lunes, 8 de enero de 2007

IV. Tiatira (3a. parte)

Capítulo IV
TIATIRA
(3a. parte)


La Inquisición
Para erradicar las "herejías", el catolicismo se valió no sólo de cruzadas sino también de la inquisición. En principio, la inquisición no era nueva. Tengamos en cuenta que las palabras inquisitio e inquisitor provinieron de la ley romana y, como mucha parte de la ley canónica, era tradición del Imperio Romano. Elías se queja delante del Señor que el pueblo de Israel había dejado el pacto con Dios. ¿Qué pasó en la Iglesia? Se repitió la historia; se trabajó por otros intereses y otros principios impulsaban el cristianismo, el cual se deslizó por un oscuro túnel, hasta tal punto de crear una verdadera organización destinada a la persecución y aniquilación de los que ansiaban volver a la verdad de Dios. Jezabel, una prefiguración bíblica veterotestamentaria de la iglesia apóstata, destruía a los profetas del Señor, los mataba, y, al contrario, introdujo en la nación una enorme cantidad de profetas paganos (cfr. 1 Reyes 18:13,19). Jezabel sabe perfectamente que eliminando a los auténticos profetas del Señor, el pueblo de Dios no recibe la verdadera orientación divina, quedando así vulnerable a los falsos profetas, quienes son expertos en guiar a los creyentes a la idolatría y al adulterio espiritual.
La Sagrada Congregación de la Inquisición, creada por Pablo III en 1542 para combatir la herejía, vale decir los que no están de acuerdo con la política y los postulados cesaropapistas, es conocida aún como Santo Oficio, pese a que su nombre fue cambiado por orden papal en 1965 por el de Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Y ya había antecedentes de la Inquisición desde el siglo XII. Por ejemplo, la historia registra de Inocencio III (1194-1216) que en sus largos veintidós años de papado hizo asesinar a más de un millón de supuestos "herejes". Por más de 500 años fue usada esta infame arma de la Inquisición para lograr mantenerse en el poder. El catolicismo romano se arroga el derecho de decidir lo que es recto, y quien no esté de acuerdo, debe ser eliminado. ¿Es este el método de evangelizar que manda el Señor en Su Palabra?
Durante los períodos de Efeso y Esmirna, los cristianos fueron perseguidos, encarcelados, torturados y muertos por orden del Imperio Romano; pero en el período de Tiatira, en la oscura Edad Media, su suerte es peor, al ser cruelmente perseguidos, encarcelados, sus bienes confiscados, torturados con los métodos más sofisticados y llevados a la horca o a la hoguera, muchas veces por el simple hecho de encontrarles en su poder un ejemplar de la Biblia, todo esto por orden de una institución creada por quien ostenta el título de vicario de Cristo, el dulce Rabí de Galilea, el mismo que dijo: "27Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; 28bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. 29Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues" (Lc. 6:27-29). Por alguna razón ni ellos mismos se han atrevido a canonizar a la reina Isabel la Católica, a Jiménez de Cisneros y a Tomás de Torquemada, principales protagonistas de la Inquisición española, país donde miles fueron llevados a la hoguera por su negativa a "convertirse" y bautizarse a la fuerza.
Los primeros inquisidores fueron elegidos principalmente entre los dominicos y los franciscanos. En la práctica la inquisición tenía al acusado por culpable mientras no se probara inocente, y no gozaba del derecho de conocer a sus acusadores. Hay quienes han calculado que durante los siglos de barbarie, la Inquisición fue responsable de la cobarde muerte de unos cincuenta millones de personas, y ¿a quién se le imputa esos crímenes? ¿Puede acaso una institución abstracta, a diferencia de un individuo, ser juzgada moralmente? Esos crímenes públicos fueron cometidos por individuos que desempeñaban roles y funciones cobijados en una poderosa y tirana institución político-religiosa, constituida por encima de quienes ostentaban el poder político, militar y económico. ¿Hasta el momento alguien ha podido llevar a esta avasalladora institución ante algún tribunal internacional? A la institución culpable de tantos males en la tierra se le ha aplicado el término convenientemente vago de "la Iglesia", con connotaciones obvias, y sin que se confunda con la Iglesia de Jesucristo.
Se dice que a una institución no se le puede juzgar moralmente, pero que sí se le puede juzgar desde el punto de vista de la ideología que la creó y la sostuvo. Respecto de esto, el mundo debe tener conciencia que el cesaropapismo lejos está de tener origen cristiano, y que llegó un momento histórico de su formación en que dejó de ser representativo del auténtico cristianismo bíblico. Tanto se alejó esa institución de los caminos de Dios, tan infiel le ha sido al Señor Jesús, que no ha hecho sino llenarse las manos de sangre, precisamente de la sangre de los seguidores de Jesús, obedeciendo, no los principios bíblicos, sino los que ha dictado el príncipe de este mundo desde sus mentiras edénicas, y "reglamentados" en el confuso paganismo babilónico. ¿Acaso el cesaropapismo representó alguna vez al cristianismo bíblico, ortodoxo y verdadero? ¿Al cristianismo de Pedro y de Pablo? De pronto resulta ilustrativa, a la vez que un poco equívoca con respecto a la salvación del hombre, la siguiente declaración del escritor inglés Aldous Huxley: "La Inquisición quema y tortura con el objeto de perpetuar un credo, un ritual y una organización eclesiástico-político-financiera considerada necesaria para la salvación del hombre". (ALDOUS HUXLEY, "The perennial philosophy", Londres 1946, pág.221).

