martes, 9 de enero de 2007

I - Éfeso (3a. parte)

Capítulo I
É F E S O
(3a. parte)

Los nicolaítas
"6Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco".
El Señor vuelve a complacerse con la iglesia de Efeso y la alaba de nuevo, como diciéndole que le agrada que aborrezca lo que Él aborrece, las obras de los nicolaítas. ¿Quiénes son los nicolaítas? El término nicolaíta, viene del griego "nikoláos", de las raíces nikaos, gobernante, dirigente, guía, también tiene la connotación de conquistar o vencer, y laite o laos (λαός), gente común, secular, pueblo, laicado; de la cual se deriva la palabra laico, significando, pues, "los que vencen al pueblo", o los que ejercen autoridad sobre el pueblo, los que vencen a los laicos, personas que se tienen por superiores a los creyentes comunes; es ese afán de ejercer autoridad y dominio sobre el pueblo, formando así un tipo de hierarquía (gobierno de la casta sacerdotal). De donde se deduce que aquí el Señor condena la aún incipiente tendencia en la Iglesia, de crear un partido de personas ambiciosas que se erijan por encima de las demás, ávidas de poder, y que a la postre habrían de crear un sistema clerical divisorio y exclusivista, formando así dos grupos en la Iglesia: uno minoritario, elitista y encumbrado, llamado clero, y otro integrado por la gran masa de los santos, el laicado, gobernado y sometido por el primero, jerarquía que vemos tomar fuerza en los sistemas del catolicismo y el protestantismo, estorbando así la economía de Dios. Eso lo aborrece el Señor de la Iglesia. El Señor aborrece los ambiciosos de poder al estilo Diótrefes. Aun en el pueblo hebreo, Dios quiso que Su pueblo fuese todo un reino de sacerdotes (Éxodo 19:6), pero debido a la adoración al becerro, perdieron ese privilegio, y fue escogida la tribu de Leví para que lo ejerciera (Éxodo 32; Deuteronomio 33:8-10). Respecto de los nicolaítas, dice Matthew Henry:
"Es, pues, posible que se trate de una secta de "iniciados" (gnósticos), que pretendían establecer una división del pueblo de Dios en castas, lo cual había de derivar, andando el tiempo, en el establecimiento de la casta sacerdotal dentro de la Iglesia oficial del Imperio; esto había de comportar los ritos y ceremonias que abundan en todas las religiones mistéricas, como puede verse aún en la Iglesia Romana, y más todavía en la llamada Ortodoxia. Mezclando el ceremonialismo judío con la filosofía griega, tenemos ya una secta que combina el entusiasmo espiritual con el relajamiento moral; mucha fantasía religiosa mezclada con despreocupación ética; orgullo y vanidad de mística retórica y de carácter "superior" que, en realidad, introducía en la Iglesia el egoísmo, la soberbia, el descuido del amor fraternal; en fin de cuentas, la misma ortodoxia estaba también en peligro. ¿Cómo defenderse de tales enemigos? Nos lo dice claramente la palabra de Dios: "Mis ovejas oyen mi voz", dice el Señor (Juan 10:27). Y el propio Juan nos dice: "Vosotros tenéis la unción del Santo y conocéis todas las cosas... Lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros... Os he escrito esto sobre los que os engañan" (1 Juan 2:20, 24, 26)". (Matthew Henry. Comentario Bíblico del Apocalipsis. CLIE. 1991. Pág.: 334).

La Iglesia de Jesucristo toda es sacerdotal, y la impuesta clase clerical mediadora perjudica el sacerdocio universal de los creyentes. El Señor no tolera que nadie se enseñoree de Su Amada, la que Él compró con Su sangre. El libro de los Hechos y las cartas de Pablo determinan el gobierno de la iglesia local en manos de un presbiterio o grupo de ancianos u obispos (pastores). No obstante, se advierte que en el período de Efeso sólo se conoce ciertos esfuerzos personales, como el caso de Diótrefes (cfr. 3 Juan 9,10), de ejercer autoridad sobre los santos; pero hay indicios de que al final del primer siglo y concretamente en el segundo, alrededor del año 125, tal vez en un intento de imitar el ceremonialismo judío, empezó a darse la inclinación de elevar a un obispo sobre sus compañeros ancianos, asunto este que paulatinamente condujo al clericalismo, en detrimento de la auténtica dependencia del Señor y del sacerdocio de todos los santos. La institucionalización de la tribu de Leví y la familia sacerdotal de Aarón, no fue la intención inicial de Dios en el pueblo hebreo, y en el Nuevo Testamento Dios vuelve a Su propósito original (cfr. 1 Pedro 2:5,9; Apocalipsis 1:6; 5:10). Hoy se fomenta el clericalismo en el sistema babilónico y sus ramas.
