jesús estuvo en esta tierra para salvar a los hombres, pero conforme la Palabra de Dios, Él también padeció en la cruz para establecer la autoridad de Dios y el reino de los cielos sobre la tierra. Es esa misma autoridad que recibió Adán, pero que se la entregó al maligno cuando pecó. Esa autoridad es restaurada al hombre en Cristo, el postrer Adán. "El reino de los cielos se ha acercado" (Mateo 10:7). Los hombres en el mundo no conocen el gobierno de Dios; eso sólo se conoce en la Iglesia, entre los vencedores. Hay muchos hermanos que ignoran esto.
¿Qué sucede cuando un creyente no se somete al gobierno de Dios? Todo creyente ha sido perdonado de sus pecados pasados por la gracia. Pero la gracia no ha puesto a un lado al gobierno, y los hijos somos los primeros en dar el ejemplo. Si tú, siendo creyente, tú que representas al Señor, pecas o vives livianamente, no sometiéndote al gobierno de Dios, haces que blasfemen los enemigos de Dios, estás buscando que te suceda lo de David. Si confiesas tu pecado, Él es fiel y justo para perdonarte, pero el perdón de la gracia que has recibido de Dios, no cambia Su perdón de gobierno, no lo afecta, y de acuerdo a la gravedad de tu pecado, puede que seas tratado disciplinariamente. Moisés pecó, representó mal al Señor en Meriba, cuando golpeó la roca; Dios lo perdonó, él es salvo; apareció en la transfiguración del Señor, pero no entró en la tierra prometida, por causa del perdón de gobierno.
Esto es serio, hermanos, de manera que si un hijo de Dios no alcanza a ser juzgado y castigado por el Señor mientras está acá en la tierra, su pecado le alcanzará delante del tribunal de Cristo en Su venida, en la resurrección de la Iglesia, y allí tendrá la disciplina del caso. Es necesario que nos examinemos a nosotros mismos a la luz y convicción del Espíritu.
"31Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; 32mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo" (1 Co. 11:31-32).
Cuanto más se entienda y se viva el sermón del monte, cuanto más humilde y pobre en espíritu sea el creyente, tanto más se puede compenetrar con el gobierno de Dios y más se sujeta a él. El mundo no conoce esto, ni puede conocerlo; quiera el Señor que lo conozca y lo viva la Iglesia. Nuestra salvación es por la gracia de Dios en Cristo, pero nuestra conducta como creyentes debe estar sujeta al gobierno de Dios.

La muerte segunda
Además de la corona de la vida, a los vencedores se les promete no sufrir daño de la segunda muerte. En Apocalipsis 2:10b dice: "Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida". Nótese que aquí el Señor no habla de dar vida, sino la corona de la vida, la cual se logra, no como un regalo recibido por fe, sino adquirido por nuestra fidelidad. Además de la corona de la vida, a los vencedores se les promete no sufrir daño de la segunda muerte. Todos los hombres, tanto creyentes como impíos, hemos de gustar la primera muerte, que es la muerte física, la separación del alma del cuerpo. Dice en Hebreos 9:27:
"Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio".
También Cristo sufrió la primera muerte, para que todo el que en Él crea no sufra la segunda muerte ni el juicio de los impíos en el gran trono blanco, después de finalizado el reino milenario. Entonces, ¿qué es la muerte segunda? La segunda muerte es la separación de la persona de todo contacto con Dios y el resto de la creación, y lanzado en un lago de fuego para perdición eterna. La Palabra de Dios dice en Apocalipsis 20:14,15:
"14Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. 15Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego".
¿Cuando ocurrirá esto? Después del reino milenario, cuando los muertos impíos sean resucitados, después de que sean juzgados en el juicio del gran trono blanco; una vez terminada la sentencia, serán echados al lago de fuego, la Gehena, y allí sufrirán tormento eterno en cuerpo, alma y espíritu. Esa es la muerte segunda, para todos aquellos cuyos nombres no se hallen escritos en el libro de la vida del Cordero.