El Indice. Estrechamente relacionado con la Inquisición o como una de sus actividades, el catolicismo romano elaboró un catalogo de libros cuya lectura prohibió u ordenó corregir, cuando eran contrarios a los intereses de ese sistema religioso. La Congregación del Santo Oficio (Inquisición) redactó en 1557 un documento titulado Índex Librorum Prohibitorum (Indice de los libros prohibidos), con la lista de libros a expurgarse. En enero de 1599, el papa Pablo IV decretó el Index romano o "lista de autores y libros en contra de los cuales la Inquisición romana y universal ordenaba a todos los cristianos se pongan en guardia, bajo pena de castigos y degradación". Pero antes de esa fecha en otros países habían publicado otros Índices; por ejemplo, en 1571 fue publicado otro en Amberes; otro en Madrid en 1584; en 1588 otro en Venecia, y en 1607, en Roma se publicó la edición especial del catálogo o índice oficial de libros de prohibida lectura.
Por ejemplo, el libro Monarquía, escrito por Dante Alighieri a comienzos del siglo XIV, fue colocado en el Indice de los libros prohibidos por el hecho de declarar que era necesario para la paz y el bienestar de la humanidad el establecimiento de una monarquía universal, la cual había sido asignada al pueblo de Roma, pero que el emperador recibía su autoridad directamente de Dios y no por medio del pontífice romano. También por la misma época fue condenado y colocado en el índice el Defensor Pacis, libro escrito por el médico italiano Marsiglio Mainardino y el francés Juan de Jandún, ambos profesores de la Universidad de París. Este libro, adelantándose a la Reforma, rebatió las pretensiones papales de la supremacía en el Estado y en la iglesia, pues el papado no debe tener jurisdicción sobre las naciones; repudió la idea de un imperio cristiano universal; declaró que Cristo y los apóstoles no reclamaron para sí poder temporal sino que se sometieron a sí mismos y sus bienes al Estado; que el clero debía seguir la norma de absoluta pobreza y que la iglesia no debía ostentar autoridad temporal; que en la Iglesia primitiva no había distinción entre sacerdotes y obispos, y que todos los obispos eran iguales; atacó la idea de la supremacía papal y sus énfasis en los privilegios del clero y su arrogación del dominio sobre el santo imperio romano. Los libros del humanista Erasmo de Rotterdam fueron puestos en el Indice porque discrepaba con quienes se oponían a que las Sagradas Escrituras fuesen leídas por el pueblo.

