lunes, 8 de enero de 2007

IV. Tiatira (1a. parte)

Capítulo IV
T I A T I R A
(1a. parte)

SINOPSIS DE TIATIRA

Fundamentos de la gran ramera
La torre alta babilónica y el catolicismo romano - Jezabel, tipo de la gran ramera neotestamentaria - Exponentes de los vencedores de Tiatira: Madame Guyón, Fenelón, Juan Tauler, Luis de Molina - La levadura de la mujer dominante - La idolátrica Babilonia la grande.

Consolidación del catolicismo romano
El cesaropapismo - Los fraudes píos y la feudalización del papado y del alto clero romano - Hildebrando y el cenit del papado - Paradojas del papado romano - La inquisición - El Índice - Los Jesuitas.

Grandes figuras del escolasticismo medieval
Anselmo - Pedro Abelardo - Hugo de San Víctor - Pedro Lombardo - Buenaventura - Alberto Magno - Tomás de Aquino - Juan Duns Escoto - Guillermo de Occam.

Comercio de almas de hombres de la gran ramera
Las indulgencias y los castigos temporales en el "purgatorio" - La tesorería de la iglesia - El juicio de la gran ramera - Las profundidades de Satanás.

Los prerreformadores
Francisco de Asís - Pedro de Bruys - Enrique de Lausana - Arnoldo de Brescia - Los Valdenses - Juan Wicliffe - Juan Huss - Jerónimo Savonarola.

Los vencedores de Tiatira
Cuarta recompensa: El Señor les dará autoridad sobre las naciones durante el reino milenial y gobernarán con Cristo. Tienen alguna relación con los vencedores que están tipificados en el hijo varón de Apocalipsis 12.

LA CARTA A TIATIRA.
"18Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto: 19Yo conozco tus obras, y tu amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras. 20Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetiza, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. 21Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. 22He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella. 23Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras. 24Pero a vosotros y a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina, y no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, yo os digo: No os impondré otra carga; 25pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga. 26Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, 27y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre; 28y le daré la estrella de la mañana. 29El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias" (Apo. 2:18-29).

Torre alta
La cuarta de las cartas de Apocalipsis es enviada a la iglesia en la localidad de Tiatira, la cual relacionamos con el período profético que se inicia en los albores de la Edad Media, cuyo punto de partida se asocia con la caída de Roma en el año 476; pero de acuerdo con el contexto de la carta, este período continuará existiendo simultáneamente con los últimos tres, hasta el tiempo del retorno del Señor, y prefigura a la Iglesia Católica Romana. En los períodos anteriores, los de Esmirna y Pérgamo, no existía el sistema católico romano. La Iglesia de Jesucristo era católica en el sentido de universal, pero ese catolicismo de la Iglesia no tenía ninguna relación con lo romano. La ciudad de Tiatira fue fundada por Seleuco I Nicátor (355-280), uno de los cuatro generales y sucesores de Alejandro Magno, los que posteriormente y a la muerte del macedonio dividieron el gran imperio griego. En ese mismo lugar actualmente está ubicada la ciudad turca de Akhissar.
Tiatira era una ciudad ubicada también en Asia Menor, conocida y famosa por ser un centro de numerosos gremios de artesanos, con la particularidad de que cada gremio tenía sus dioses protectores, a los cuales les celebraban fiestas en determinadas fechas, mediante libaciones o comidas rituales, y de acuerdo con las costumbres paganas, los oferentes consumían la carne ofrecida en sacrificio a esos dioses. La palabra Tiatira en griego significa torre alta, torre fortificada, lo que nos dice que después que la Iglesia se desposó con el mundo y el poder político del Estado, fue encumbrada a una elevada posición, y el mundo empezó a verla como una torre alta, y como tal empezó a ser reverenciada y acatada por el veleidoso mundo. El Imperio Romano se "cristianizó" y todo ese acervo religioso pagano mundial que había heredado el Imperio desde sus orígenes en Babilonia, pasando por Egipto, Asiria y Grecia, se mezcló en Roma con la terminología cristiana, y la simbiosis del paganismo con el cristianismo y con el judaísmo empezó en firme a concebir el sistema católico-romano-papista, lo que engendró serios problemas. También la palabra Tiatira en griego significa sacrificio aromático o sacrificio continuo, también significa actividad en el ofrecimiento de víctimas, pues como es de común conocimiento, el apóstata sistema católico se caracteriza por sus continuos sacrificios representados en las misas, con altar y casta sacerdotal, pues llegaron a ignorar que el sacrificio de Cristo en la cruz fue suficiente para salvarnos (Heb. 10:12).
"Y escribe al ángel de la Iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto" (v.18).
Aquí el Señor se presenta como el Hijo de Dios como una protesta por la herejía apóstata, pues el sistema católico romano enfatiza el hecho de que Cristo es hijo de María; y por otra parte ese sistema eleva a María tan exageradamente, que da la impresión que le dan mayor importancia a la adoración a una criatura como ella, que al mismo Señor, Salvador de ella (cfr. Lucas 1:47) y de nosotros; como en una velada intención de eclipsar un poco la gloria debida al Señor. En el Magníficat, María lo expresa proféticamente de sus propios labios al decir: "Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador". También el sistema católico romano dice que la Iglesia está edificada sobre Pedro, un simple humano, desechando así a la verdadera Cabeza, a Cristo, el Hijo del Dios viviente, revelado por el Padre a toda persona destinada para salvación. Asimismo se presenta el Señor como el que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, pues el Señor tiene el poder de la omnivisibilidad y de penetrar hasta las cosas más ocultas, y de hecho conoce y distingue todas las cosas, por muy remotas que parezcan estar en el tiempo, en el espacio, o en lo profundo de los pensamientos y secretos e intenciones del corazón. En Pérgamo se presenta como el que tiene la espada aguda de dos filos, esto es para dividir una virtual y desafortunada unión de Su Iglesia con el mundo, pero en Tiatira usa los ojos como llama de fuego para juzgar y quemar las consecuencias de esa unión. Sus pies de bronce bruñido hablan de que el Señor es el juez, y todo lo que va mirando y condenando con sus ojos, con sus pies se apresta para ejecutar juicio y pisotearlo. Recuérdese que hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo, a quien "Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos" (cfr. Romanos 14:10; Hechos 10:42b). El Señor tiene todo el poder, autoridad y soberanía sobre todas las criaturas para ejecutar lo que Él quiera, cuando Él quiera, y esta iglesia apóstata necesita ser juzgada por Sus ojos escudriñadores y Sus pies que aplastan.

