martes, 9 de enero de 2007

I - Éfeso (2a. parte)

Capítulo I
É F E S O
(2a. parte)

Una Iglesia llena de amor
"2Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; 3y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado" (Apo. 2:2, 3).
Es absolutamente innegable que la profunda experiencia pentecostal de la Iglesia apostólica, la cambió radicalmente, iluminándole el entendimiento a los hermanos acerca de las verdades de Dios; pudieron ver con claridad lo que realmente era el reino de Dios; fueron transformados en verdaderas criaturas nuevas; Dios proveyendo un odre nuevo para que contenga y preserve Su vino nuevo; fueron llenos de poder espiritual, de la autoridad representativa de Dios, sabiduría divina, poder de convicción; fueron confirmados los dones, ministerios y operaciones en el ámbito individual para el servicio corporativo, y empezaron a alumbrar las lámparas comenzando desde Jerusalén. El Señor resalta las buenas obras y virtudes de la iglesia en Efeso; el arduo trabajo, la paciencia, que los movía a difundir las buenas nuevas, a perfeccionar a los santos, a esmerarse por el cuidado de las necesidades de los santos pobres, a fomentar la unidad del Cuerpo y la edificación de la casa de Dios. La iglesia en Éfeso no se descuidaba en el trabajo para el Señor. También era sufrida y paciente. En esos primeros tiempos la Iglesia corporativamente obraba movida por los estrechos vínculos del amor de Dios, del amor ágape, el amor que los creyentes deben sentir los unos por los otros, y la unidad en el Espíritu. Tengamos claro que el Señor siempre nos ama. Lo crucial es que nosotros le amemos a Él, y que ese amor permanezca, que no se desvanezca; cuando nuestro primer amor no se afloja, entonces hay vida, y el amor nos proporciona las condiciones para alimentarnos del árbol de la vida, que es Cristo; y cuando en la Iglesia hay vida, entonces hay luz, la luz del candelero. El asunto está en nosotros, no en el Señor. Cuando la iglesia primitiva se reunía, a menudo celebraban un ágape, en el cual también partían y comían el pan y bebían de la copa en memoria del Maestro, porque Él había ordenado que se hiciera esto hasta que Él volviese. Ellos comían el pan de la unidad, y el Señor quiere que nosotros hoy sigamos participando de aquel mismo y único pan; no un pan fraccionado y sectario, porque hacemos parte de un solo Cuerpo. La Palabra de Dios nos da testimonio de esa unidad de vida y de ese obrar, por la vida del Señor en Su Iglesia.
"32Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. 33Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. 34Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, 35y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad" (Hch. 4:32-35).
Durante el subperíodo apostólico, la Iglesia se caracterizaba por su absoluta obediencia a la voluntad del Señor glorificado. Ya al final de ese período, la Iglesia aún era deseable al Señor, y Dios había encontrado fidelidad y obediencia entre los redimidos, en contraste con la infidelidad y rebelión de las criaturas comenzando en el cielo con Lucero, el querubín protector, quien a su vez había hecho caer en el mismo pecado a toda la humanidad a través de la primera pareja. En la historia, había encontrado Dios un hombre obediente, Abraham, y a través de él formó al pueblo de Israel, pero ese pueblo también le falló. Finalmente la Iglesia le fue obediente, viviendo la comunión del Espíritu, la vida corporativa, de manera que el testimonio de los hermanos constituía en ese tiempo una poderosa influencia por medio de la cual transtornar el mundo. Era una Iglesia laboriosa; todos daban testimonio del evangelio; todos se esforzaban porque estaban llenos del amor de Dios y amaban al Señor y a Su obra, y el Señor se manifestaba con la realización de grandes prodigios y milagros. La Iglesia no tenía faltas; cuando alguien osó incurrir en egoísmo, avaricia y falsedad, inmediatamente cayó muerto. Reinaba el gozo en la comunión y en el cuerpo se vivía el interés por ayudar a los más necesitados, los santos pobres.
En ese tiempo aún la Iglesia estaba integrada en su totalidad por judíos, con la excepción de algunos prosélitos que, como Nicolás el diácono y el etíope eunuco, se trataba de gentiles que inicialmente se habían convertido a la fe de los judíos, y ahora habían creído en el Señor Jesús por la predicación de los apóstoles, como aparece en el libro de los Hechos en el día de Pentecostés (cfr. Hechos 2:10). No obstante estos y otros ejemplos, las declaraciones de las Escrituras y las propias palabras del Señor en sus instrucciones finales, ninguno de ellos podía ni siquiera imaginarse que los gentiles pudiesen llegar a ser admitidos; aún no había sido plenamente revelado el misterio sobre la Iglesia, que "los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio" (Ef. 3:6). Fue conflictivo para muchos de los primeros cristianos tener claridad sobre si la Iglesia se configuraba como una secta más dentro del judaísmo, o una asamblea independiente y distinta. De ahí la razón por la cual el apóstol Pedro necesitase de una visión del Señor y la insistencia del Espíritu Santo para que se sometiera a ir a la casa de Cornelio, el centurión romano, para predicarle el evangelio junto con toda su familia, el cual se registra en el libro de los Hechos como el tercer gentil convertido.
Es necesario aclarar que es comprensible que en los albores de la Iglesia, alguna facción ultra judía, sobre todo de la secta de los fariseos, pretendiera que no podía haber salvación fuera de Israel, y con mucha energía pregonaban que los discípulos gentiles debían observar todas las reglas de la ley judaica, como lo del sábado como día de descanso, circuncidarse, la distinción entre los alimentos limpios y los impuros, etcétera, como medio para justificarse ante Dios. A raíz de esta fuerte controversia, se vio amenazada la unidad de la Iglesia, por lo cual fue necesario que en el año 50 d. C. se celebrase un concilio con los apóstoles y ancianos en Jerusalén, por medio del cual llegaron a un sabio acuerdo, por el momento, bajo la iluminación del Espíritu Santo, pues la ley sólo ata a los judíos, y no a los gentiles creyentes en Cristo. Una parte destacada de los cristianos, entre ellos Pablo, insistían que si los discípulos de Cristo se sometían a observar la ley, despreciaban la gracia de Dios en Cristo y caían de ella, dando muestras de no entender la esencia misma del evangelio (cfr. Hechos 15 y Gálatas 5:1-6). La Iglesia del Señor Jesús es para toda raza y nación y no exclusiva para los judíos. Era necesario, además, que la Iglesia no pareciera como una de las sectas del judaísmo, o una más de las múltiples religiones que pululaban por todo el imperio romano. No obstante la Escritura registra que el trabajo de zapa de los judaizantes continuó por mucho tiempo en varias localidades como las de la región de Galacia, con las consecuencias que presenciamos incluso en el día de hoy.
Por ser en su mayoría de raza judía los santos de la iglesia en Jerusalén, acostumbraban en ciertas horas del día ir al templo a orar, como lo hicieron Pedro y Juan, sin embargo, es notorio que desde su nacimiento la Iglesia se reunía en las casas para celebrar la Cena del Señor, su reunión principal, como lo consigna Hechos 2:46: "Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón". Ellos fueron iluminados por el Espíritu Santo para comprender que el verdadero templo de Dios es la Iglesia, compuesta por los santos redimidos; que no debían darle importancia a los edificios hechos por los hombres. El diácono Esteban lo explicó delante del sumo sacerdote y los ancianos del Sanedrín de Israel, cuando dijo: "...si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano..." (Hec. 7:48), y esto le valió haber sido apedreado hasta el martirio. Más tarde, pasada una generación, el Señor permitió que el templo de la obsoleta religión judía, fuese destruido totalmente, sin que hasta el momento de escribir estas cuartillas (1997) haya sido nuevamente construido.
En ese ardoroso subperíodo apostólico, quien iba a la vanguardia de la Iglesia del Señor, indiscutiblemente era el apóstol Pedro; defendiéndola, extendiéndola, representado la autoridad y el poder del Señor en todos los frentes del desarrollo de la Iglesia. Este hecho de ninguna manera significa que el apóstol Pedro haya sido papa, o que haya recibido del Señor algún encargo de tipo político o gubernativo. El mismo declara que no fue papa, cuando escribe a los santos expatriados de la dispersión en la región del Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, diciéndoles: "Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo..." (1 Pe. 5:1). Aquí la palabra anciano significa también, y así es traducida en diferentes versiones, presbítero, pastor, obispo; sin que necesariamente se constituyera en el obispo de obispos. El papado es una institución italiana de origen pagano, desarrollado en los albores de la Edad Media, que dista mucho de tener raíces en la Biblia y en la revelación dada por el Señor, de manera que un hombre de la talla espiritual de Simón Pedro, lejos está de haber sido el primer papa romano. Aun entre el tiempo en que vivió Pedro y el inicio del papado en Roma, media alrededor de unos cinco siglos. Estaremos ahondando sobre este tema en el capítulo IV, cuando estemos estudiando el período de Tiatira.
Con el ministerio de Pablo, el apóstol del mundo no judaico y especialmente el mundo helenista, en la segunda mitad del primer siglo, se desarrolló la enseñanza de las grandes y profundas doctrinas y dogmas de la Iglesia cristiana. En su tercer viaje misionero vino hasta Efeso, en donde permaneció por más de dos años enseñando cada día en la escuela de un discípulo llamado Tiranno, constituyendo así a Efeso como centro neurálgico de la obra, cuyos resultados fueron manifiestos no sólo en la iglesia de esa localidad, sino también en la propagación del evangelio por toda la provincia de Asia, en donde estaban ubicadas las siete iglesias de Asia que son objetos de sendas cartas en Apocalipsis, asunto que estamos examinando. Indudablemente en ese tiempo la iglesia en la localidad de Efeso pasaba por un período de gran madurez espiritual, tanto que alrededor del año 64, Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, le escribió una de las cartas más profundas que haya podido escribir.