Jesuitas. También se considera históricamente relacionada con la Inquisición la orden religiosa de los Jesuitas, punta de lanza de la reforma católica. Esta controvertida orden religiosa masculina ocupa el lugar más importante, prominente y prestigioso del sistema católico romano. Fue fundada en 1540 por el aristócrata vasco Iñigo (Ignacio) de Loyola, con el nombre de Sociedad de Jesús, con el objeto de detener el avance y combatir al protestantismo durante el proceso de la Contrarreforma. Para nadie es un secreto que los jesuitas fueron los principales agentes para repeler los avances del protestantismo, y sus actividades hicieron que la sociedad fuera temida tanto por católicos romanos como por protestantes. Han sido mirados con sospecha, recelo y creciente antagonismo incluso por los círculos romanos como los miembros de otras órdenes religiosas y muchos del clero secular, y han sido considerados por muchos estadistas como baluartes del oscurantismo. Desde sus orígenes, la Sociedad de Jesús se ha preocupado por atraer a los jóvenes mejor dotados de todas las épocas.
A través de los siglos, los jesuitas se han caracterizado por su lealtad al papa romano, excepto en nuestros días, en que los veintisiete mil miembros de la orden han venido a ser importantes actores de enfrentamiento y se han visto envueltos en soterradas controversias relacionadas con el dogma ortodoxo del sistema católico romano, y después de cuatrocientos cincuenta años de historia, los jesuitas enfrentan muchos enemigos aun dentro del Vaticano. Por mucho tiempo se han dedicado aparentemente y de fachada a las labores misioneras y educativas, medios desde los cuales pueden influir poderosamente y manejar el timón de los resortes neurálgicos de la sociedad. No ha sido ninguna casualidad que los jesuitas se hayan dado a la tarea de educar personajes del tipo de Moliere, Voltaire, Descartes y James Joice, por mencionar algunos. Muchos de sus miembros usaron de intrigas políticas para lograr sus fines. Los jesuitas son expertos en entremeterse en la política de los estados, y apoyar movimientos izquierdistas o francamente comunistas, en el marco de la llamada "teología de la liberación", como en el caso de Nicaragua, donde apoyaron a los revolucionarios socialistas a hacerse con el poder, estando estrechamente vinculados a movimientos semejantes en Guatemala y El Salvador.
Para nadie es un secreto los vínculos que algunos han tenido con la guerrilla colombiana. En muchos países, incluido Colombia, a los jesuitas los han expulsado por su abierto intervencionismo en los asuntos del Estado. En 1759 fueron expulsados de los dominios portugueses; en 1764, de Francia y sus colonias; en 1767, de España y Nápoles. En 1773 y por casi durante una generación estuvieron suprimidos por el papa; solamente restaurados plenamente en 1814. En Estados Unidos de América se opusieron a la guerra del Vietnam y echaron fuego en el procesamiento de Nixon en el sonado caso de Watergate. Ellos acostumbran sembrar el caos para buscar la desestabilización de los Estados y luego demandarlos ante las organizaciones internacionales del tipo de Amnistía Internacional, y para llevar a cabo sus propósitos suelen participar activamente en actos de desobediencia civil y llevar la voz cantante atizando la caldera en las pugnas entre los bandos contrarios de los partidos políticos. Es bien conocido el hecho de que en ciertos círculos del catolicismo como los jesuitas se han destacado figuras abanderadas con la "teología de la liberación", una desviación teológica que surge hablando de una llamada "nueva iglesia", nacida del pueblo, dotada de nuevos argumentos, y que centra su atención en la supuesta liberación de las clases menos favorecidas de los países del tercer mundo, de sus opresores imperialistas. La teología de la liberación tiene su propio dios, diferente al Dios bíblico y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Es un dios panteísta que se inclina a preferir a los pobres, de acuerdo con los postulados y la concepción teogónico-teológica hegelianos, entre otros, del franciscano peruano Gustavo Gutiérrez. Muchas cosas se pueden esperar de este poderoso cuerpo religioso que, como afirman algunos, por su casuística suele confundir la verdad con la mentira.

Escolasticismo
De 950 a 1350 surgió en Europa occidental el escolasticismo, o teología escolástica, que se asocia con el conocimiento de hombres eruditos de la época. El escolasticismo fue un movimiento de resurgimiento de la filosofía griega debido a las traducciones al árabe y luego al latín hechas por judíos y mahometanos. Algunos definen la escolástica como un conjunto de sistemas filosóficos cuyo espíritu está teñido de religiosidad, pues tiene como tema fundamental la relación de la teología con la filosofía (incluye proposiciones metafísicas, teológicas, lógicas, etc.), y en la cual se le da la primacía a la teología, pero teniendo como fundamento y razón a la filosofía, particularmente la aristotélica y la platónica, heredada del mundo grecorromano pre-cristiano.
Los escolásticos tenían la finalidad de encontrar la relación entre la fe y la razón. Ese renovado interés hacia el estudio de la filosofía tuvo alguna relación también con el avivamiento del misticismo pietista que surgió a principios del siglo XII. Pero, ¿tendrá alguna relación la razón y sus connotaciones lógica y metafísica con la fe en los propósitos de Dios y lo que ha dado en el largo proceso de la revelación que culminó en Cristo? Debemos tener en cuenta que Aristóteles no mencionaba a Dios, y para él la "primera causa" era el principio de la existencia, no un ser personal, y describía al universo como eterno.
Alberto Magno y Tomás de Aquino trataron de reconciliar el conocimiento material aristotélico con la revelación suprema del cristianismo, dando lugar al llamado movimiento escolástico. Que los escolásticos hayan hecho alguna contribución original al estudio de la exégesis y de la teología bíblica es muy dudoso, pero ese afán de los escolásticos de reconciliar el dogma con la razón los llevó a establecer un sistema ordenado de doctrina, lo que en algunos de sus exponentes más conspicuos se conoce como sumas teológicas, como la de Tomás de Aquino. Su contribución puede traducirse mayormente a preparar el camino para los reformadores.
Para la mayoría de los escolásticos, la fe era primordialmente el asentimiento intelectual, más que la plena confianza en Dios. El escolasticismo y aun el neoescolasticismo entró prácticamente en la obsolescencia en los medios filosóficos y teológicos contemporáneos, aun dentro del catolicismo romano. Relacionamos a continuación un somero perfil de las principales figuras del escolasticismo en la Edad Media.