Obras en la apostasía
"Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras" (v.19).
El apóstata sistema católico romano se distingue también porque lleva a la práctica muchas obras y servicios de carácter social, principalmente en los últimos tiempos. Y de hecho ha habido gente abnegada que se ha dado por amor a suplir las necesidades de los demás. Para muchos puede parecer increíble, pero en este corrupto sistema religioso ha habido siempre, aún hoy, un pequeño remanente que también fue escogido desde antes de la fundación del mundo para ser salvo, y que se ha encargado de ejecutar muchas obras buenas porque realmente ha conocido a Dios, y además de la Palabra de Dios, la misma historia ha dado fe de esto. En Tiatira podemos discernir un nivel espiritual.
Aunque es un sistema eclesiástico condenado y aborrecido por el Señor, sin embargo, dentro de tal sistema hay hijos de Dios allí mezclados y los habrá hasta el tiempo de la venida del Señor, y por eso hay una invitación del Señor para los hermanos que están dentro del sistema católico romano, y aun dentro de los sistemas religiosos evangélicos denominacionales de él derivados, hasta el punto que Dios los compara con Babilonia. El Señor les dice: "Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis partes de sus plagas" (Ap. 18:4). A esos santos Dios los ama y desea salvarlos de las consecuencias que sobrevendrán por la levadura de maldad del sistema babilónico.
La multitud de los adeptos al sistema católico romano son ignorantes de la Palabra de Dios y aun del sistema religioso en el que militan; ignoran por completo el camino de salvación; no saben quién es Jesucristo, y están inmersos en un mar de confusiones, y los líderes de ese sistema lo saben perfectamente. El día en que cualquiera de sus mismos seguidores empiece a opinar conforme las Escrituras, lo tildan de desviado mental, lo persiguen, y lo anatematizan muchas veces hasta la muerte. En la Edad Media, por ejemplo, era tanto el desconocimiento de la Palabra de Dios y la fe en Jesucristo, que la vida religiosa de los feligreses se caracterizaba en sujetarse a los cánones del romanismo, los cuales enfatizaban como pecaminoso los impulsos sensuales naturales. De ahí que vieran en el monasticismo, humanamente y sin tener en cuenta a Dios, el estado de perfección y de santificación ideal. Pero allí existe un remanente de buena fe, fiel al Señor. En ese pequeño remanente dio fruto el amor, la fe, el servicio, la paciencia, en personas como Juana de la Mothe Guyón, mejor conocida como Madame Guyon (1648-1717), mística francesa que inició en Francia el movimiento pietista, y a causa de su fe fue objeto de persecución y prisión en su misma patria (fue encarcelada en la Bastilla por el rey Luis XIV), y se caracterizó por su copiosa calma y resignación. A pesar de que la tildaron de hereje, y que el papa censuró a Fenelón por su causa, esta hija de Dios no llegó a separarse del catolicismo romano. En cuanto a Francisco de Salignac Fenelón (1675-1715), fue un eclesiástico jesuita francés educado en la Universidad de Cahors; habiendo sido tutor del nieto de Luis XIV, perdió el favor del rey como consecuencia de su relación con los pietistas seguidores de Madame Guyon. La vida santa y el testimonio de Madame Guyon tuvieron profunda influencia sobre Fenelón. A pesar de lo anterior no abandonó el sistema católico romano, y, por el contrario, en la controversia jansenista, estuvo en favor del papa defendiendo su bula Unigenitus a través de cartas y sermones.
Otro digno de mención es Juan Tauler o Taulero (1290-1361), dominico alemán profundamente influido por su maestro Juan Eckhart. Aunque no descolló como gran erudito, gozó de popularidad por su lenguaje sencillo y sincero, lo que despertaba mucho entusiasmo entre los oyentes. Afirmaba que los cristianos deben ejercer su propio sacerdocio una vez que Jesucristo mora en el corazón del creyente. Hay una anécdota que dice que Tauler ejerció tal influencia sobre Lutero, que éste le escribió a su amigo Spalatino, diciéndole: "Si quieres aprender en la lengua alemana la sólida teología de los tiempos primitivos, lee los sermones de Juan Tauler. No he leído en latín ni en ningún otro idioma, la teología más juiciosa ni más de acuerdo con el Evangelio". Hermanos como estos tres ejemplos ha habido muchos de buena fe en el sistema católico romano, y los hay.
Nombres como Luis de Molina (1535-1600), cuya teología, conocida como molinismo, luchaba con el problema de cómo conciliar la gracia y el inalterable decreto de la predestinación con el libre albedrío; teología a la cual adherían muchos de los jesuitas, entre ellos Roberto Bellarmine (1542-1621), más tarde cardenal, sobrino de un papa.
Miguel de Molinos (1628-1696), teólogo español, de familia de la nobleza. Residenciado en Roma, se hizo amigo del papa Inocencio XI, quien llegó a condenar su obra "Guía Espiritual" por sus principios quietistas, doctrina llamada también molinosismo, por medio de la cual aconsejaba la suspensión de toda actividad humana y el abandono en Dios; promoviendo así la aniquilación de la propia voluntad.