Los apóstoles
De acuerdo con los versículos 2 y 3, la iglesia de Efeso recibe palabras de aprobación del Señor, y uno de los motivos es debido a que ellos probaron en su tiempo a los que se decían ser apóstoles y en realidad no lo eran, sino que habían comprobado que eran falsos. Los hallaron mentirosos, hipócritas, con la apariencia de piedad propia de los maestros relacionados con el gnosticismo, los cuales ya empezaban a contaminar las iglesias con sus errores. También nos indica que además de los doce, el Espíritu Santo ya había constituido otros apóstoles, entre los cuales se camuflaban algunos falsos, para sembrar la confusión y el engaño. ¿Qué significa ser un apóstol? La palabra apóstol viene del griego apóstolos (απόστολος), que significa enviado o apartado para. Conforme a la Palabra de Dios, los apóstoles son los que Dios escoge y envía a fin de que trabajen en Su obra, siguiendo los lineamientos de Su soberana voluntad e iniciativa. Las tres Personas de la Trinidad se han encargado de enviar apóstoles.
El Padre envió a Su propio Hijo, el Señor Jesús, quien fue el primer Apóstol (cfr. Hebreos 3:1). Así como el Padre envió al Hijo, el Señor llama y envía a Sus doce apóstoles al trabajo que Dios ha determinado previamente (Juan 20:21; Efesios 2:10). El Padre los toma del mundo, y siendo de propiedad del Padre, se los da al Hijo, quien a Su vez los envía (Juan 17:6). De manera que la primera y más importante característica de un verdadero apóstol de Jesucristo, es que no es voluntario; no se ha hecho apóstol por su propia voluntad, sino que es enviado por Dios. Ahí tenemos el ejemplo en los doce que el Señor escogió, pues ni aun Matías, el que reemplazó a Judas Iscariote, se ofreció voluntariamente, sino que el Espíritu Santo lo confirmó, según Hechos 1:15-26.
El Señor Jesús ascendió al Padre, pero envió al otro Consolador, al Espíritu Santo, quien desde ese tiempo retomó la responsabilidad de nombrar a otros apóstoles con el encargo de continuar con el trabajo de la obra de Dios iniciada por el Señor y los doce, en la edificación y crecimiento del Cuerpo. Existen algunas escuelas de pensamiento en el campo teológico que sostienen que fuera de los testigos de la resurrección del Señor, no hay más apóstoles; pero de acuerdo con la Palabra del Señor, por ejemplo los versos 11 y 12 del capítulo 4 de Efesios, los sucesores de los doce son ministros de la edificación del Cuerpo de Cristo, asunto este que nos lo enseña claramente también la Palabra en Hechos 13:2 y siguientes, cuando el Espíritu Santo aparta y envía a Saulo y a Bernabé a la obra del Señor, y a quienes también se les llama apóstoles (Hechos 14:4,14). Los ministerios de Efesios 4:11, incluido el apostolado, existen y existirán en la Iglesia del Señor, para el trabajo de capacitación y perfeccionamiento de los santos, a fin de que todos nos ocupemos en "la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Ef. 4:12-13). No debemos ignorar que el Señor está trabajando para que esa unidad se perfeccione y se refleje en nuestro tiempo. Ahora bien; en el libro de los Hechos de los Apóstoles, así como en las cartas del apóstol Pablo, encontramos a menudo evidencias de que el Espíritu Santo había constituido a muchos otros hermanos como obreros de Dios, enviados a efectuar la obra a la que El previamente los había llamado; pero el asunto es que empezaron a aparecer falsos apóstoles, que incluso recorrían las iglesias de la obra, entre los cuales es posible que se encontraran los judaizantes, quienes pretendían que los santos procedentes de los gentiles, se esclavizaran a guardar ciertos ritos de la ley judía como la circuncisión y el observar las fiestas religiosas judías; esto, además de pervertir el evangelio de Cristo, produjo perturbación entre ellos, ya que, como es de suponer, denigraban de Pablo, diciendo que no era un auténtico apóstol, según ellos, porque no hacía parte de los doce y alegaban que Pablo no predicaba el legítimo evangelio. Con base principalmente en esas consideraciones, Pablo escribió la epístola a los Gálatas, y por otro lado hace la defensa de su apostolado en los capítulos 11 y 12 de la segunda epístola a los Corintios.
"13Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. 14Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. 15Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras" (2 Co. 11:13-15).
De acuerdo con el contexto de los capítulos 11 y 12 de la segunda epístola del apóstol San Pablo a los Corintios, falsos apóstoles los hubo desde la iglesia primitiva, y que al ser falsos no son enviados por Dios sino que son ministros de Satanás; y ahí confirma que sus características principales, entre otras, por las cuales se pueden detectar, es que se glorían en la carne, se enaltecen en sus conocimientos, se engríen en sus posiciones; que desean ser exaltados y glorificados, muchas veces predicando un evangelio diferente; más que al hombre, buscan lo que tiene el hombre; prefieren más recibir que dar, y ser atendidos y regalados; destacan su necedad; les gusta esclavizar a los santos, imponiéndoles cargas doctrinales y económicas que ellos mismos no pueden soportar; los devoran, y es tan fuerte todo eso, que los tratan como si les dieran de bofetadas. La iglesia primitiva, por lo menos en su etapa apostólica, supo descubrirlos a tiempo, y eso fue encomiado por el Señor.