Anselmo (1033-1109). Nació en Aosta (Italia). Protagonista del avivamiento monástico en Normandía. A la edad de 60 años fue hecho arzobispo de Canterbury por Guillermo Rufus en una época de fuerte dominio de los laicos sobre los asuntos eclesiásticos, y por estas razones y por apoyar las reformas del papa Hildebrando, como el asunto de las investiduras y el celibato clerical, se vio en conflicto con Guillermo II de Inglaterra (Rufus) y su sucesor Enrique I, por lo que ambos llegaron a desterrarlo.
Anselmo fue llamado "un segundo Agustín", y gran parte de sus obras fueron escritas en el monasterio de Bec, Normandía, y se componen de: obras sistemáticas, oraciones y meditaciones y cartas. Sostenía que los dogmas mayores del cristianismo (creencia en Dios, la naturaleza de Dios, la Trinidad, la inmortalidad, la encarnación, muerte y resurrección de Cristo) podían ser alcanzados por la razón. De hecho fue un precursor del renacimiento teológico en occidente, poniendo las bases para el estudio de la teología escolástica. Sus obras teológicas más prominentes fueron:
* Monologium (Un soliloquio), es una meditación acerca de Dios. Sin apelar a la Biblia, trata de probar y describir la Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo.
* Proslogium (Un discurso), es una exposición de lo que a menudo se llama un argumento ontológico de la existencia de Dios. Anselmo fue el primero en hacerlo.
* Cur Deus Homo (Por qué Dios se hizo hombre), sobre la encarnación y la propiciación. Por la encarnación en María, Jesucristo, plenamente Dios y plenamente hombre y sólo Él, pudo hacer la necesaria satisfacción mediante Sus padecimientos y Su muerte, y hacer posible que Dios perdonase al hombre sin hacer violencia al equilibrio moral del universo. Se opuso al antiguo punto de vista sostenido desde los tiempos de Orígenes de que Cristo tuvo que pagar un rescate al diablo. Enseñó que Cristo murió para salvarnos mediante un sacrificio expiatorios.
* La procesión del Espíritu Santo (sobre la concepción virginal y el pecado original).
* De concordia.
Hasta el final de su existencia luchó Anselmo con el complicado interrogante de cómo conciliar el libre albedrío del hombre con la omnisciente presciencia y la predeterminación de Dios.

Pedro Abelardo (1079-1142). Teólogo y filósofo escolástico, nacido en Pallet, al norte de Francia. Este intrépido personaje fue el pensador más valeroso de la Edad Media, en un período de agitación intelectual. Puede considerarse como el fundador de la universidad de París. Era un cristiano sincero, pero estaba convencido que era la función de la razón, con el uso de la lógica aristotélica, refutar el error y enseñar la verdad recibida por medio de la revelación y aceptada por la fe. Entendía que el Verbo es la sabiduría (sofía), y los filósofos eran los amigos de la sabiduría; decía que los hombres lógicos son los hombres del Verbo (lógico de logos).
Son famosos sus amores con Eloísa, la sobrina de Fulbert, canónico de la catedral de Notre Dame en París, con quien tuvo un hijo ilegítimo, por lo cual se casaron secretamente, pero Fulbert, enfurecido por los acontecimientos, lo hizo castrar por mano de unos malhechores, y debido a toda esa oposición, ambos decidieron hacerse monjes.
Uno de sus libros más famosos fue Sic et Non (Sí y No), escrito en 1122, en el cual puso de acuerdo textos aparentemente contradictorios de las Sagradas Escrituras. Para Abelardo había perfecto acuerdo entre la fe y la razón. Era defensor del libre albedrío; insistía en las buenas obras más que en la obra expiatoria de Cristo en la cruz; además, se aproximaba al monarquismo modalista o patripasionismo, pues afirmaba que «Dios, como poder, es Padre; como sabiduría, es el Hijo; como amor, el Espíritu», exponiéndose en consecuencia a la acusación de sabelianismo. En sus enseñanzas veían tintes de arrianismo y nestorianismo, pues afirmaba que «Cristo es el hombre asumido por el Logos», acercándose demasiado al concepto de las dos personalidades sostenido por el nestorianismo. Enseñó que el Señor había muerto como mártir sólo para darnos ejemplo. Sus doctrinas teológicas y éticas fueron condenadas en el concilio de Soissons (1121) y en el de Sens (1141).