A comienzos del siglo segundo, Ignacio, obispo de la iglesia de Antioquía, registra el hecho que ya se estaba dando en algunos lugares con relación a la errónea diferenciación entre obispo y presbítero. Ignacio, en el curso de su viaje a Roma como prisionero, rumbo al martirio, escribió cartas a varias iglesias locales, casi todas en Asia Menor (Efeso, Magnesia, Tralia, Filadelfia, Roma, Esmirna, y a Policarpo), en las cuales encontramos la cita más antigua sobre la distinción entre obispo y presbítero. Allí por primera vez aparece lo que se estaba dando de colocar jerárquicamente al obispo por encima de los presbíteros y declarando que el obispo (lo nombraba en singular) era el representante de Dios el Padre, y que los presbíteros son el sanedrín de Dios, la asamblea de los apóstoles. (Favor leer la carta de Ignacio a los Esmirniotas en el excursus al final de este capítulo). Con el tiempo esto degeneró en la nefasta división entre clero y laicos. Se fue introduciendo la jerarquía en la Iglesia. Se fue estableciendo y generalizando sutilmente esa "vanidosa" forma episcopal de gobierno, la cual llegó a ser dominante y universal. Es posible que hasta el final del período de Esmirna hayan persistido las dos modalidades, la del obispo de una sola iglesia local, y la del obispo que obraba como si tuviera el derecho de dirigirse con autoridad a las iglesias en otras localidades. Se dice que después del año 150 d. C., los concilios eran celebrados únicamente con esta clase particular de obispos, y lógicamente que las leyes eran dictadas sólo por ellos. Muchos alegan un acervo de razones para que esto sucediera, pero ante las razones del Señor no hay justificación alguna. ¿Como cuáles razones esgrimen? Entre otras, como el crecimiento y extensión de la Iglesia, las persecuciones, hacerle frente al surgimiento de sectas, herejías y divisiones doctrinales. Pero debemos en justicia dejar constancia que durante los períodos de Efeso, Esmirna, y mucha parte de Pérgamo, ningún obispo reclamó para sí autoridad de carácter universal sobre el resto de los obispos y de la Iglesia entera, como más tarde lo hizo el obispo de Roma.
Conforme a la Palabra de Dios, un obispo (en griego episkopos, supervisor) no es de mayor jerarquía que un anciano. Tomemos nuevamente el ejemplo de Hechos 20, en el cual el apóstol San Pablo llama ancianos a los dirigentes de la iglesia de la localidad de Efeso; y a esos mismos ancianos, en el verso 28 les llama obispos y también pastores, porque les dice: "Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar (oficio de pastores) la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre". Los líderes de las iglesias locales son los ancianos, constituidos por los apóstoles de la obra (Hechos 14:23; Tito 1:5), sin que ello signifique que ocupan jerárquicamente una posición más encumbrada. Los legítimos pastores son aquellos hermanos más maduros espiritualmente de la iglesia local, quienes, por su madurez y visión más amplia de Cristo, se constituyen en desinteresados y humildes servidores de sus hermanos. El Señor Jesús fue enfático cuando afirmó:
"25Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. 26Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, 27y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; 28como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Mt. 20:25-28).