Herejías tempranas
Dentro de la actividad de los falsos apóstoles bien puede tenerse en cuenta la difusión de errores doctrinales y herejías para confundir a los santos. Antes que terminara el primer siglo, ya algunos estaban negando que Cristo hubiera venido en carne, ya prefigurando movimientos herejes con las ideas y principios relacionados con el judaísmo, el docetismo y el gnosticismo. En su obra "La Refutatio", Hipólito de Roma (el primer llamado antipapa) refuta las ramas filosóficas griegas que dieron origen a herejías. Dice el hermano Witness Lee que "el enemigo, Satanás, ha usado tres puntos principales para dañar la Iglesia: la religión judía, la filosofía griega y la organización humana. Estas son las fuentes principales de las divisiones, la ruina y la corrupción de la Iglesia"*(2). Aquí solamente nos limitaremos a exponer sucintamente las principales herejías que se perfilaban en contra de la unidad de la Iglesia, de la doctrina de los apóstoles y de la prístina verdad de la Palabra de Dios en el período de Efeso, y que en el segundo siglo fomentaron mayores fuentes de división.
*(2) WITNESS LEE, La Historia de la Iglesia y de las Iglesias Locales. Living Stream Ministry, 1991, pág, 8

Ebionitas
Es difícil describir con objetividad lo relacionado con los ebionitas. A manera de ilustración anotamos la existencia de una línea de opinión que nos enseña que se trata de una secta integrada por los seguidores de Ebión, judío de Samaria del siglo I, que negaban la filiación divina de Jesús, considerándolo un mero hombre, un profeta, un vocero de Dios, como lo eran los grandes profetas hebreos del pasado, de extraordinaria sabiduría y poder, adoptado por Dios; que negaban el nacimiento virginal, y que sólo aceptaban el evangelio de Mateo, al cual consideraban dirigido a los hebreos, y aun de él suprimían algunos capítulos. La copia que ellos usaban de este evangelio tenía ciertas desviaciones típicas ebionitas, como la de que Jesús era hijo de José y María. Una de las columnas de la Hexapla de Símaco, líder ebionita, era esta versión del evangelio de Mateo.
Por otra parte se dice que Ireneo utilizó por primera vez el término ebionitas para referirse a unos judeocristianos que vivían al este del Jordán. También es probable que ese nombre, ebionita, se derive del hebreo ebyon (pobre) y que guarda alguna relación de origen con la iglesia de Jerusalén anterior al año 70 d. C., la cual se trasladó a Pella, ciudad gentil al este del Jordán, y allí sobrevivió por algún tiempo, atendiendo a la recomendación del Señor Jesús en Mateo 24:15-18. Algunos observan que con el discurrir del tiempo, sus descendientes, por falta de contacto con el resto de la Iglesia, concibieron algunas ideas heterodoxas acerca de la encarnación. Hay que tener en cuenta que dentro de los cristianos que salieron de Jerusalén había un grupo de hermanos que hacía parte de los fariseos relacionados con el sínodo de Hechos 15, que pretendían obligar a los cristianos gentiles a guardar la ley.
Pero se puede afirmar que los ebionitas hacían parte de esas minorías de judaizantes que se aferraban a que los discípulos de Jesús deberían quedar dentro del redil judaico. Los ebionitas estaban como se dice, entre la espada y la pared porque eran considerados por los judíos como apóstatas, y a lo mejor, por su actitud cerrada y exclusivista, no eran muy bien vistos por los cristianos gentiles. Curiosamente, una facción de la iglesia local de Jerusalén, liderada por Jacobo, hermano del Señor Jesús, tendía hacia este punto de vista dentro del proceso de judaización y el esclarecimiento de los fundamentos cristianos. Destacamos que Jacobo llamaba Señor a Jesús. Los ebionitas repudiaron a Pablo, declarándolo apóstata de la ley, lo mismo que a sus escritos por cuanto sus epístolas reconocían a los gentiles como cristianos (cfr. Hechos 21:17-27). Pero probablemente a raíz de las enseñanzas de Pablo y a la epístola a los Gálatas, llegaron a comprender que las prácticas del judaísmo no eran obligatorias para los cristianos gentiles. Algunos escritores los mencionan como nazarenos, y entre ellos hubo escritores que afirmaban que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios, y que Sus enseñanzas eran superiores a las de Moisés, pero que los cristianos judíos debían observar las leyes judaicas relativas a la circuncisión, la observancia sabática, y los alimentos. Algunos de ellos aceptaban el nacimiento virginal de Jesús, pero otros, tal vez los "ebionitas gnósticos", propagaban la doctrina de que el Señor era Hijo de José y María, que al bautizarse, fue cuando el Cristo descendió sobre el hombre Jesús en forma de paloma, proclamando luego al desconocido Padre, pero que el Cristo, quien no debía sufrir, se alejó de Jesús antes de Su crucifixión y resurrección. Del ebionismo surgieron varias ramas heréticas que alimentaron el unitarismo y alguna variedad del gnosticismo. Otros datos acerca de los ebionitas se encuentran en la historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea. Son de corte ebionita algunos escritos primitivos como los llamados evangelios apócrifos de los ebionitas y nazarenos, y las llamadas Homilías Pseudoclementinas (atribuídas a Clemente de Roma). Estos documentos dieron pie a la escuela modernista de Baur de Tubingia, para su interpretación dialéctica del cristianismo primitivo. Sin lugar a dudas, los modernos "mesiánicos" son los abanderados de las ideas ebionitas.

Docetismo
El docetismo, palabra que viene del griego doceiko, "apariencia", dokeo, "parecer", consistía en la opinión de que Jesucristo, el Hijo de Dios, realmente no se hizo carne, sino que sólo pareció hacerlo; que no es verdadero hombre, sino en apariencia, negando así la encarnación y, por consiguiente, la expiación y la resurrección. Por Eusebio sabemos que Cerinto, hereje docetista y gnóstico de Asia Menor, fue en Efeso un opositor del apóstol Juan. De ahí que Juan enfatice reiteradamente las palabras carne y sangre escribiendo contra esta herejía, y declare que "todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo" (1 Juan 4:3). El origen de esta herejía está en una mezcla de la filosofía griega con las religiones orientales. Ignacio de Antioquía hace mención de esta herejía, anotando: "...y los sufrió verdaderamente, así como verdaderamente se resucitó a sí mismo, no según dicen algunos infieles, que sólo sufrió en apariencia. ¡Ellos sí que son la pura apariencia! y, según como piensan, así les sucederá, que se queden en entes incorpóreos y fantasmales" (IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a los Esmirniotas, II,1, BAC,1985).
Cerinto, con sus principios gnósticos, enseñaba que el mundo no había sido creado por el único y supremo Dios, sino por un demiurgo. Negaba que la persona del Señor Jesús fuese a la vez divina y humana. Decía que Jesús había sido sólo un hombre común y corriente al cual, en el acto del bautismo en el Jordán, en el momento en que descendió el Espíritu Santo en forma de paloma, fue cuando descendió el Cristo espiritual, el Logos o Verbo divino, y con base en estas premisas lo que seguía era negar la encarnación del Verbo y desvirtuar de paso Su crucifixión, afirmando que en la crucifixión solamente habría sufrido Jesús, el humano, pues Cristo, como Dios, era impasible y no podía padecer. También hay corrientes gnósticas que afirman que el Verbo divino volvió al hombre Jesús en la cruz, cuando exclamó: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?". El apóstol Pablo contradijo también la herejía de Cerinto en la epístola a los Colosenses, al igual que el apóstol Juan, tanto en su evangelio como en la primera epístola. Las Escrituras dicen que "el Verbo fue hecho carne", y eso significa que la preexistente Persona divina del Hijo estaba con el Padre desde antes de la fundación del mundo, que es consustancial con el Padre y de su misma esencia, porque en el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios, y aquel Verbo se hizo carne.
En la formación y desarrollo de estos errores, tuvo mucho que ver la filosofía griega. De acuerdo con el pensamiento helenista, sobre todo por los principios del platonismo y neoplatonismo, había una rígida separación entre el espíritu y la materia. Contrastando con la tradición judaica, y en particular con las enseñanzas del Señor Jesús, esas disciplinas filosóficas consideraban la materia, incluyendo la carne, como mala, y el puro espíritu como bueno, de donde concluían que el hombre debía emancipar su espíritu de la contaminación de la carne, lo que generó conflictos con las enseñanzas de la encarnación y la crucifixión. También se refleja un gran daño en la posterior aparición del ascetismo y el pseudomisticismo, que no son otra cosa sino rudimentos del mundo.
"20Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos 21tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques 22(en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? 23Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne" (Col. 2:20-23).