Hugo de San Víctor (1096-1141). Hijo de un conde sajón, pasó casi toda su vida como miembro de una comunidad de los canónigos agustinos de San Víctor en París, donde se desempeñó como profesor. Habiendo recibido la influencia filosófico teológica de Boecio, escribió varias obras incluyendo comentarios exegéticos bíblicos, sobre el sistema de Agustín, sobre la vida moral, el camino de los místicos y varios temas de fondo teológico.
Su mayor tratado De Sacramentis Fidei Christianæ (De los sacramentos de la fe cristiana), es un examen teológico que compendia la creación, Dios y la Trinidad, la caída del hombre, el pecado original, la encarnación y los sacramentos. Como figura notable del escolasticismo, Hugo dividió el conocimiento en dos ramas, la teología y la filosofía y hace sus disquisiciones acerca de la razón. Curiosamente dice que el hombre dispone de tres conductos u órganos mediante los cuales recibe el conocimiento: El ojo físico, el ojo de la mente, y el ojo del espíritu, y a lo que se percibe por el ojo del espíritu él lo llama la contemplación; pero a su manera está afirmando las tres partes del hombre: cuerpo, alma y espíritu.

Pedro Lombardo (1100-1160). Este contemporáneo de Abelardo, Bernardo de Claraval y Hugo de San Víctor, nació en Novara (Lombardía), estudió en Bolonia y Reims y enseñó en la escuela de la catedral de París, y en sus postreros años fue nombrado arzobispo de París. Fue influido por Abelardo y Hugo de San Víctor, y profundamente deudor de los aportes de Agustín, Juan Damasceno y Graciano el canonista. Fue conocido como «el padre de la teología sistemática» y como el "maestro de las sentencias" debido a sus famosas Sentencias, el libro de texto más usado en las facultades de teología del medioevo, cuyo título era Quatuor Libro Sententiarum, o Cuatro Libros de Sentencias, saturados de citas de los llamados padres de la Iglesia, cuyo contenido es:
1º - Dios, Su naturaleza, la Trinidad, los atributos de Dios, la predestinación.
2º - La creación de Dios, los ángeles, el hombre, el libre albedrío, la necesidad de la redención.
3º - La obra de la redención efectuada por Cristo, la cuestión de si Cristo era plenamente humano, los frutos del Espíritu y las siete virtudes cardinales. Un error que Lombardo tuvo consistió en que en materia cristológica prácticamente niega la humanidad de Cristo, pues afirmaba que «el Logos tomó la naturaleza humana sólo como una vestidura para hacerse visible ante los ojos de los hombres».
4º - Los sacramentos y la escatología. Fue uno de los primeros en afirmar que los sacramentos eran siete, sistematizando de esta manera algo que no tiene respaldo bíblico, pues de acuerdo con la Palabra de Dios el Señor sólo dejó dos ordenanzas: el bautismo y la santa cena. Contribuyó a la dogmatización de la creencia en la eficacia de los sacramentos como generadores o causantes de la gracia, asunto este sostenido aún en los círculos católico-romanos.

Buenaventura (Juan de Fidanza) (1221-1274), llamado el doctor seráphicus. Superior y reformador de los franciscanos a la muerte de Francisco de Asís, convirtió a esa orden religiosa en un instrumento al servicio del papado. Llegó a ser obispo de Albano cardenal, y fue responsable por la elección de Gregorio X en 1271. Hay quienes lo catalogan como un místico influido del neoplatonismo a través de Agustín y los escritos atribuídos a Dionisio el Areopagita. Conocía y hacía uso de la dialéctica escolástica. Otras corrientes lo tienen como un político y hombre de mundo, pero sus obras teológicas han sido consideradas importantes en su contexto histórico.

Alberto Magno (1200-1280), llamado también doctor universalis. Nació en Alemania, pero estudió en varios centros culturales, incluyendo algunas ciudades italianas, llegando a ser uno de los ingenios más universales de su siglo, aún mayor que su discípulo Tomás de Aquino, pues sus conocimientos abarcaron la arquitectura, la alquimia, la filosofía, la botánica y la teología. Con Aquino, se les considera los dos más prominentes pensadores dominicos. Conocía el pensamiento neoplatónico y aristotélico, y en su obra Teodicea, o Tratado de Dios, se muestra influido, además, por la escuela de Agustín de Hipona y los filósofos judíos y árabes. Se dice que su pensamiento tiene tendencias panteístas.