El anciano u obispo no debe enseñorearse de la iglesia del Señor, sino supervisarla y vigilarla en el amor del Señor. La iglesia apostólica se distinguía porque en cada iglesia local no había uno sino varios obispos (episkopoi) o presbíteros (presbuteroi), que eran los mismos ancianos o pastores, pues se trataba de títulos que se daban a los mismos oficiales, como lo atestigua la Biblia en Hechos 20:17,18; Tito 1:5,7; 1 Timoteo 5:17; 1 Pedro 5:1; Filipenses 1:1; la primera de Clemente a los Corintios, capítulos 42, 44 y 57. También Jerónimo, Agustín de Hipona, el papa Urbano II (1091) y Pedro Lombardo admitieron que en su origen obispos y presbíteros eran sinónimos, pero con el tiempo fue el hombre cambiando las cosas de Dios, y el concilio de Trento (1545-1563) se encargó de que esta verdad fuese convertida en una herejía. Ha habido una interpretación errónea en cuanto a algunos versos de Hebreos 13. En el 7 dice: "Acordaos de vuestros pastores,*(1) que os hablaron la palabra de Dios...". En el 17 dice: "Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta...". En el 24 dice: "Saludad a todos vuestros pastores...". En primer lugar se observa que siempre se habla en plural al referirse a pastores; como cuando Pablo escribe a la iglesia de la localidad macedónica de Filipos, y en el saludo les dice: "Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos". Esto es saludable porque evita asimismo que un solo individuo se enseñoree de la iglesia, como se ve actualmente en ciertas congregaciones. En segundo lugar, volviendo a Hebreos, esa obediencia de los santos a sus pastores de ninguna manera debe ser ciega, sino que debe tratarse de una sujeción a la luz de los postulados del evangelio; una obediencia en la comunión espiritual, en la cual tome parte activa el Espíritu Santo; una obediencia iluminada y guiada inteligentemente por el Espíritu del Señor, en el conocimiento del amor de Cristo, lo cual se hace corporativamente. Cualquier sujeción forzosa y jerarquizada en la Iglesia, es abominable al Señor.
*(1) En Hebreos 13:7,17 y 24, el original griego para la palabra pastores usa hegouménon, que significa "guías" o "dirigentes". Por la frase que sigue en el verso 7 se deduce que la expresión no puede limitarse sólo a los pastores (los que gobiernan), sino también a los maestros, los que enseñan.

El clericalismo de los sistemas religiosos cristianos es una mezcla de elementos del judaísmo con algunos rasgos de la organización sacerdotal de la religión babilónica, con sus distintas variantes culturales. No hay que desconocer que Babilonia es la cuna de la religión satánica, y todo lo que proviene de Satanás va enrumbado a desvirtuar los principios del Señor para Su Iglesia. En la religión babilónica, con sus variantes egipcia, griega, romana, etcétera, había una casta sacerdotal dominante. En el judaísmo hubo una organización sacerdotal temporal, que fue cambiada por un sacerdocio eterno, que incluye a la Iglesia. En la legítima Iglesia del Señor no existe el clericalismo, pues todos somos sacerdotes. El apóstol Pedro lo manifiesta con suma claridad en 1 Pedro 2:5, así:
"...vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo".
Otros textos que corroboran y confirman esta afirmación los podemos tomar en Apocalipsis 1:6 y 5:10:
"...y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén".
"...y nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra".
No hay lugar a duda alguna de que no es la voluntad del Señor que en Su Iglesia haya posiciones y rangos clericales, ni mucho menos que los hombres se enseñoreen de algo tan importante para el Padre, como es la Iglesia, la Esposa que El se propuso conseguirle a Su Hijo. La autoridad en la Iglesia es el Espíritu Santo. Cuando el anciano de la iglesia se arroga esa autoridad emanada de su cargo, acarrea consecuencias desastrosas en la grey del Señor. Se ha confundido el ministerio, trabajo o servicio de pastor con un cargo revestido de una autoridad mal interpretada y peor aplicada, debido a que se ha reemplazado la norma bíblica por la interpretación humana (cfr. Colosenses 2:20-22).
En las iglesias locales, los ancianos presiden, pastorean, enseñan, guían, pero no gobiernan con señorío, pues esa clase de gobierno conlleva cierta cuota de poder, y el poder quiere controlarlo todo, convirtiéndose en abuso del poder, tratando con dureza a las ovejas. Hay que tener en cuenta que todo poder tiende a personalizarse y a enseñorearse. Es un principio claro del Señor que en Su Cuerpo no haya distinción entre clérigos y laicos. En la época en que se reunió el concilio de Jerusalén, alrededor del año 50 d. C., en la Iglesia no había distinción aún entre ministros y laicos. Allí dice que "se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer este asunto" (Hechos 15:6). Dice el apóstol San Pedro en su primera epístola 5:1-3:
"1Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: 2Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; 3no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey".