Gnosticismo
Movimiento filosófico-religioso surgido en tiempos de la Iglesia primitiva, compuesto de diversas sectas y alimentado en una gran variedad de manantiales, como las filosofías griegas y corrientes religiosas de tipo orientalista, armas con las cuales Satanás quiso destruir la Iglesia del Señor desde sus raíces. El gnosticismo recibió contribuciones del dualismo órfico y platónico, dualismo persa, las religiones de los misterios, la astrología mesopotámica y la religión egipcia. Es probable que haya tenido su origen en Asia Menor, que algunos consideraron como un foco de ideas fantásticas de la mente de griegos místicos y desequilibrados. Pero hay consenso en la opinión de que un personaje prominente en la creación del gnosticismo, es Simón el Mago. La Palabra de Dios en el libro de los Hechos de los Apóstoles afirma que Simón ejercía la magia en Samaria antes de profesar su conversión, pero se registra asimismo que fue acusado por Pedro de haber querido comprar el poder de dar también el Espíritu Santo al imponer las manos. De acuerdo con una tradición se tiene conocimiento de que Simón fue el iniciador de algunas derivaciones espurias del cristianismo.
El gnosticismo es un movimiento altamente sincretista, y entre los sistemas filosóficos griegos, fue el platonismo el que más influyó para dar un barniz intelectualoide a ese fenómeno del gnosticismo; y el neoplatonismo fue la base para la unión de la filosofía con la religión, con el resultado de que la religión empezó a ser enseñada saliéndose de los esquemas puramente religiosos, envuelta en mitos de origen pagano. También tienen raíces en el panteísmo estoico, lo cual está relacionado con los espíritus del mundo, o elementales del cosmos, todo lo cual encuadra con la llamada "nueva era". Su nombre se origina por la pretensión de ellos de decir que poseían una gnosis o conocimiento secreto sobre el origen del universo y el destino del hombre. Enfocan su no bien definida doctrina a través de una cosmogonía que enseña que el mundo es el resultado de la intervención del Demiurgo (algunos lo identifican con el Dios del Antiguo Testamento) de rango inferior al Ser Supremo (el Dios del Nuevo Testamento). Enseñando asimismo que entre el Ser Supremo y el mundo material intermediaban una serie escalonada de entidades (eones) que emanaban de Él, entre los cuales estaban los arcontes o poderes demoníacos que habitaban los planetas, y quienes gobernaban el universo. Esto tiene que ver mucho con la astrología y la gran mentira de los horóscopos, pues ellos enseñan que los hombres, en tanto que permanecen en este mundo, están sometidos a los planetas, o sea, a los arcontes. Todo esto, como es de suponer, para echar por tierra todo lo relacionado con la salvación por medio de Jesucristo.
Los gnósticos sostienen que los hombres solamente pueden salvarse de su miserable condición mediante la Gnosis o conocimiento de su verdadera naturaleza; una especie de luz mística interna. Que ese conocimiento es superior a la fe sencilla de los creyentes. Entonces, ¿quién es Cristo para los gnósticos? Para ellos el Señor no es el Unigénito de Dios, el Verbo Eterno, sino apenas uno de los eones más conspicuos de la Divinidad absoluta, una de esas emanaciones de Dios, una especie de fantasma, afirmando que vino a salvar a los hombres no con Su sacrificio expiatorio, sino a través del conocimiento (gnosis) que nos trajo de parte de Dios. La filosofía gnóstica se basaba en la distinción moral de los griegos entre materia y espíritu, considerando así que la materia era intrínsecamente mala, y por tal razón, no podía concebirse una auténtica encarnación del Verbo, sino aparente. Lo mismo que afirmaba Cerinto, pero con otras palabras u otro enfoque. La carta de Pablo a los Colosenses es decisiva para rebatir las doctrinas gnósticas, este espantoso engaño, y en donde se insiste con mucha claridad en la divinidad esencial de Cristo.
"12...con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; 13el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, 14en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. 15Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. 16Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. 17Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; 18y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; 19por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, 20y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz" (Col. 1:12-20).
"3...en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. 4Y esto lo digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas. 5Porque aunque estoy ausente en cuerpo, no obstante en espíritu estoy con vosotros, gozándome y mirando vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo" (Col. 2:3-5).
También por los escritos del apóstol Juan nos enteramos que en las iglesias primitivas hubo muchos cristianos de tendencia gnóstica entre los cuales había señaladas manifestaciones de falsos dones carismáticos, hasta que fueron expulsados de la comunidad cristiana por herejes. Otros se organizaban en congregaciones aparte, con sus peculiares ritos, incluso hasta asemejar clubes de misterios, tan comunes en el Imperio Romano, provenientes a su vez de misterios anteriores, griegos, egipcios y mesopotámicos. Pero Juan nos advierte:
"1Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. 2En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; 3y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. 4Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo" (1 Juan 4:1-4).
La gnosis es una amalgama de creencias y dogmas de origen orientalista bajo un barniz bíblico. Afirman que el sentido alegórico de la Escritura es más importante que el literal, por lo cual sólo puede ser entendida por una élite de "iniciados", es decir, los que poseen esa iluminación especial de que hablan. Han incorporado tradiciones esotéricas como la metempsicosis o transmigración de las almas, que no es otra cosa que la falsa doctrina llamada reencarnación. También incluyen la astrología babilónica, el dualismo persa, la cábala judía, y el hermetismo de Hermes Trimegisto de Egipto. Se dice que el maniqueísmo fue prácticamente una secta gnóstica. El historiador cristiano Eusebio de Cesarea, en su Historia Eclesiástica, nos dice que en los albores del cristianismo hubo muchos cristianos de tendencia gnóstica o abiertamente gnósticos, dentro de los que se cuentan Cerinto (de Asia Menor, siglo I); del siglo II tenemos a Basílides (de Alejandría), Bardesanes, Valentino (de Alejandría), Marción (del Ponto), Ptolomeo y Heracleón (154-180), discípulo de Valentino. Pero esa información la obtiene Eusebio de los tratados dejados por Ireneo, quien escribió sus obras Contra los herejes (Adversus Hæresus), para refutar las desviaciones gnósticas y defender la pureza del depósito dejado por el Señor.
Otros que en su oportunidad se opusieron al gnosticismo fueron Tertuliano con sus obras La Prescription y Contra Marción, Hipólito de Roma con su obra La Refutatio, y Epifanio de Salamina, cuya obra clave fue "Panærión". En los siglos posteriores, el gnosticismo llegó a tomar tanta fuerza, que hasta Clemente de Alejandría fue influido en el pensamiento por algunos de sus postulados. En la práctica, los gnósticos son antinomianistas por excelencia. El antinomianismo*(3) tiende a sacar consecuencias falsas de Romanos 6:15. Ahora estamos bajo la gracia, pero eso no significa que nos es permitido desobedecer la ley. No nos salvamos por cumplir la ley, sino que la cumplimos por la gracia del Espíritu que mora en nosotros.
*(3) Antinomianismo viene de anti, contra, y nomos, norma, ley. Herejía de los que se oponen a la ley. Pero el antinomianismo es lo puesto a la herejía del legalismo; es decir, convertir en libertinaje la gracia.