Mujer dominante
"Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos" (v.20).
La palabra Tiatira también significa mujer dominante. Se empieza a delimitar un contraste entre la Esposa del Cordero que aparece en Apocalipsis 19 y la ramera, la que le fue infiel, de Apocalipsis 17 y 18. El Señor menciona aquí a una mujer llamada Jezabel, que se dice profetisa, pero su labor se reduce a enseñar y seducir a los santos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos, y lo peor es que es tolerada por los cristianos. ¿De qué se trata? En la iglesia de la localidad de Tiatira pudo haber una mujer que ella misma se hacía aparecer como profetiza, de gran influencia llamada Jezabel, que tanto por su nombre como por sus actividades coincidiera con la Jezabel prototipo del Antiguo Testamento y prefigurara asimismo con la iglesia apóstata. El nombre de Jezabel significa deshonesta, perjura. Con ella se cristaliza el maridaje idolatría-Estado. Pero concretándonos en nuestro análisis, en primer lugar vemos que las enseñanzas de Jezabel son muy parecidas (y como una continuación) a las de Balaam, pero su influencia ha sido más grave, debido a que Balaam solamente podía aconsejar, mientras que Jezabel también tenía poder para ordenar, por su autoridad de reina. Es curioso que en Tiatira estaba el famoso "Peribolé" (recinto), residencia de la sibila oriental Sambata, lo cual puede tener su simbología con la Jezabel y los cultos y banquetes idolátricos, que comprometían y contaminaban a muchos creyentes.
El Antiguo Testamento registra en sus páginas la vida y obra de una mujer llamada Jezabel, hija de Et-baal, rey de Sidón, con la cual se unió en matrimonio Acab, rey de Israel, en vez de haber tomado por mujer a una hebrea; por esta acción, Acab, dejó de adorar a Jehová por servirle a Baal y adorarlo3. Pero Acab fue más lejos "32e hizo altar a Baal, en el templo de Baal, que él edificó en Samaria. 33Hizo también Acab una imagen de Asera, haciendo así Acab más que todos los reyes de Israel que reinaron antes que él, para provocar la ira de Jehová Dios de Israel" (1 Re. 16:32,33). El pecado de Acab fue más grave que el de Jeroboam, al estimular al pueblo a adorar a un dios extraño.
Jezabel, como reina que era, incitaba a Acab (cfr. 1 Reyes 21:25), y tenía oportunidades y estaba revestida de derechos para influir en el gobierno del pueblo de Dios, de acuerdo con su soberana y perversa voluntad. Jezabel, mujer de naturaleza autoritaria, instruía al pueblo en la práctica de obras abominables y a comer de lo sacrificado a los ídolos, sin que nadie osara resistirle. Juzgue el lector la situación de la iglesia de Tiatira, ante una mujer culta, influyente, rica, de ilustre prosapia, sagaz, la iglesia se llenó de temor de reprender a un miembro tan ilustre, y cuando ella se rodeó de incondicionales, la cosa se hizo más difícil aun, y hubo el pecado de permisión. Esto lo relacionamos con la profecía del Señor acerca de esta mujer en la parábola de la levadura.
"Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado" (Mt. 13:33).
Con mayor énfasis en el sistema católico romano, esta parábola refleja la corrupción interior de la actual y desfigurada apariencia del reino de los cielos en la tierra, durante la ausencia del Rey, porque Cristo es la ofrenda de harina pura, pero en cambio la levadura representa las doctrinas falsas, la hipocresía, los que dicen profesar la auténtica fe y proceden impíamente, los que enseñan falsamente el cristianismo; también representa la malicia y el pecado (cfr. Mateo 16:6,11.12; 1 Corintios 5:6-8; Gálatas 5:8,9). La Iglesia, como la manifestación práctica del reino de los cielos hoy, tiene la flor de harina sin levadura, que es Cristo, pero esa mujer, que es el sistema católico romano y los sistemas religiosos nacionalistas que de él se derivan y aun los posteriores movimientos denominacionales, escondió la levadura, en modo oculto, en la harina, introduciendo en la Iglesia prácticas paganas, herejías y perversidades, mezclando abominaciones con cosas procedentes de Dios, de tal modo que las puras enseñanzas bíblicas acerca de Cristo fueron leudadas, resultando una apariencia del reino de los cielos. Jezabel combinaba astutamente el uso carismático (profético) con la idolatría y la fornicación, una peligrosa y explosiva mezcla de dones e impiedades. La Iglesia Católica Romana, como Jezabel, se autodenomina profetiza, con pretensiones de haber recibido de Dios la autoridad de hablar por el Señor, con el resultado de que se arroga el derecho de hablar por sí misma, de tener el monopolio de la enseñanza e interpretación de la Palabra de Dios, lo cual ha hecho que la gente se desentienda de leer la Biblia y se contente con escuchar sus filosóficas y heréticas enseñanzas humanas y, de paso, dejar de alimentarse con el apropiado conocimiento de Cristo.
Vemos entonces que la unión matrimonial de Acab con una idólatra gentil dio como resultado que se fomentara oficialmente el inmoral culto a Baal, dios del rayo, la tormenta, la lluvia y la fertilidad en el panteón cananeo y fenicio. ¿Por qué? Porque su mujer era una adoradora fanática de ese ídolo satánico y él quería complacerla. Esto llevó a Israel a una aguda crisis nacional, confusión, persecución y sincretismo religioso; el pueblo de Dios comiendo lo sacrificado a los demonios; que en su momento muchos israelitas pudieron haberlo visto normal y hasta lógico, pero que en la perspectiva profética bíblica no era sino un rechazo a Yahveh. Allí la fornicación significa confusión. Llegó el momento crucial en que quien mandaba en Israel era una mujer extranjera, que, además, era idólatra, prostituta y hechicera (cfr. 2 Reyes 9:22), que pretendió borrar del pueblo escogido la adoración a Dios, seduciéndolos a que dejaran los mandamientos de Yahveh y se olvidaran hasta del mismo nombre del Altísimo, hasta el punto que, cuando el profeta Elías se enfrentó con los cuatrocientos profetas de Baal, valientemente le dijo a todo el pueblo: "¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él" (1 Re. 18:21). Mas había tanto temor y confusión en el pueblo, que la Biblia dice que nadie respondió palabra. Jezabel mataba a los profetas de Dios. Pero Dios respondió poderosamente y a través de Elías demostró que precisamente en la esfera donde pretendían que Baal era más poderoso (el rayo, la lluvia), allí fracasaron estruendosamente sus seguidores.
Jezabel tuvo el poder de dominar a su esposo, así como la iglesia apóstata ha tratado de dominar a los reyes y al mundo entero mediante la política y los concordatos favorables; es decir, que todo lo que Cristo rechazó cuando fue tentado en el desierto, fue aceptado por la iglesia ramera. En las cartas de Apocalipsis, el diablo es mencionado en un avance sutil para destruir a la Iglesia. En Esmirna, Satanás operaba desde la sinagoga; en Pérgamo desde su trono en el templo de Zeus, y en Tiatira, ya había establecido su sede de operaciones dentro de la Iglesia misma. Téngase en cuenta que la mujer de Mateo l3:33, Apocalipsis 2:20 y Apocalipsis 17 es la misma. Ese es el punto principal de la carta a la iglesia en Tiatira.