Tomás de Aquino (1224-1274). Llamado el doctor angélicus y doctor communis, y considerado el teólogo más importante del escolasticismo. Nació en Rocaseca, cerca de Montecasino, hijo del conde de Aquino y emparentado con la casa imperial de Hohenstaufen. Este dominico estudió en París y Colonia con Alberto Magno. Era tan callado y corpulento cuando estudiante que le llamaban "el buey mudo", pero Alberto decía: "un día este buey llenará al mundo con sus mugidos". Enseñó y escribió en varios países: Francia, España, Italia, donde fue miembro de la corte papal. Bajo la influencia de la teoría aristotélica y convencido de que la fe y la razón no se contradecían, sino que se apoyaban mutuamente, intentó sintetizar la teología y la filosofía, fe y razón, naturaleza y gracia, bajo la suposición que provenían de la misma fuente, Dios. Más bien difería de Agustín y su estructura neoplatónica.
Fue un escritor ubérrimo, pero sus dos obras cumbres y representativas de su pensamiento son su Summa Contra Gentiles y su Summa Theologiæ, que dejó incompleta debido a su prematura muerte a la edad de 49 años. La Summa Theologiæ, o Suma Teológica fue la obra magna de la escolástica, considerada por mucho tiempo por sacerdotes y teólogos católicos, casi de igual valor que las Sagradas Escrituras.
No obstante su aristotelismo, para Tomás de Aquino no toda la verdad ha de ser alcanzada por la razón, también por la revelación de Dios, asimilada por la fe en relación con el sentir y la voluntad. Para él la existencia de Dios puede demostrarse por el conocimiento que obtenemos por nuestros sentidos y nuestra razón. No fue un innovador de doctrina alguna, sino un exponente sistemático de la teología católica oficial de su tiempo. Los discípulos de Aquino se enredaron en vanas disquisiciones dando a veces más importancia al mero raciocinio que a la revelación divina. En materia de cristología, puede afirmarse que Tomás de Aquino seguía la línea tradicional mantenida a través de los concilios, pero concordada con Pedro Lombardo en afirmar que el Logos-persona había tomado para sí naturaleza humana impersonal.

Juan Duns Escoto (1264-1308), llamado el Doctor Súptilis. Este franciscano nació al sur de Escocia y estudió en París donde recibió el doctorado en teología, y fue catedrático en Oxford. Murió en Colonia teniendo un poco más de 40 años. Crítico y oponente de Aquino entre la fe y la razón, pues para él es imposible comprobar doctrinas claves por medio de la razón. Afirmaba que las mayores creencias cristianas deben ser creídas solamente sobre la base de la autoridad de la iglesia o de las Escrituras. Debemos tener en cuenta que para Aquino la voluntad de Dios obra de acuerdo con la razón, aun de la humana, en cambio Duns Escoto se inclina por la libertad y soberanía de la voluntad de Dios, y no atado a la razón, aunque no pensaba en Dios como caprichoso, ni como creador de caos, pero fue Su voluntad perfecta la que creó el universo y no Su razón ni Su mente. Su teología de la justificación descansaba en la acción arbitraria de Dios, quien decide imputar la justicia a los hombres; pero este concepto corre el peligro de considerar a la pasión de Cristo como no realmente necesaria.
En materia de Cristología, Duns Escoto tenía claridad sobre la encarnación del Verbo y la existencia de las dos naturalezas, la divina y lla humana, en la única Persona del Señor, pero que la naturaleza humana está subordinada a la divina, pero ésta no es limitada por su relación con la naturaleza humana.

Guillermo de Occam (1300-1349). Nació en Surrey (Inglaterra). Este radical, rebelde y controversista seguidor de Duns Escoto, contribuyó al derrumbamiento del escolasticismo, sobreviniendo la consumación entre la fe y la razón, argumentando que los dogmas del cristianismo, aun los fundamentales como la existencia de Dios y la inmortalidad del alma, no pueden ser probados por la razón y la lógica, sino aceptados por la fe y creídos debido a que están contenidos en la Biblia, pues no se puede conciliar la sabiduría humana con la sabiduría de Dios, entre las cuales hay un abismo insondable.
Ya lo dice Pablo que para los sabios de este mundo, incluídos los filósofos griegos, la cruz era una necedad. La fe se basa en la revelación de Dios aparte de toda prueba de la razón y del intelecto humanos. Occan se distinguió también por haber liderado un fuerte ataque contra el poder político papal, trabajando por la separación e independencia entre el Estado y la iglesia, declarando asimismo que el papa es un hombre falible como todos los mortales, y que no tiene poder para agregar nuevos artículos de fe. Los escolásticos se esforzaron por conciliar la filosofía griega con la cruz y lo que ella representa, y ante su impotencia, este movimiento no sobrevivió el medioevo, salvo un eventual resurgimiento a principios del presente siglo, conocido como neoescolasticismo, de efímera existencia.