El amor es sufrido y paciente
La Palabra declara enfáticamente que Dios es amor, un amor sublime que se revela en Su Hijo, Jesucristo, y que consiste en darse a Sí mismo totalmente, y el ideal de la Iglesia se encamina a la plena expresión y realización de este amor en cada uno de los santos, y asimismo corporativamente. Cuando la Iglesia es impulsada por este amor, en la unidad y la vida en el Espíritu, nada la detiene para el cumplimiento de la obra de Dios, ni aun la persecución. La iglesia, desde sus primeros días en Jerusalén, fue objeto de persecución y sufrimiento, cárceles y martirios. El libro de los Hechos narra con lujo de detalles los padecimientos de Pedro y Juan y la gran persecución que se desató en el tiempo en que dirigentes religiosos como Saulo de Tarso persiguieron a los santos; como el caso del primer mártir, el diácono Esteban. Más tarde, el mismo Saulo, convertido ya en el apóstol Pablo y en nueva criatura, fue objeto de mucho sufrimiento, pues desde el primer viaje recibió en su carne los embates de la violencia, a tal punto que en la ciudad de Listra lo apedrearon con tanta saña, que le arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto. A causa de la persecución, muchos creyentes fueron esparcidos por diferentes ciudades y pueblos, pero a donde quiera que iban, predicaban el evangelio y establecían la iglesia en cada localidad: Damasco, Samaria, Antioquía, Jope, Cesarea. La iglesia primitiva era sufrida y tenía paciencia porque estaba llena del amor de Dios. Esa es la máxima prueba del poder espiritual.
En este campo se destaca también el caso de Jacobo, hermano de Juan, quien en el curso de una persecución en la cual también encarcelaron al apóstol Pedro, fue muerto a espada en Jerusalén por orden del rey Herodes Agripa I, nieto de Herodes el Grande, quien a su vez murió comido de los gusanos sentado en su tribunal, en el año 44 d. C. (cfr. Hechos 12) No debe confundirse este Jacobo con el hermano del Señor, que se dice fue el primer dirigente de la iglesia en Jerusalén, y que fue muerto por orden del sumo sacerdote Anán en el año 62, conforme lo afirma Flavio Josefo, cuando dice: "Siendo Anán de este carácter, aprovechándose de la oportunidad, pues Festo había fallecido y Albino (el nuevo procurador romano) estaba en camino, reunió el sanedrín. Llamó a juicio al hermano de Jesús que se llamó Cristo; su nombre era Jacobo, y con él hizo comparecer a varios otros. Los acusó de ser infractores a la ley y los condenó a ser apedreados".*(4) Una de las primeras y más famosas persecuciones fue la desatada por Nerón, el peor y más cruel de todos los emperadores romanos. Se dice de él que para desvirtuar el rumor de que había mandado a incendiar a Roma, culpó de ello a los cristianos, pues eran acusados por sus contemporáneos de odio hacia la raza humana. Muchos gustaron el martirio despedazados por los perros después de haber sido envueltos en pieles de animales; otros fueron crucificados, o envueltos en llamas, como antorchas vivas, para iluminar un circo en los jardines privados del emperador, que hoy son el asiento de los palacios del Vaticano. Hay una tradición que dice que el apóstol Pablo fue decapitado en la misma ciudad en el año 64 d.C., por órdenes de Nerón. No obstante que sobre el apóstol Pedro se ha venido afirmando que fue decapitado en Roma en el año 67 d. de C., también por orden de Nerón, no hay evidencia bíblica que diga que él estuvo en Roma.
*(4) FLAVIO JOSEFO, Antigüedades de los Judíos, CLIE, Tomo III, libro XX, capítulo IX,1