Babilonia la grande
"Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación" (v.21).
La Jezabel neotestamentaria era muy orgullosa para arrepentirse, no obstante que el Señor le dio tiempo para que se arrepintiera, rechazando así el único camino posible para salvarse ella y todos sus seguidores. La Iglesia de Jesucristo es tipificada por una mujer, la Esposa del Cordero, la Nueva Jerusalén (Ef. 5:22-32; Ap. 19:7-9; 21:9,19), pero hay otra mujer dominante que le ha sido infiel al Señor, que la Palabra de Dios llama "Un misterio: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra" (Ap. 17:5). Esa mujer cuando se casó con el mundo dejó de ser Jerusalén para convertirse en Babilonia, el sistema católico romano; pero hubo tanta habilidad e ingenio satánicos para mezclar el paganismo babilónico con el cristianismo, que la Biblia llama a ese nuevo sistema un misterio, y es la misma Jezabel del tiempo de la gracia, porque se ha encargado de introducir en el pueblo de Dios mucha confusión, indiferencia, ignorancia, sincretismo, culto idolátrico y prácticas inmorales. Esa mujer se llama profetisa y se ha arrogado el derecho de ser la única que tiene la autoridad de enseñar e interpretar las Escrituras, con el resultado de que impone sus propias espurias y torcidas doctrinas, invalidando y contradiciendo las Escrituras Sagradas. Ella se encarga de enseñar y no deja que hable Dios (cfr. Juan 5:39; 16:13). Solamente ella pretende tener la razón y la verdad. No se va arrepentir, y se sabe que será destruida sin que se haya arrepentido, como le sucedió a Jezabel. En la Edad Media hubo un largo tiempo en que la Biblia fue un libro prohibido por el cesaropapado, y sólo podía ser adquirido e interpretado por una augusta élite del Vaticano, a fin de acomodar las cosas a los intereses del sistema de la ramera. En su obra La Ciudad de Dios, Agustín expresa dramáticamente la clara distinción trazada entre la ciudad del mundo y la ciudad de Dios, puntos de vista en su oportunidad apreciados por los cristianos fieles al Señor y Sus propósitos.
Para fines del siglo quinto, el sistema católico romano y el Imperio estaban tan íntimamente asociados, compenetrados entre sí, que el sello que el Imperio había impreso en ese sistema religioso ya era indeleble, y cuando el Imperio Romano de Occidente se disgregó, el catolicismo romano retuvo muchos de sus rasgos, estructura y organización externa y en muchos sentidos perpetuando las características de la Roma precristiana hasta hoy. Más que con un gobierno estatal y simple sistema político y sus vinculaciones económicas, el cristianismo desertor e infiel se mezcló en sus mismas raíces con el sistema religioso babilónico, formándose a la larga el cesaropapismo con el sumo pontífice a la cabeza, como continuación de una de las piernas de hierro del último de los cuatro grandes imperios mundiales revelados por Dios al rey Nabucodonosor en Babilonia (cfr. Daniel 2:33,40).
Esa férrea unión generó serios compromisos con el príncipe de este mundo. ¿Como cuáles? Uno de ellos la continuación del paganismo babilónico, la contemporización y el fomento de la idolatría y la adoración a la reina del cielo, la diosa-madre, y su cohorte. ¿Existía la reina del cielo desde los tiempos babilónicos? Sí, se llamaba Istar y Mylita, y todas las culturas desde muchos siglos antes de Cristo adoraban a la divina madre, la madona y a su hijo, representada con un niño en los brazos. Por ejemplo, en Egipto la llamaban Isis, entre los cananeos Astoret y Astarté, en Alemania Hertha, en Asia Cibeles, en Efeso Diana, en Roma Venus o Fortuna, en Grecia Afrodita o Ceres, etcétera. ¿Qué hizo el sistema católico romano? Introdujo la adoración a la reina del cielo y otros dioses extraños con una pequeña modificación, cambiándoles