Las indulgencias
Surge en la época de la escolástica el desarrollo de lo relacionado con las indulgencias, algo que tenía sus raíces en las anteriores centurias del cristianismo, particularmente con el papa Gregorio I el Grande, asociadas con creencias heredadas de la religión babilónica y las filosofías griegas. A raíz de la dogmatización del "sacramento" de la penitencia, el sacerdote se encargaba de imponer la disciplina por los pecados perdonados, y esas disciplinas se catalogaban conforme la gravedad de la ofensa, y que oscilaban entre el ayuno, las peregrinaciones (al Vaticano, a Tierra Santa u otros lugares catalogados como santuarios), autoflagelación, pero también incluía las dádivas al clero, lo cual ocasionó el desarrollo de la teoría y de la práctica de las indulgencias, que fueron en los tiempos de Lutero el florero para que se encendiera la llama de la Reforma.
Las indulgencias al principio se limitaban a donaciones a monasterios y parroquias. El sistema católico empezó a enseñar que si las penas "temporales" no se cumplían en esta vida, serían cumplidas o sufridas después de la muerte, en un imaginario lugar llamado "purgatorio", acerca de lo cual había hablado tentativamente Agustín de Hipona, doctrina que afirmó el papa Gregorio Magno y que llegó a ser parte de la teología medieval. Incluso Agustín mencionó cierto beneficio que las almas muertas podían recibir de la misa, y eso dio pie para que las oraciones, las misas y las indulgencias por los muertos llegaran a ser práctica común en la iglesia apóstata.
Fue así como en el siglo once, en pleno apogeo escolástico, comenzaron a conceder indulgencias plenarias, y eso equivalía a la remisión de todas las penas temporales por los pecados, y la persona que la recibía ya no tenía que sufrir en el purgatorio, sino que al morir iba directamente al cielo, o sea, que el pontífice romano pretendía tener y aun delegar en los obispos la facultad de omitir el castigo temporal por los pecados. Históricamente el primero en conceder las indulgencias plenarias fue el papa Urbano II a los que se alistaran en la primera cruzada, y a los que la apoyaran con sus donativos. Pero causa curiosidad que gente pensante de la talla de teólogos escolásticos como Alberto Magno, Tomás de Aquino y Alejandro de Hales llegaran a desarrollar el principio de "la tesorería de la iglesia" que, teniendo en poco la obra completa de Cristo en la cruz, consistía en la peregrina idea basada en que los apóstoles, la virgen María y los santos mártires habían hecho más de lo necesario para asegurarse la vida del cielo, acumulando así un superávit de merecimiento ya enriquecido por lo que Cristo había hecho. Era tratado como un tesoro especial de la iglesia, y que ella repartía por medio de los sacramentos. ¿Estaba el Señor de acuerdo con todo eso? No. Su Santa Palabra dice que:
"12A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (Jn. 1:12-13).
"16Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios" (Juan 3:16-18).
"De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna" (Jn. 6:47).
"Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Ro. 5:1).
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Ef. 2:8-9).
"De gracia recibisteis, dad de gracia" (Mt. 10:8b).
"La dádiva (el regalo) de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro" (Ro. 6:23b).
"Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Ro. 8:1).
De las anteriores citas bíblicas se puede colegir que una persona no puede salvarse por las formas u observancias externas, ni por los méritos personales ni propios ni ajenos, sino por la obra redentora del Señor Jesús, y sólo por ella, y para que por la fe venga Dios a morar dentro del hombre por Su Espíritu. En su tesis número 62, Lutero dice que "el verdadero tesoro de la Iglesia es el sacrosanto evangelio de la gloria y de la gracia de Dios". Entonces, ¿qué hacer con semejante superávit de merecimiento que se desperdiciaba en el cielo? Fácil; al papa romano supuestamente le había sido concedido aprovechar y transferir parte de dicha riqueza a fin de reducir y aun cancelar la cantidad de buenas obras exigidas a los pecadores penitentes, como satisfacción por sus ofensas. Sólo faltaba la aprobación oficial del Vaticano, la cual fue dada por Clemente VI en 1343.
Es necesario tener en cuenta que fue tan impresionante la estructura teológica de Agustín, que desafortunadamente la iglesia apóstata sólo aceptó una parte de sus conceptos y doctrinas; me atrevo a decir que aceptó sólo esa parte que necesariamente no estaba sustentada por la Palabra de Dios, o si estaba fue lamentablemente tergiversada. Damos algunos ejemplos. Hemos mencionado que Agustín afirmaba que tanto los sacramentos como la Palabra de Dios servían como medios de gracia; de eso la iglesia apóstata puso el mayor énfasis en los sacramentos hasta el día de hoy. Agustín había hecho alguna diferenciación entre la iglesia como institución visible y la iglesia como la comunión de los predestinados, de los que tienen el Espíritu; la iglesia apóstata no llegó a negar la segunda, pero puso mayor énfasis en la primera, y hay muchos otros ejemplos, hasta que todo se fue institucionalizando por el lado enfatizado.