Esto lo escribe, bajo la inspiración del Espíritu Santo, el hombre que el catolicismo romano proclama como el primer papa; sistema jerarquizado, clerical y enseñoreador por excelencia. Mas lastimosamente no sólo ese sistema adolece de esos encumbramientos, sino los diferentes sistemas religiosos dentro de la cristiandad, que se han desmembrado del sistema madre, heredando, como es de suponer, muchas de sus formas externas, incluyendo metodologías, liturgias, clericalismos y sistemas eclesiológicos extra bíblicos. Aunque los primeros pasos firmes se dieron en el siglo segundo, período de Esmirna, sin embargo, la carta a la iglesia de Efeso nos indica que ya se levantaban hombres interesados en que se empezara a perder la igualdad entre los hermanos, y se empezara a deteriorar el sacerdocio de todos los santos. La Iglesia del Señor comenzó cuando existía la esclavitud institucional aun entre los santos; pero tanto el esclavo como el amo eran iguales en la iglesia y delante del Señor. Eventualmente podía darse en cualquiera de las iglesias locales que el esclavo fuese obispo mientras que el amo no. Si observas detenidamente los sistemas religiosos cristianos de hoy, verás que en el catolicismo romano persiste el sacerdocio, en las iglesias nacionales y denominaciones institucionalizadas existe el sistema clerical y en las iglesias congregacionales e independientes, el sistema pastoral.

Oídos sordos
"7El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios".
Hay un adagio popular que dice: "No hay peor sordo que el que el que no quiere oír", y algo de eso encierra el contexto de la vez que el Señor enseñaba usando la parábola del sembrador, y al final de la exposición de la misma, dice: "9El que tiene oídos para oír, oiga". Cuando Sus discípulos le pidieron alguna explicación tanto de la parábola como del por qué le hablaba por parábolas a la multitud, una de las razones que les responde el Señor es "13...porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. 14De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis, 15porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane" (Mt. 13:9, 13-15).
La frase: "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias", es una constante que aparece en todas y cada una de las siete cartas que estamos desglosando. ¿Por qué se repite esta frase y aparece la palabra iglesias en plural? Porque estas siete cartas de Apocalipsis no necesariamente están dirigidas sólo a las iglesias históricas en las localidades de Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea, sino también a todas las iglesias que estén viviendo la misma situación y características que aparecen en cada una de estas iglesias de Asia Menor, a través del tiempo, como también es una profecía que nos dice que esas mismas condiciones históricas y en un lugar geográfico, prevalecieron en determinada época de toda la Iglesia. Pero acontece que a través de la historia sí se han tenido oídos para oír, pero no se ha oído la voz del Señor, y la Iglesia empezó a perder paulatinamente esos principios de vida corporativa provistos y revelados por el Señor en Su incorporación a la Iglesia. En este mismo orden de ideas, parece ser que se ha sembrado la semilla en terreno rocoso. El Señor le habla a las iglesias, no a denominaciones, sectas, religiones o grupos particulares. Si el cristiano no lo toma bajo esta perspectiva, corre el riesgo de no oír ni entender lo que habla el Espíritu. Si tienes capacidad para oír, podrás ver muchas cosas espirituales. Primero hay que oír la voz de Dios, y luego se tiene la visión de Dios. El Espíritu no habla a una iglesia única en particular ni a las que no lo son. El Espíritu habla a Su verdadero candelero en cada localidad. En el candelero se oye la voz del Señor, y por eso se puede ver lo que Dios está haciendo en Su Iglesia conforme Su economía. La casa de Dios tiene su propia economía; y la economía de Dios tiene que ver con la administración de Su casa, y es necesario que esa administración produzca el efecto que Dios desea, conforme Sus propósitos eternos. En griego, la palabra oikonomía se compone de oiko, que significa casa, hogar, y nomia, norma o ley; la ley de la casa o norma del hogar. Debemos obedecer esas normas de la casa de Dios. Hay muchas congregaciones denominacionales que erróneamente a sí mismas se llaman iglesia local, y eso se debe a que no han tenido oídos ungidos para oír lo que está hablando el Señor en Su Palabra.