el nombre. A la reina del cielo le llamó inicialmente María, y a los demás dioses, ídolos o estatuas, les llamaron "santos". Por ejemplo, la estatua del dios Júpiter en Roma, cuya figura es de color oscuro, fue retocada y colocada en la catedral de San Pedro en Roma (con una mitra dorada sobre su cabeza, cuya figura (una cabeza de pez) es distinta a la usada por Aarón y los sacerdotes hebreos), en calidad de ídolo del apóstol Pedro. No hay evidencia bíblica que acredite que Jesucristo y los apóstoles usaran este ornamento, que por el diseño que actualmente usan los papas, cardenales y obispos, corresponde a una prenda pagana del dios pez babilónico, conocido por Ormuz o Dagón. Así como la ciudad de Tiatira era conocida y famosa porque en ella cada gremio tenía sus dioses protectores, a los cuales les celebraban fiestas en determinadas fechas, mediante libaciones o comidas rituales, así también en el período profético de Tiatira, del cristianismo apóstata, se perpetuaron esos rituales paganos a "santos" patrones de los gremios; por ejemplo, San José, patrono de los obreros, San Cristóbal, patrono de los choferes, San Rafael, patrono de los médicos, etcétera. Tenemos el ejemplo de Efeso, ciudad en la cual parte de la adoración tributada a Diana fue transferida a la virgen María, ciudad donde al parecer vivió y murió María, por haber sido encomendada al apóstol Juan.
El sincretismo universal que ha caracterizado al paganismo con su politeísmo, aparentemente se fue opacando y dando paso al monoteísmo judío y cristiano; pero eso es apenas una mera apariencia. Aun las masas llamadas "cristianas" en Occidente, jamás han dejado el politeísmo. A pesar de la sustitución de una religión por otra, el sincretismo es el mismo; las naciones adoran los mismos dioses antiguos, disfrazados de divinidades con nombres "cristianos".
Tolerar que prevalezcan estas enseñanzas ha traído fracasos y graves consecuencias a los cristianos de Tiatira, y lo peor es que habrá creyentes en la condición de Tiatira que serán hallados así en la gran tribulación. La idolatría engendra confusión y tragedia, ceguera espiritual y muchos males. Desde tiempos antiguos, Dios prohibió por abominable la adoración a la reina del cielo y a todo el ejército del cielo, y amonesta a su pueblo por medio de sus profetas.
Por ejemplo, Jeremías les dice: "18Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, y las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira. 19¿Me provocarán ellos a ira? dice Jehová. ¿No obran más bien ellos mismos su propia confusión?" (Jer. 7:18-19). El pueblo hebreo por su idolatría provocó la ira de Dios, y Jerusalén, símbolo del templo de Dios, fue destruida; los judíos fueron llevados durante setenta años cautivos a Babilonia, por contraste la guarida de demonios. Fue así como la verdad revelada por Dios a los judíos paulatinamente se mezcló en Babilonia con la religión pagana que se había originado en Babel; hubo así una asociación entre algunas creencias de los hebreos, ciertas tradiciones herméticas*(1) egipcias (recuérdese que los hebreos vivieron 400 años en Egipto) y las teúrgias caldeas, dando origen a la llamada Kábala, escuela de pensamiento judío que se prestó al misticismo y a la especulación teológica y filosófica, y más tarde, con la mezcla de las corrientes filosóficas griegas, surge el gnosticismo y varias ramas de ocultismo y esoterismo sincretista, alimentados por religiones de tipo oriental. Asimismo se habla que la Iglesia en parte ha estado en cautiverio en Babilonia, en la ciudad terrenal.
*(1) De hermetismo. Hermes Trimegisto, era el dios griego-egipcio conductor de las almas de los muertos; en Egipto lo tenían por el inventor de todas las ciencias, cuyos secretos guardaba encerrados en libros misteriosos.