Todo este montaje y enredo de las indulgencias fue ignorado por los cristianos primitivos; y no es difícil imaginar el paralelo tráfico de influencias que se generaría por parte de algunos penitentes buscando influyentes palancas entre los eclesiásticos a fin de que intercedieran ante las altas esferas de la clerecía para que por medio de las indulgencias se les redujera el período de prueba. De todo esto podemos concluir fácilmente que al instituir las indulgencias pagadas como válidas también para el mundo invisible, en su momento era necesario complementarlo con lo del "purgatorio", las misas por los difuntos, y el culto de los santos.
Pero Dios suscitó personas valientes como Antonio, arzobispo de Florencia, que se atrevió a escribir: "No poseemos ningún testimonio en las Escrituras o en los Padres para probar las indulgencias, sino solamente la autoridad de algunos autores modernos" (SUMMA DE TEOLOGÍA, parte 1ª, título 10, cap. 3, pág. 202, Venecia 1582). Juan de Wesel, eminente profesor y rector de la Universidad de Erfurt, donde años más tarde estudió Lutero, en el año 1481 murió condenado por hereje por haber enseñado que las indulgencias eran un engaño piadoso, que el laicado debería participar de la copa en la eucaristía y que la autoridad de la Biblia estaba por encima de los papas y concilios.
Juan XXII, quien ocupó el cargo de papa en su corte en Aviñón, estableció una constitución relacionada con las taxæ sacræ pænitentiaræ (El nombre de la Rosa. Umberto Eco. RBA Editores, S.A., Barcelona, 1994. Pág.280), a fin de obtener ganancias con los pecados de los religiosos. Ejemplos: Eclesiástico que pecaba carnalmente con una monja, con una pariente o con una mujerzuela; por la absolución debía pagar 67 liras de oro y 12 sueldos. Por actos bestiales debía pagar 200 liras. Por actos con niños o animales y no con hembras, 100 liras. Una monja que se hubiere entregado a varios hombres, al mismo tiempo o en diferentes ocasiones, dentro o fuera del convento, y que después aspirara a ser abadesa, debía pagar para obtener el perdón papal, 131 liras de oro y 15 sueldos. ¿Cuántos papas se involucraban en este comercio de indulgencias y perdón de pecados?
También existe un libro que escandalizó a Martín Lutero, titulado Taxa Cameræ (se puede leer todo este documento en el excursus I del capítulo V, Sardis) seu Cancelleriæ Apostolicæ (La autenticidad de esta obra es confirmada por Poliodoro Virvil (De Nat. Rer. Libro VIII) y Claude d’Esoence, rector de la Universidad de París (Comentario sobre Tito 1:7). También Audofredo enumera las ediciones del libro publicadas en Roma, más de 25, en una obra dedicada a Pío VI. Gregorio XIII auspició una de las tantas ediciones posteriores), donde León X, a la sazón pontífice en tiempos de Lutero, estipula la tarifa a pagarse para obtener del papa el perdón por cualquier clase de pecado. He aquí algunos pecados con sus correspondientes precios:
Impureza.......................................................................... 27 liras
Adulterio........................................................................... 87 liras
Homicidio de un sacerdote con penitencia pública...... 27 liras
Homicidio de un sacerdote con penitencia privada..... 63 liras
Por matar un obispo...................................................... 131 liras
Concubinato de un sacerdote......................................... 21 liras
Una mujer que bebe un brebaje para provocar un aborto... 1 ducado y 6 carlines
Violación de un juramento en relación con asuntos civiles... 7 liras
Matrimonio en primer grado de parentesco....... 1.000 liras
Por un soldado de la causa católica que no aceptó a matar a un hereje.. 36 liras.
¿La Reforma le puso fin al comercio de las indulgencias? No; la institución romano papista la puso en vigencia hasta los tiempos contemporáneos. En la última sesión del concilio de Trento fue aprobado el decreto sobre las indulgencias. Entonces ya no sólo tuvo aprobación papal sino también aprobación conciliar. Todavía en el siglo XX, el sistema católico romano suele presentar ciertos medios para alcanzar la gracia de Dios, como los sacramentos, incluyendo la confesión y la penitencia; las indulgencias, aunque parezca un anacronismo; la mortificación de la carne puede que la hayan "desdogmatizado", pero la siguen tolerando, y aún la practican en los conventos y seminarios; todavía queda en el ambiente ese tufillo de que una persona por el hecho de ingresar en una orden religiosa de hecho es matriculada en una privilegiada élite espiritual, de gente especial delante del Señor.

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