Éfeso se desliza
"4Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. 5Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido" (vv.4, 5).
Al analizar la iglesia histórica en la ciudad de Efeso, simultáneamente lo estamos haciendo con la condición del período profético correspondiente a los albores de la Iglesia del Señor, y tenemos delante de nosotros una Iglesia enamorada del Señor, de Su obra; una Iglesia en perfecta comunión en el Espíritu, llena de amor por el Señor y hacia los hermanos, viviendo en la unidad en el Espíritu; aún estaba lejos de perderse la vida corporativa de la Iglesia y la obediencia absoluta a la voluntad de Dios; una Iglesia llena de gozo en la comunión de los santos y la vida interior; un período en el cual había un solo candelero en cada localidad y se vivía la unidad de la iglesia local; se conservaba fresco el odre nuevo que Dios había provisto para Su vino nuevo; se vivía el señorío de Cristo, el kyrios, la autoridad espiritual y el apostolado.
Pero después de la muerte del apóstol Pablo, empezó a cernirse sobre la Iglesia lo que algunos suelen llamar "la edad sombría"; ora por las continuas persecuciones, ora por el vacío de información sobre ese período subapostólico. Mas lo verdaderamente sombrío radica en que la Iglesia empezó a deslizarse, a decaer; el primer amor se fue enfriando en la segunda generación, y del avivamiento inicial no quedaba sino las obras, pues a menudo puede darse el caso de que haya mucha actividad sin que realmente se ame al Señor, y al Señor lo que le agrada es el trabajo de nuestro amor, porque "si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy" (1 Co. 13:2). Más le interesa al Señor que se le ame y se le obedezca, que el afán excesivo de hacer muchas cosas externas, en las cuales a veces se ufana la carne y se infla el ego. Eso viene a constituir una traición al Señor. El Señor no quiere que le hagamos nada sin amor; Él quiere nuestro corazón; que le amemos más a Él que a Su obra. Unos treinta años antes, el apóstol Pablo les había escrito a los hermanos de Éfeso: "1Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, 16no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones" (Ef. 1:15,16). Cuando una iglesia local no mantiene el testimonio de Dios en el mundo, su candelero es quitado. Efeso cayó de su nivel original y fue bajando tanto que le fue quitado el candelero de su lugar hasta que dejó de ser una ciudad cristiana para convertirse en un centro musulmán. En Apocalipsis, no hay palabras que indiquen que el candelero de Éfeso había de continuar existiendo hasta la segunda venida del Señor Jesús. Igual sucede con Esmirna y Pérgamo. Ese período histórico-profético corre con la misma suerte de la ciudad de Efeso, cuya importancia se perdió en los anales históricos, y en el lugar que ocupó se levanta hoy una aldea turca.
Al deslizarse, la Iglesia empezó a dejar su primer amor. ¿Cuál es ese primer amor? No puede ser el amor del cuerpo, el erótico, biológico y carnal, que viene del griego eros; tampoco puede ser el amor entre esposos, ni entre los hermanos, entre amigos, el afectivo, del alma, del griego psiqué, sino el amor derivado de una tercera palabra griega, agape (αγάπη) y ésta de agapao (amar), la clase de amor manifestado por Dios en Cristo, y por Cristo al darse a sí mismo. Agape designa el amor que los creyentes sienten por Dios, y los unos por los otros. El amor es uno de los dones más excelentes que nos ha dado el Señor. Al hablar del primer amor, la palabra griega que se traduce primer es la misma que en otros textos se traduce mejor, como en Lucas 15:22. De modo que debemos amar al Señor con lo mejor y más excelso de nuestro amor. Recuerda, reflexiona, de dónde has caído; vuelve en ti, como el hijo pródigo (Lucas 15:17).
En la Iglesia primitiva, y se da noticia de esto sobre todo en Jerusalén y Corinto, la Cena del Señor ocupaba un lugar prominente en la vida común de la Iglesia; y la Palabra deja entrever que había una comida o cena fraternal, el ágape, o "fiesta del amor", que los primeros cristianos celebraban juntos antes de la Cena del Señor. Es posible que Pablo mismo las hubiese fomentado en la iglesia de la localidad griega de Corinto, a juzgar por el contexto de 1 Corintios 11:17-34. Ignacio de Antioquía y la Didache mencionan esta comida en relación con la santa cena, a pesar de que Pablo había indicado ya que no formaba parte de la ordenanza que el Señor Jesús instituyó, sino que al contrario era susceptible de abusos que debían ser evitados. A estas comidas cada uno traía sus propios alimentos y bebidas, y los mejor aprovisionados no solían compartir con los hermanos que traían poco o nada. Desafortunadamente, y para pena de Pablo, con el tiempo surgieron abusos graves en estas fiestas, porque a raíz de lo anterior se fomentó en ellas la glotonería, inmoralidad, y algunos se iban borrachos y otros, por contraste, se iban con hambre. Como si empezaran las disputas entre los ricos y los pobres en el seno de la Iglesia del Señor. A fines del siglo I se celebraba ya la cena del Señor sin ser precedida por ninguna comida.
"20Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor. 21Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga. 22Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo. 27De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. 28Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. 29Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. 30Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. 31Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; 32mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo. 33Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros. 34Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio. Las demás cosas las pondré en orden cuando yo fuere" (1 Co. 11:20-22, 27-34).
"Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados" (Jud. 12).
Es más probable que el texto de 2 Pedro 2:13 sea "engaños" en vez de "ágapes" en algunas versiones, no obstante el contexto habla siempre de comilonas. Precisamente debido a estos abusos fue desapareciendo la fiesta, al menos como celebración al lado de la Cena del Señor. Sin embargo, se ha ido recuperando entre algunas agrupaciones cristianas, como entre los hermanos Moravos en el siglo xviii, de donde Juan Wesley la introdujo a los primeros metodistas, particularmente entre pequeños grupos. Hoy se practica de manera especial en las iglesias del Señor de cada localidad ya recuperadas y no vinculadas a organizaciones denominacionales, el candelero en cada localidad. "Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos" (Cantares 8:7).
La iglesia en la localidad de Efeso llegó a crecer hasta alcanzar un alto grado de madurez espiritual y fidelidad al Señor. Pablo le dedicó suficiente tiempo de su ministerio, ocupado principalmente en enseñar en la escuela de la obra, y más tarde, desde su prisión, le llegó a escribir una de sus más profundas epístolas, en donde se ocupa de algunos misterios y revelaciones relacionadas con la persona de Cristo, y de la Iglesia como casa de Dios. Esa carta carece de reprensiones, no se necesitaron en su momento. Pablo se interesó mucho por la obra del Señor entre los efesios, y durante su última visita por la región, en vista de que no podía llegar hasta Éfeso, desde Mileto mandó llamar a los ancianos de la iglesia, y entre otras cosas les dijo: "28Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. 29Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. 30Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos" (Hech. 20:28-30). A finales del siglo primero, cuando el anciano apóstol Juan escribía las visiones del Apocalipsis en Patmos, la iglesia de Efeso había caído de su posición original.
Es ilustrativo el caso de la iglesia en la localidad de Corinto. Tanto había degradado la Iglesia en la pérdida de su primer amor, que encontramos en Corinto una muestra muy diferente a la de su posición original en Jerusalén. Hasta oídos de Pablo llegó la noticia de la situación de la iglesia de Corinto en Grecia, a tal punto que en el año 55 d. C, desde Efeso les escribe la que se conoce como la primera epístola a los Corintios, en la cual el problema que aboca primero es el amago o intención de división que se cernía sobre esa iglesia local. "10Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. 11Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. 12Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo" (1 Co. 1:10-12). Estaba amenazada la unidad de la iglesia, y la causa era la falta de amor entre los hermanos. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. En el verso siguiente Pablo les dice: "¿Acaso está dividido Cristo?". De acuerdo con el contexto de la carta, eso estaba ocurriendo allí sencilla y llanamente por la carnalidad y falta de madurez de los hermanos, pero concretamente el mal se originaba por la falta de amor, como se los aclara en el capítulo 13.
En tiempos en que Clemente de Roma les escribe su epístola a los Corintios, ya se había protocolizado otra división en esa iglesia.*(5) La Palabra de Dios no autoriza sino que condena enfáticamente toda insinuación siquiera de división en Su Iglesia, porque eso destruye la unidad de Su Cuerpo. No hay siquiera indicios en la Palabra de Dios de que los diferentes y legítimos equipos apostólicos del primer período de la Iglesia, o algunos de los apóstoles a título personal, pretendieran constituir "misiones" cismáticas y denominaciones, que fuesen ejemplos de prototipos y patrones para legitimar las divisiones de los últimos siglos. Aunque el Señor Jesús le diera poca atención a una organización permanente y a la institución de un gobierno central, es innegable y bíblica la realidad de la comunión apostólica y el amor fraternal de los santos desde los albores de la Iglesia. El ideal propuesto por el Señor para Su Iglesia en el Nuevo Testamento fue el de la unidad inclusiva.
*(5) CLEMENTE DE ROMA, Epístola a los Corintios XLVII:1-7