El principio de ese cautiverio tuvo ocasión en el período de Pérgamo, y el sistema babilónico se disfrazó de cristianismo en Roma. Del pueblo hebreo en cautiverio, Dios llamó a un pequeño remanente para que volvieran a la Tierra Santa a reconstruir la ciudad de Jerusalén y al templo en tiempos de Zorobabel, Nehemías, Esdras, Zacarías. Después de mil años de cautiverio en la Roma cesaropapista, el Señor también empezó a llamar a otro pequeño remanente a fin de recuperar todas las cosas que se habían perdido y continuar la construcción del templo de Dios, como lo veremos en próximos capítulos.

Raíces del cesaropapismo
No existe registro documental y normativo alguno en que conste que el Señor diera instrucciones a fin de que, para que se perpetuara Sus enseñanzas, cuando Él ascendiera al Padre y viniera el otro Consolador, el Espíritu Santo, se instituyera una organización visible que hubiera de continuar a través de los siglos, al estilo y con las características de las que siglos más tarde surgieron, en especial en las capitales del Imperio Romano, tanto de Occidente, Roma, como de Oriente, Constantinopla; y sus posteriores hijas y herederas; organizaciones muchas de ellas iniciadas por hombres que amaban la obra del Señor, pero que eventual y paulatinamente fueron jerarquizadas por hombres ebrios de poder y riquezas terrenales, pero carentes de las riquezas del cielo; en contraste con nuestro amado Señor, quien evitaba a toda costa toda ostentación de Sus poderes, a fin de no llamar la atención sobre Sí mismo, y que cuando decidió elegir a Sus más íntimos amigos, evitó escoger entre los grandes del Sanedrín, sino que lo hizo entre los hombres de las humildes sendas de la vida en el devenir de la peregrinación por esta tierra, o de los más modestos estratos sociales, como se le llamaría hoy.
Quien formuló por primera vez de manera rigurosa la doctrina del primado romano fue el obispo romano Dámaso (366-384), basado en una interpretación errónea de las palabras del Señor, Tú eres Pedro, de Mateo 16:18. Es muy socorrido hacer énfasis a las palabras del Señor en respuesta a Pedro en el capítulo 16 del evangelio según San Mateo. De acuerdo con el contexto, el Señor se interesó por saber lo que sus discípulos decían acerca de quién era Él. En el verso 16, a una pregunta del Señor al respecto, Pedro le responde: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente", frase esta que puede verse escrita en gigantescos caracteres en latín alrededor de la cúpula de la basílica de San Pedro en el Vaticano, con el argumento de que Pedro fue la primera cabeza de la Iglesia, y en consecuencia, sus pretendidos sucesores, los papas romanos, deberían continuar su autoridad. Es perentorio aclarar que la frase afirmativa de Pedro es una revelación que le hace el mismo Padre celestial acerca de la personalidad e identidad del Señor Jesucristo, pues el mismo Señor Jesús se lo confirma cuando le dice: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (v.17).
Pero a continuación aparece una declaración del Señor que ha dado pie a ciertas especulaciones por parte del papado romano. El Señor le sigue diciendo a Pedro en los versos 18 y 19: "18Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. 19Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos". Es necio y sin fundamento bíblico decir que Jesús fundó su Iglesia sobre Pedro, o sobre algún otro hombre. Para que una persona, cualquiera, docta o ignorante, conozca quién es el Señor Jesucristo, el único medio posible es por revelación de Dios el Padre. De la declaración de la persona respecto de Cristo, depende que sea o no un hijo de Dios, integrante de la Iglesia del Señor. Esa confesión es la roca. Yo soy para ti el Cristo, el Salvador, entonces tú eres una piedra de la casa de Dios, la Iglesia. Dios edifica Su Iglesia con todas esas piedras vivas, los que han creído y confesado que Jesús es el Cristo, el Salvador, siendo la principal piedra de ángulo Jesucristo mismo, no un hombre. Gracias al Señor, que previendo todo lo que se vendría, el Espíritu Santo inspiró al mismo apóstol Pedro para que señalara que Cristo mismo es la piedra angular de Su templo, la Iglesia, cuando dice en 1 Pedro 2:4-8:
"4Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, 5vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. 6Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sión la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en ella, no será avergonzado. 7Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; 8y piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados".
En Mateo, el Señor usa las palabras Pedro y piedra (en griego Petros y petra). Pedro (petra, πετρα), como el resto de creyentes, por su declaración es constituido una piedra viva en la edificación espiritual; pero lo que ha declarado, que el Señor Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, es la piedra angular, la roca (petros, πετροζ), sobre la cual está fundamentada la Iglesia. La Iglesia se construye sobre la persona del Señor Jesucristo, con los que, a igual que Pedro, confiesan al Señor. Pablo también lo ratifica en Efesios 2:20-22, así: "20... edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, 21en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; 22en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu".