De acuerdo con lo anterior cabe preguntar, ¿qué dice aquí el Espíritu Santo, que el Señor invita a las iglesias a oír? El Señor dejó un depósito y los hombres empezaron a olvidarse de ese depósito y a alejarse de la voluntad del Señor para su Iglesia. El depósito es todo el conjunto doctrinal revelado, así como las promesas, las esperanzas y los privilegios que comporta la condición cristiana. El depósito encierra la vida, el dogma y vivencia del andar de la Iglesia. Dice en 2 Timoteo 1:12-14: "12Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. 13Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. 14Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros". Y en Judas 3, se habla de "que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos", significando el conjunto de creencias o enseñanzas consideradas básicas para el cristiano.
El Señor quiere que trabajemos con Él para la recuperación de la unidad del candelero en cada localidad. El Señor dice que constantemente está observando la obra de las iglesias; que está atento a si hay autenticidad en lo que nos anima a servirle, si lo hacemos con amor, con ese bendito y gran amor con que Él obra en nosotros y nos da todo, pues cuando el motor o fuerza que nos mueve a servirle al Señor, es el amor hacia Él y no a nosotros mismos, la gloria de El y no la nuestra, Sus intereses y no los nuestros, exaltarlo a El y no a nosotros mismos, esa es la obra que le agrada. También dice que tiene en cuenta nuestro sufrimiento y nuestra paciencia ante las adversidades, y que eso no significa que nos abandona a nuestra suerte. El Señor tiene palabras aprobatorias sobre el sufrimiento en la Iglesia; pero el cristianismo contemporáneo desprecia el sufrimiento, lo rehuye, y en cambio proclama y se ocupa de la prosperidad en esta tierra, el poder coyuntural. Pablo le escribe a Timoteo: "3Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. 12Si sufrimos, también reinaremos con él" (2 Ti. 2:3,12). Asimismo se advierte que el Señor de un solo plumazo descarta la moderna teología de la prosperidad, cuando dice a sus discípulos: "24Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. 25Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. 26Porque ¿qué aprovechará el hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?" (Mt. 16:24-26). También el Señor nos abre los ojos ante los falsos obreros; que volvamos al primer amor de donde nos deslizamos.
La Iglesia como Cuerpo del Señor no tiene arraigo ni intereses terrenales, sino espirituales y celestiales, pero en el curso de la historia los papeles se fueron cambiando y la escala de valores se modificó de tal manera, que las personas perdieron el oído espiritual, y empezaron a no entender el lenguaje de Dios. Llegó el momento en que se olvidaron las verdades bíblicas y se reemplazaron por las tradiciones, los estatutos y reglamentos de los hombres, invalidando la Palabra de Dios. En la iglesia primitiva empezó la oruga a comerse la viña del Señor, pero en el curso de los siguientes períodos de la Iglesia, "lo que quedó de la oruga, comió el saltón, y lo que quedó del saltón, comió el revoltón; y la langosta comió lo que del revoltón había quedado" (Joel 1:4).

Recompensa para los vencedores
Otra frase constante en las siete cartas es: "Al que venciere". El Espíritu habla a las iglesias, o sea, a la Iglesia como un todo, pero la Iglesia no oye y falla, se va deslizando, desmejorando. Entonces el Señor se dirige a las personas individualmente para que se esfuercen y venzan, sean victoriosas, y, conforme a la historia de la Iglesia, en todos los tiempos ha habido personas victoriosas; en todas las épocas se han registrado personas vencidas, pero también vencedores, y para todos ellos hay galardón. Analice la parábola de las diez vírgenes. Es necesario vencer la respectiva situación degradada, y en el caso de Efeso se refiere a recobrar el primer amor hacia el Señor y rechazar la enseñanza y la jerarquía de los que se quieren enseñorear de la obra del Señor.