A renglón seguido, el Señor conmina a la iglesia de Efeso a que recuerde de dónde cayó, cuál era el nivel que ocupaba al principio, que mire la causa por la cual se deslizó, que mire todo lo que se había perdido; trata de ayudarla a volver a esa posición primigenia, pues ya empezaban a verse ciertas consecuencias negativas. El candelero tiene un depósito, y ese depósito estaba empezando a perderse. El libro de los Hechos de los Apóstoles y las epístolas de Pablo y los apóstoles dan testimonio del estado original de ese depósito dejado por el Señor para Su Iglesia. El Señor invita a la iglesia a que se arrepienta y a que haga las primeras obras, las obras en amor, pues todo lo que se hace sin amor no sirve de nada. La invita a que vuelva a serle fiel; se pueden hacer muchas cosas sin serle fiel al Señor, y sin tener en cuenta que Cristo es el Señor, el que debe ordenar las cosas conforme Su voluntad. Se pueden estar haciendo muchas cosas en la Iglesia sin que necesariamente esté interviniendo el Señor. En caso de que la iglesia no se arrepintiese, el Señor procedería a quitar el candelero de Efeso. Esa iglesia sería disciplinada por el Señor, pues el candelero es la iglesia, y el Señor está en medio de los candeleros. Sin la presencia del Señor, del Espíritu Santo, no puede haber luz en el candelero, y en esa forma no se puede hacer la obra de Dios ni dar el testimonio de Su presencia. Históricamente lo primero que empezó a perderse en la Iglesia del Señor fue el primer amor. A menudo descuidamos el amor al Señor por amar Su obra, en lo cual hay el peligro de confundir los términos, y en vez de tenerla por "Su obra", nos tienta el pensar que es "nuestra" obra, y empieza la carne a requerir alabanzas. ¿Para qué quiere el Señor una gran obra pero sin amor? Si abandonamos el primer amor al Señor, es inevitable que sobrevengan las degradaciones. Sin amor no hay vida, y sin vida no hay luz. El Señor no quiere que Su novia no lo ame, ni que esté muerta, caminando en tinieblas.
En la medida en que finalizaba el período apostólico, se iban sazonando en el panorama judío algunos hechos que cambiarían por mucho tiempo la historia del pueblo terrenal que Dios escogió para manifestarse y bendecir al mundo, trayendo consigo consecuencias que repercutirían también en la Iglesia. No mucho después que la Tierra Santa sucumbiera bajo el dominio del Imperio Romano, en el año 42 a.C., empezó a surgir un fuerte resentimiento entre los judíos en contra de Roma, en forma tal que una generación después de la crucifixión del Señor Jesús, aquel odio maduró tanto, que degeneró en una estruendosa sublevación en el año 66 d.C., que trajo como resultado la destrucción de ciudades y enormes matanzas por parte de las tropas romanas al mando del general Vespasiano, quien fue llamado a Roma para ocupar el trono imperial, dejando al frente del ejército en Palestina a su hijo el general Tito. Como las cosas empeoraban, después de un prolongado sitio, finalmente, en el año 70 d.C., ocurrió la destrucción de Jerusalén y del templo judío, bajo el mando de Tito, cumpliéndose así lo dicho por el Señor: "¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada" (Mat. 24:2). Esta profecía del Señor advirtió a los hermanos, para que pudiesen salir a tiempo de la ciudad, antes que sucumbiera, y este hecho sirvió para que se rompiera toda relación entre el judaísmo y la Iglesia, pues en los primeros años, en el Imperio Romano tenían a la Iglesia como una secta más de la religión judía. La voluntad del Señor fue la de que se estableciera una clara diferenciación entre Israel y Su Iglesia; que no se confundiera el tipo de la adoración con la adoración misma, ni la sombra de las cosas con la realidad misma. La nación de los judíos fue destruida, hasta el día 15 de mayo de 1948, fecha en que se produjo su restauración como el moderno estado de Israel.
La intención inicial del general Tito no era destruir la hermosa ciudad de Jerusalén, ni mucho menos al portentoso templo, pero la tozudez de los judíos y sus escaramuzas desde las murallas, lo obligaron a tomar la decisión de atacar tan fieramente, que sobrevino lo peor. Relata el historiador judío Flavio Josefo, testigo presencial de este histórico evento, que Tito había dado la orden de no destruir el templo, aun cuando hubiese sido tomada la ciudad, pero dentro de las tropas de asalto pudo más el hambre de apoderarse de todo ese oro y riquezas del templo que, accidentalmente, fue provocado un voraz e incontrolable incendio que dio lugar a que todo ese oro se fundiera, introduciéndose entre los intersticios de las grandes piedras de las paredes del templo, lo que obligó a los ávidos soldados a ir arrancando y derribando piedra tras piedra, a fin de sacar el codiciado oro que con el fuego se había derretido. El templo de Jerusalén no ha sido reconstruido desde su destrucción en el año 70 d. C. hasta el día de hoy, aunque profética y eventualmente deberá ser construido antes de la venida del Señor, en el mismo lugar que ocupa el templo musulmán llamado la Mesquita de Omar o Cúpula de la Roca. Se dice que usando esas antiguas piedras del auténtico templo jerosolimitano, con el tiempo los judíos construyeron el famoso Muro de las Lamentaciones en el mismo recinto, y lo único que actualmente se conserva de él, al que acuden los judíos clamando por la venida del Mesías. Durante el sitio a Jerusalén por parte de los ejércitos del Imperio Romano al mando del general Tito, pudo haber sucedido algo similar a lo ocurrido en el sitio de la ciudad santa por Nabucodonosor y su ejército babilónico, alrededor de seis siglos y medio atrás. En ambos casos los sitiadores no tenían en primera instancia el propósito de destruir la ciudad y el templo, pero los judíos se resistían, pensando que por la presencia del templo en medio de la ciudad, Dios no permitiría que los incircuncisos penetraran en ella y la destruyeran junto con el templo y saquearan todo. También alimentaron la creencia de que Israel estaba destinado a conquistar y dominar al mundo entero, y que eso los hacía inexpugnables. El templo de Jerusalén fue quitado; lo mismo ocurrió con el candelero en Éfeso. Los judíos llegaron a amar más su religión y sus intereses que a Dios; los creyentes primitivos se fueron degradando, perdiendo el testimonio del Señor. Si abandonamos nuestro primer amor, perdemos nuestro testimonio y el candelero es quitado.

5 comentarios:

VINICIO SANTOS dijo...

ESTIMADOS HERMANOS:
Solicito confirmarme sumo sacerdote pentecostal primitivo de la iglesia de Éfeso.

Atentamente:
Jorge Vinicio Santos Gonzalez,
Documento de identificacion personal:
1999-01058-0101 Guatemala,
Cédula de Vecindad:
ORDEN: A-1, REGISTRO: 825,466,
Ciudadano de Guatemala de la América Central.

Unknown dijo...

Jesús dijo:
"EN ESTO conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros." (Juan, 13, 35)
"No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, QUE ELLOS TAMBIÉN SEAN UNO EN NOSOTROS, PARA QUE EL MUNDO CREA QUE TÚ ME HAS ENVIADO." (Juan, 17, 20-21)
En un momento hace Ud. Referencia JUSTO L. GONZÁLEZ, espléndido escritor del cual he leído más de una obra. Es METODISTA. ¿Pero de qué iglesia de estas será? Todo un ejemplo DE UNIDAD para que siendo UNO el mundo crea que TÚ me has enviado. ¿Cuántas Iglesias-sectas evangélicas existen actualmente? Tengo entendido que MÁS DE 350.
¿Cuánto tiempo tardaron en dividirse e ir cada uno por su lado, con su propia “religión” los iniciadores metodistas Juan Wesley y George Whitefiel? Buen ejemplo de UNIDAD.
METODISTA CONGREGACIONAL, IGLESIA. Denominación evangélica. Una de las más pequeñas organizaciones metodistas. Esta iglesia se organizó en Georgia en 1852 como desprendimiento de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur. El motivo de la división es que no aceptaban ciertos aspectos del gobierno episcopal y el sistema itinerante. Aunque han retenido el sistema de conferencias, las iglesias locales tienen autoridad para elegir sus propios pastores.
METODISTA DEL SUR, IGLESIA. Denominación evangélica. Se trata de un desprendimiento de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, cuya doctrina mantienen, pero haciendo énfasis en el conservadurismo teológico. Los metodistas del sur, una pequeña organización, no tienen obispos, pero se gobiernan mediante conferencias. Las iglesias locales controlan su propiedad.
METODISTA EPISCOPAL (DEL NORTE Y DEL SUR), IGLESIA. Antigua denominación protestante. Con este nombre existieron dos denominaciones en Norteamérica: la Iglesia Metodista Episcopal del Norte y la Metodista Episcopal del Sur, resultado de la división entre Norte y Sur en el siglo XIX. La Iglesia Metodista Episcopal original era en realidad el metodismo norteamericano, identificado como episcopal por tener obispos, lo cual lo diferenciaba del metodismo británico.
La reunificación de los metodistas episcopales (sin relación con los episcopales o anglicanos) se produjo en 1939 para dar lugar a la Iglesia Metodista que pasó a ser Iglesia Metodista Unida en 1968 al unirse con otros grupos. Un grupo menor, la Iglesia Metodista Protestante, participó de la unificación de 1939.
METODISTA EPISCOPAL AFRICANA, IGLESIA. Denominación protestante. Fue la primera iglesia negra en organizarse a nivel nacional en Estados Unidos. Aunque tenía sus raíces en congregaciones de metodistas negros existentes desde 1787, su organización como iglesia a nivel nacional ocurrió en 1816. Richard Allen fue su fundador y primer obispo. Confinada originalmente al norte, se extendió por el sur después de la Guerra Civil. En la comunidad afroamericana a esta iglesia solo la superan numéricamente los bautistas.
METODISTA EPISCOPAL AFRICANA SION, IGLESIA. Denominación protestante. Los orígenes de esta iglesia pudieran remontarse a 1796 en cuanto a congregación local. La primera en denominarse Sion se construyó en 1800, pero su primera conferencia nacional se produjo en 1821. Como la anterior, se formó en el Norte y se extendió después por el Sur. Su primer obispo fue James Varick. La otra Iglesia Metodista Episcopal Africana le duplica en feligresía, pero la Iglesia Metodista Episcopal Africana Sion es también una denominación afroamericana de gran importancia en Estados Unidos.

Unknown dijo...