No entramos a analizar el verso 19 de Mateo 16, pero el significado exegético del mismo no da fundamento, ni siquiera lo insinúa, para afirmar que habría en la historia una serie de sucesores a los cuales el apóstol Pedro tuviera autoridad para transmitir el poder de las llaves. Ese encargo fue de tipo personal y no transmisible y Pedro lo ejerció para abrir el camino de la salvación y del Reino, primero a los judíos en Jerusalén en el día de Pentecostés (Hechos 2), y luego a los gentiles en Cesarea en casa del centurión Cornelio (Hechos 10), y esas puertas aún no se han cerrado, como lo confirma Pablo años más tarde (alrededor del 61 d. C.) a los efesios: "...porque por medio de él (Cristo) los unos (hebreos) y los otros (gentiles) tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre" (Ef. 2:18).
La misma noche en que fue aprehendido, el Señor Jesús oró al Padre, diciéndole: "20Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste" (Juan 17:20-21). Estas dicientes palabras nos dan a entender que el Señor quiere en su Iglesia un compañerismo estrecho, y continuo a través del tiempo y la distancia, sin especificar qué estructura visible tendría la Iglesia. Las características estructurales por las que el Espíritu Santo orientó a la Iglesia del Señor, son las que se encuentran en las páginas del libro de los Hechos de los Apóstoles, las epístolas de los apóstoles Pablo, Pedro y Juan, Hebreos y el libro del Apocalipsis, todo en el marco de la igualdad, del amor y la comunión del Espíritu Santo. A raíz de la muerte del Señor, Su gloriosa resurrección, ascensión y la venida del Espíritu Santo, se cristalizó un compañerismo e igualdad entre Sus discípulos, y eso se llamó Iglesia, la Iglesia de Jesucristo, la cual es Su cuerpo y Él es la Cabeza. La Palabra descarta que un hombre sea la cabeza de la Iglesia.
"20...la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, 22y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. 27A fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha" (Ef. 1:20,22,23; 5:27).
Sobre el pasaje bíblico que registran las palabras del Señor: "Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia", hay otra interpretación que dice: "Si Cristo hubiese querido decir que Su Iglesia iba a estar fundada sobre Pedro, ¿por qué no dijo: ‘sobre ti edificaré mi iglesia’? tal como directamente lo hizo cuando llamó a cada uno de los apóstoles, ‘ven, sígueme’. Si se hubiere referido a Pedro, ciertamente habría dicho: Pedro, edificaré mi iglesia sobre ti, de la misma manera que le dijo: ‘A ti te daré las llaves’. No, no era sobre la cabeza de Pedro, sino sobre la confesión que acababa de hacer sobre dónde iba a fundarse la Iglesia. No sobre el inestable Pedro (que lo negó tres veces antes de que cantara el gallo; también era judaizante, que recibió reprensión del Señor cuando le dijo: Apártate de mí, Satanás; e irascible, por haberle cortado la oreja a uno de los soldados que apresaron a Jesús), sino sobre aquella poderosa verdad que el Padre le había revelado". (Jaime Beltrán Zuccardi. Carta al Sacerdote Alfonso Llano Escobar. 1997).
En la misma carta a los Efesios, Pablo nos dice que la Iglesia es formada tanto por judíos como por gentiles, todos miembros de la familia de Dios, siervos de Jesucristo, sin distinción de razas, nacionalidad, trasfondo cultural, sexo, libertad, servidumbre, sin barreras ocasionadas por lenguas o distingos políticos. Desde principios del siglo IV, o mejor, a través de un lento desarrollo histórico cuyas raíces encontramos antes de esa fecha, pero que tomó mayor fuerza con la aparición de Constantino en el concierto histórico del Imperio, se vino operando un desarrollo doctrinal paralelo con un proceso institucional generando un sistema eclesiástico centralizado en torno al obispo de Roma, con gran influencia en Occidente y cada día más libre de la tutela imperial. La primacía de honor del obispo de Roma y su título y poder temporal pontificio, no le vino necesariamente del evangelio sino de la organización eclesiástica que había sido copiada de las instituciones político religiosas del Imperio Romano.
La legislación pontificia se inicia con las decretales del obispo de Roma Siricio (384-399), reclamando jurisdicción universal, pues en el siglo IV el obispo tomó el carácter de papa, pero no le fue reconocida; pero con Dámaso el papado da un vuelco importante, pues él asumió el antiguo título romano de Pontifex Maximus, alto sacerdote oficial de los misterios babilónicos, reconocido tanto por paganos y cristianos como la cabeza, heredado hasta el día de hoy por todos los papas, título del cual se había despojado el emperador Graciano en el año 375, cuando con motivo de su conversión al Señor Jesucristo, tuvo discernimiento de que ese título era de origen satánico. Cuando el papa romano recibió el título babilónico de Sumo Pontífice, recibió el liderazgo sobre todo el paganismo.