También en todas las cartas hay una recompensa diferente para los victoriosos. La recompensa a los que venzan en la carta a la iglesia en Efeso es, dice el Señor: "le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios". El paraíso de Dios es la Nueva Jerusalén venidera, distinto del paraíso que aparece en Lucas 16:23-26 y 23:46, donde aguardan la resurrección los santos que han gustado la muerte. El árbol de la vida es Cristo mismo, es la vid que nos alimenta. "Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador" (Juan 15:1). Es una enredadera que está a uno y otro lado del río de agua de vida en medio de la calle de la Nueva Jerusalén, la ciudad esposa del Cordero, en la cual culminará la Iglesia dentro de la economía de Dios (cfr. Apocalipsis 22:1-2). Hay varios tipos de Cristo como alimento, como el maná, el producto de la buena tierra de Canaán y sobre todo el árbol de la vida, que se remonta al Génesis. El comer del árbol de la vida era el propósito original de Dios, y ahora lo restaura con Su redención.
La Iglesia deja de alimentarse de Cristo, por recibir otros alimentos suministrados por la religión a través de las doctrinas de Balaam, de los nicolaítas, de Jezabel y de las profundidades de Satanás. Pero la Iglesia debe volver al banquete ofrecido por el Señor, porque el camino al árbol de la vida fue abierto de nuevo, un camino nuevo y vivo en Cristo (Hebreos 10:19-20). Es necesario abandonar la religión y alimentarnos de nuevo de Cristo, disfrutarle, volviendo a Él con el primer amor. El Señor es nuestro pan de vida (Juan 6:35, 57). No es lo mismo alimentarse de enseñanzas doctrinales que de Cristo como nuestro pan de vida. Siempre han circulado falsas doctrinas que han traído perturbación al pueblo de Dios. Esta promesa es un incentivo para estimular a los hijos de Dios para que no se dejen engañar con doctrinas perturbadoras y en cambio disfruten al Señor, y se hará efectiva como galardón en el reino milenial; pero todo vencedor puede empezar a disfrutarlo desde ahora, porque la vida de la Iglesia hoy es un gozo anticipado de la Nueva Jerusalén. El vencedor que se alimente de Cristo hoy, tiene ya asegurado que lo comerá como árbol de la vida en la Nueva Jerusalén. Los galardones son muy diferentes a la salvación. Los galardones son premios para los vencedores para recibirlos en el reino milenial, y la salvación es un regalo de Dios para sus escogidos desde antes de la fundación del mundo, y un regalo ni se gana, ni se merece, ni se pierde.

La continuidad apostólica
¿Cómo discurrió el enlace y continuidad apostólica del período de Efeso con el de Esmirna? Hay consenso en que el período de Efeso, o primer gran período de la Iglesia, finalizó con la muerte del apóstol Juan el evangelista, alrededor del año 100 d. C. Se sabe por Policarpo, el gran obispo de Esmirna, que Juan se estableció en Efeso hacia el año 60 d. C. y desde allí supervisó y salvaguardó las iglesias de Asia Menor. Se indica asimismo que en los últimos años del emperador Domiciano, alrededor del 86 d. C., fue deportado a la isla de Patmos, frente a la costa occidental del Asia Menor, por causa de su testimonio firme en el Señor Jesucristo, pero volvió a Efeso de nuevo en tiempos del emperador Nerva, donde murió. De esto lo sabemos por Papías y Eusebio de Cesarea.
En el curso del período de Efeso fue escrito todo el Nuevo Testamento, cuyo último libro, como se sabe, es el Apocalipsis de Juan, el discípulo amado, el último en morirse de todos los apóstoles del círculo del Señor. Pero esa línea, tradición y enseñanza apostólica no se perdió con la muerte del apóstol Juan, pues discípulos y compañeros de él continuaron; hombres de Dios de la talla de Policarpo (69-156), obispo de Esmirna, habían sido enseñados por los apóstoles, en especial Juan. Policarpo fue quemado vivo en tiempos del emperador Antonino Pío.