La Palabra de Dios nos dice que ningún cristiano sufrirá la muerte segunda, aunque, como hemos dicho, los cristianos derrotados, los que se unen al mundo y aman al mundo y a las cosas del mundo, sin embargo, pueden eventualmente sufrir daño temporal de la segunda muerte durante el reino milenario, en ese mismo lugar donde estarán los incrédulos del mundo. Como lo hemos anotado, hay muchas partes en la Biblia que declaran que los creyentes no sufrirán la muerte segunda. Entonces estimamos que hay una marcada diferencia entre lo que es la segunda muerte, que sí implica la condenación eterna, y sufrir daño de la segunda muerte, que sólo es temporal. Por favor lea el contexto sobre el siervo infiel en Lucas 12:41-48. Allí habla de azotes a los siervos, y de castigo temporal en el mismo sitio donde estarán los infieles. El Señor jamás tiene por siervos a los que no le pertenecen. En el capítulo cuatro estaremos dando detalles de las diferentes clases de disciplinas durante la edad del reino.
No se trata de algún sitio llamado "purgatorio", pues la Biblia no enseña esa doctrina ni ese lugar. Cuando los religiosos inventaron la doctrina del purgatorio se referían a la salvación eterna y no al reino. El castigo temporal a que se refiere la Escritura, se refiere al reino y no a la vida eterna. Pero volviendo al tema, tenemos que también los que no arreglan a tiempo sus problemas con los demás hermanos de la iglesia, pueden tener sus dificultades delante del tribunal de Cristo. Se trata de problemas en la Iglesia, de problemas entre los hermanos, sectarismos, disensiones, pleitos, odios, celos religiosos y demás obras de la carne. Con la actual situación de la Iglesia, es fácil arreglar esos problemas con el simple hecho de mudarse uno de la comunión con los hermanos e irse uno a reunir en otra congregación denominacional, y hacerse miembro en donde aún no haya tenido esos problemas; pero, ¿ya están arregladas esas cosas delante del Señor? El Señor le dice a los creyentes:
"21Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. 22Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. 23Por tanto si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconciliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. 25Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. 26De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante" (Mateo 5:21-26).
En el anterior contexto, para el Señor no hay hermanos fuera de la Iglesia. ¿Cuál es el lugar de ese castigo temporal? Allí dice que el infierno de fuego, y luego lo repite en el verso 30. ¿Dónde dice que es temporal? En el contexto de los versículos 25 y 26.
Somos salvos por gracia, no por cumplimiento de la vieja dispensación, pero para entrar en el reino debemos cumplir la ley del reino, la que complementa la antigua. La justicia de los legítimos cristianos debe ser superior a la de los meros religiosos profesantes, que son los modernos escribas y fariseos.
Algunas personas estarán tentadas a tomar estas enseñanzas confundiéndolas como si se tratara de la apología de la doctrina romana del purgatorio. Nosotros acá no estamos enseñando nada que se relacione con un lugar llamado purgatorio, porque téngase en cuenta que la enseñanza sobre la existencia del purgatorio es traída por el catolicismo romano de las profundidades satánicas babilónicas, y no de la Biblia. El catolicismo romano históricamente desvirtuó la salvación gratuita de Dios en Cristo y difundió la especie de que las personas (incluso los impíos) debían pagar (comprar indulgencias, misas, responsos y votos) para que pudieran salir del purgatorio y tener salvación eterna. Por ese engañoso medio, los jerarcas de ese sistema religioso siguen obteniendo pingües ganancias. Eso lo sabe todo el mundo. Pero las Escrituras hablan de que todo creyente en Cristo fue predestinado desde antes de la fundación del mundo para ser salvo por gracia, sin obras, gratuitamente, por la sola fe en la obra redentora de Cristo en la Cruz. Es un regalo de Dios, inmerecido. Pero cuando Cristo venga, después de la resurrección, todo creyente comparecerá ante el tribunal de Cristo para que sean juzgadas sus obras, ya en su calidad de creyente e hijo de Dios, sean buenas o sean malas.
Todo padre de familia hace que en el hogar se respeten ciertas normas de vida, moral y de disciplina; cuánto más el Señor. Y cuanto esas normas se infringen, el padre de familia toma medidas. Si los hijos hacen lo bueno, suele haber regalos y motivaciones, pero cuando hacen lo malo, suele haber dolorosas disciplinas. Eso lo dice la Biblia, por ejemplo en Hebreos 12:3-11: "3Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. 4Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; 5y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; 6Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. 7Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 8Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. 9Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 10Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. 11Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados".

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