METODISTA EPISCOPAL CRISTIANA, IGLESIA. Denominación protestante. Una de las denominaciones metodistas afroamericanas. En este caso su fundación se produjo en el mismo Sur en 1870 mediante un arreglo entre los sectores blanco y negro de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur.
METODISTA, IGLESIA. (Conocida originalmente en Inglaterra como «Conexión Wesleyana».) Denominación protestante. Esta iglesia tiene su origen en el «Club de los Santos» de Juan y Carlos Wesley en la Universidad de Oxford. Su vida devocional y estudio bíblico se caracterizaban por un estilo disciplinado y metódico, por lo que se les dio el nombre de «metodistas».
Juan Wesley (1703–1792), ministro anglicano, se desempeñó brevemente como misionero en Georgia, una de las colonias inglesas de América del Norte. Durante el viaje a América inició su relación con los hermanos moravos (MORAVOS, HERMANOS) y esto contribuyó a que Wesley experimentara una conversión religiosa en 1738, la cual se produjo en la calle de Aldersgate. Después de esa experiencia, Wesley y sus seguidores procedieron a llevar a cabo una campaña de evangelización en la que el propio Wesley fue el principal predicador junto a George Whitefield. Estas actividades tuvieron como uno de sus resultados la formación de una «sociedad metodista». Los partidarios de Wesley organizaron en 1784 la «Conexión Wesleyana», pero no formaron una iglesia aparte de la Anglicana hasta después de la muerte de su fundador en 1792.
Wesley prefería la teología del ARMINIANISMO, mientras que Whitefield se inclinaba al CALVINISMO. Esto produjo una separación cordial de ambos predicadores. Otra prédica wesleyana era la perfección cristiana, el énfasis en la santidad.
En el sistema metodista el ministerio se divide en «itinerante» y «local». Los ministros itinerantes son clérigos que sirven como pastores donde les envía la Conferencia Anual, presidida, en Estados Unidos y otros países, por un obispo (los metodistas tienen tres órdenes de ministerio como los anglicanos: obispos, presbíteros y diáconos). Los ministros o pastores locales son predicadores laicos que pueden, en caso de ser necesario, atender una congregación, pero sin el compromiso formal de ir necesariamente donde se les envíe. Los metodistas ingleses no tienen obispos, pero su sistema es igualmente «conexional», es decir, que cada iglesia está vinculada a un distrito y también a la Conferencia Anual. Los ministros itinerantes son llamados «miembros a plena conexión con la Conferencia».
Después de la Independencia de Estados Unidos, los metodistas llegaron a ser la más numerosa denominación protestante, aunque después fueron superados por los bautistas. Han hecho énfasis en la educación y las misiones y se extienden actualmente por la mayoría de los países. Su contribución a la cultura norteamericana e inglesa es apreciable. En América Latina, el metodismo, con fuertes raíces históricas desde el siglo XIX y con un espíritu invariablemente ecuménico, ha fundado infinidad de escuelas y sus iglesias funcionan en la mayoría de las naciones.
Existen varias denominaciones metodistas sin vínculos con la Iglesia Metodista de Gran Bretaña y la Iglesia Metodista Unida de Estados Unidos, las principales denominaciones históricas del metodismo. La mayoría de las iglesias metodistas, incluyendo las dos grandes denominaciones anglosajonas mencionadas, integran el Concilio Metodista Mundial.

Unknown dijo...

METODISTA LIBRE, IGLESIA. Denominación evangélica. Este movimiento se caracteriza por su conservadurismo teológico. Se fundó en 1860 y su primer líder fue B.T. Roberts. En la opinión de sus organizadores, el metodismo se había apartado de las normas wesleyanas. Cooperan con los otros metodistas en la promoción del Seminario Asbury, pero tienen sus propias instituciones docentes y se han extendido por numerosos países, proclamando, entre otras, la doctrina de la santidad, es decir, la perfección predicada por Wesley.
Se han unido con otros grupos de santidad, pero mantienen su sistema episcopal de gobierno.
METODISTA PENTECOSTAL, IGLESIA. Denominación chilena. A partir de 1902, la Iglesia Metodista de Valparaíso, Chile, dirigida por el pastor estadounidense Willis C. Hoover inició la prédica del énfasis en la santidad. En 1909, tanto esta iglesia como otras dos congregaciones metodistas en Santiago y Montiel (comuna de San Miguel) experimentaron un avivamiento de tipo pentecostal. En 1909–1910 se inició el proceso que condujo a la constitución de la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile (originalmente llamada Iglesia Metodista Nacional) con Hoover como su primer Superintendente (obispo). La Conferencia Anual de la Iglesia Metodista de Chile condenó ese paso. En 1929, la iglesia obtuvo personería jurídica como Corporación Iglesia Metodista Pentecostal de Chile, aunque algunos señalan como nombre el de «Asociación de los Apoderados de las Iglesias Metodistas Pentecostales de Chile.
La denominación es poderosa e incluye todo el país, con misiones y filiales en otras naciones. Combina la experiencia pentecostal con elementos del sistema de gobierno y la tradición metodista. Es una de las grandes denominaciones de América Latina con un carácter autóctono. De ella han surgido otras denominaciones, como la Iglesia Evangélica Pentecostal.
METODISTA PRIMITIVA, IGLESIA. Denominación evangélica. Grupo que puso tienda aparte en el metodismo inglés en 1807 bajo el liderazgo de Hugh Bourne y William Clowes, expulsados de la Iglesia Wesleyana (metodistas ingleses). En 1812 adoptaron el nombre de Sociedad de Metodistas Primitivos, por su proclamación de formas originales de metodismo. Tienen iglesias en Estados Unidos, Guatemala, España y otros lugares. Es un movimiento muy pequeño.
METODISTA UNIDA, IGLESIA. Denominación protestante. Nombre de varias iglesias metodistas en Estados Unidos y el Reino Unido. Es la mayor de las iglesias metodistas de Estados Unidos. La Iglesia Metodista Unida se formó en 1939 por la unión de la Iglesia Metodista (METODISTA EPISCOPAL [DEL NORTE Y DEL SUR], IGLESIA) y la Iglesia Evangélica de los Hermanos Unidos (no debe confundirse con otras iglesias con nombre parecido).
Lo que se dice en el artículo sobre Iglesias Metodistas se aplica en gran parte a esta denominación, que ha recogido en su seno a la mayoría de los metodistas históricos de Estados Unidos. (METODISTA, IGLESIA.)

Unknown dijo...

¡MADRE MÍA, HAY TANTAS ¿IGLEIAS? DISTINTAS, SÓLO METODISTAS QUE HAY QQUE MANDARLO EN VARIOS MENSAJES... BUFFFF...
METODISTA WESLEYANA, IGLESIA. Nombre que se ha utilizado en varias etapas para identificar a los metodistas de Gran Bretaña, quienes en su momento constituían la Iglesia Wesleyana. No debe confundirse con la Iglesia Wesleyana de Estados Unidos (WESLEYANA, IGLESIA).
METODISTAS CALVINISTAS. Iglesia histórica de Gales. Metodistas en el país de Gales que siguieron la dirección de George Whitefield después que este se separó cordialmente de Juan Wesley. Su diferencia con los demás metodistas tenía relación con el CALVINISMO, que profesaban en contrapelo del ARMINIANISMO de Wesley.
Su primera asociación se reunió en 1742, es decir, es anterior a la primera conferencia anual de Wesley (1744). Entre sus primeros líderes estuvieron Howell Harris y Thomas Charles. Es la única denominación puramente galesa y predomina numéricamente en varios distritos del país de Gales. Otros grupos creados por Whitefield, como la «Conexión» de la condesa de Huntingdon, han sido identificados como metodistas calvinistas. La iglesia galesa se identifica actualmente como Iglesia Presbiteriana, aunque sin renunciar a sus vínculos históricos con el movimiento metodista original. Su sistema de gobierno combina elementos congregacionales y presbiterianos.