Policarpo a su vez seguramente influyó en la formación de Ireneo (130-195), otro nativo de Esmirna, y que más tarde formó parte de un grupo de evangelistas enviados desde Esmirna como misioneros a las Galias (hoy Francia), y llegó a ser obispo de Lyon. Se le debe mucho a Ireneo haber combatido los errores y herejías, en especial al gnosticismo. En una visita a Roma, escribió un extenso tratado "Contra herejías", afirmando que los apóstoles habían transmitido fielmente lo que habían recibido del Señor Jesús, sin mezclar ese depósito con ideas extrañas.
Discípulo de Juan y compañero de Policarpo fue asimismo Ignacio (31 - 107), obispo que fue de la iglesia de la localidad de Antioquía, y martirizado bajo la persecución del emperador Trajano.
Otro discípulo del apóstol Juan fue Papías (60 - 130), quien llegó a ser obispo de Hierápolis, en Frigia (hoy región de Turquía). Por Eusebio conocemos un testimonio de Ireneo en el que afirma que Papías fue oyente o discípulo de Juan, y compañero de Policarpo. De Papías se dice que escribió cinco libros, "Explicación de sentencias del Señor", la primera obra de exégesis del Nuevo Testamento, desafortunadamente perdidos, excepto los fragmentos conservados en la "Historia eclesiástica" de Eusebio de Cesarea. Pero hay quienes afirman que Eusebio se abstuvo de conservar más de los escritos de Papías por no compartir sus ideas milenaristas, como también sobre la caída de los ángeles y la explicación de los primeros capítulos del Génesis, que constituye una exégesis acerca de la simbología de Cristo y la Iglesia. Por Papías se conoce la autenticidad de los autores de los evangelios de Mateo, Marcos, Juan, las cartas de Juan y el Apocalipsis. Padeció el martirio en Pérgamo.
Es importante mencionar también a Clemente, quien fue obispo de Roma en los años 90-100, y es autor de una carta a los corintios, la cual es considerada por muchos como uno de los documentos más valiosos y más antiguos después del Nuevo Testamento, la cual, antes de que se formase el canon definitivo de la Biblia, fue considerada como inspirada por algunas iglesias primitivas. El nombre de Clemente aparece en "El Pastor" de Hermas, y se supone que se identifica con el Clemente que Pablo menciona en Filipenses 4:3, un colaborador íntimo del equipo de obreros del gran apóstol. Además de la carta mencionada, a Clemente falsamente se le atribuye la autoría de otros libros apócrifos como "Segunda epístola a los Corintios", dos "Cartas a las Vírgenes", "Homilías Pseudoclementinas" y "Relatos".
A fin de que el lector se vaya familiarizando más con algunos detalles de estas siete iglesias de Apocalipsis, anotamos que al período de la Iglesia correspondiente a Efeso, lo mismo que a Esmirna y Pérgamo, o sea, los tres primeros, el Señor no les menciona su venida; por lo tanto se les considera como períodos que caducaron sin que registraran continuidad y existencia histórica perdurable hasta la segunda venida del Señor. No ocurre así con los cuatro restantes, como lo veremos más adelante, a los cuales el Señor sí les revela Su venida. Esto significa que cuando ocurra eventualmente la segunda venida del Señor, no encontrará santos en la situación de Efeso, ni de Esmirna, ni de Pérgamo. Nótese que la llamada que el Señor hace al final a todas las iglesias ("el que tiene oídos...") y la promesa a los vencedores ("al que venciere...") se invierten en las cuatro últimas cartas (Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea). Esmirna y Filadelfia son las únicas que no reciben reproche alguno; en cambio, Laodicea es la única que no recibe ninguna alabanza. Éfeso y Laodicea se hallan en grave peligro; Esmirna y Filadelfia, en excelente situación; Pérgamo, Tiatira y Sardis, atraviesan por un estado espiritual mediocre.

1 comentario:

Unknown dijo...

Mi búsqueda personal, frente a tantas denominaciones y jerarquías, ha sido conocer los miembros de la verdadera Iglesia establecida por El Señor. Recibo con agrado su visión respecto a las 7 Iglesias del Apocalípsis, dentro de un marco histórico de hechos, dando cumplimiento a las profecías de nuestro Dios. No me quedó claro por qué la segunda carta a los corintios se considera un libro apócrifo.