El papa Inocencio I (401-417) propuso una política de centralización jurisdiccional del primado, pero no fue sino hasta el año 445, en tiempos de León I el Grande (440-46l), en que el emperador Valentiniano III estableció la supremacía de Roma, por razón de que este obispo ocupaba "el primado de San Pedro", sobre la parte occidental de la Iglesia mediante el edicto Certum est, sin que le fuera reconocida aún su autoridad por las iglesias. Algo similar ocurrió con Bonifacio III, que fue declarado obispo universal por el emperador Focas, de Constantinopla, bajo la aplicación de edictos de gobernantes terrenales sin tener en cuenta la voluntad de Dios. Notemos que es reconocida esa supremacía mediante un documento legislativo secular, del emperador, mas no bíblico.
La institución romano-papista para sustentar sus pretendidos derechos de supremacía y de la sucesión apostólica de ese sistema, cita que en el último cuarto del siglo segundo Ireneo de Lyon supuestamente afirmaba en un tratado que los apóstoles habían nombrado sus sucesores en las diferentes iglesias; pero lo curioso de este documento considerado espurio aun por comentaristas católicos romanos, es que Ireneo, habiendo podido haber dado la lista de todos esos obispos sucesores en todas las iglesias, o por lo menos en las principales ciudades, sólo se limita a dar la línea de sucesión de la iglesia de Roma, la cual, aducen ellos pero no las Escrituras, había sido fundada por Pedro y Pablo, los cuales a su vez nombraron a Lino; éste a su vez fue seguido por otros en línea intacta hasta el duodécimo en sucesión, época en que el presunto libro de Ireneo estaba siendo escrito.
Este supuesto libro de Ireneo es un documento falso como tantos otros que esa institución (la Iglesia Católica Romana) se inventó a lo largo de los siglos. Cipriano, el famoso obispo de Cartago, quien vivió entre los años 200 al 258, refiriéndose a cierto tipo organizativo, decía que "la iglesia está en el obispo y el obispo en la iglesia", dándole mucha importancia al obispado, pero sostenía que todos los obispos eran iguales. Consideraba que todo obispo poseía todos los poderes comunes a todos los obispos; que ningún obispo tenía autoridad administrativa sobre los demás, que ningún obispo debía exaltarse como obispo de obispos, y estimaba al obispo de Roma sólo como uno entre sus iguales. Esto a todas luces representaba un conflicto con las pretensiones del obispo de Roma, y debido a eso se tiene conocimiento que sus obras fueron tergiversadas, de manera especial en lo relacionado con lo del primado de Pedro.
Ahora bien, no hay registro bíblico, ni patrístico confiable que sustente que Pedro haya sido el fundador y obispo de la Iglesia de Roma. Hay que diferenciar entre el ministerio de apóstol y el de anciano u obispo. Bíblicamente el campo de trabajo del apóstol es la obra regional, y el del obispo es la iglesia local. Los apóstoles jamás se quedaban como obispos de alguna iglesia; en cambio, los ancianos eran designados entre los hermanos de su misma iglesia local. En cuanto a Pablo, en el contexto de la carta a los Romanos, y particularmente en los versos 10-13 del capítulo 1 y 20-23 del capítulo 15, vemos que cuando el apóstol escribió esta carta alrededor del año 57 d. C. nunca había estado en Roma, ¿cómo, pues, pudo ser uno de los cofundadores de la iglesia en esa localidad?
Las continuas divisiones eclesiásticas de Oriente, sobre todo en tiempos de los concilios de Éfeso (431) y Calcedonia (451), la corrupción imperial y las amenazas de las invasiones de los bárbaros, entre otras cosas, les eran favorables al obispo de Roma en sus pretensiones para conseguir la supremacía dentro de la cristiandad. Invadida la ciudad por los vándalos, y sin la presencia y autoridad imperial en Occidente, León I el Grande, tuvo la idea de convertir el trono del imperio en sede del reino universal de la Iglesia, dando inicio a la teocracia católica romana, como verdadera continuación del Imperio. Una solución salomónica; el Imperio no se extinguía, sino que cambiaba de forma y continuaba el papa como el sucesor de los césares; y no fue menos importante que, en el curso de este proceso, tras el espaldarazo de Valentiniano III, paulinamente los emperadores orientales fueron reconociendo esa primacía papal al obispo de Roma, a fin de irse ganando un aliado; entonces, de las ruinas del imperio romano occidental, surge así la Roma papal. Y lo curioso es que cuatrocientos años antes, el Señor Jesús, verdadera Cabeza de la Iglesia, le había dicho a Poncio Pilato, el representante de ese mismo imperio romano: "Mi reino no es de este mundo" (cfr. Juan 18:36).
La construcción de Babilonia la grande, la gran ramera, continúa inexorablemente y en año 494 el papa Gelasio declaró que el mundo era gobernado por el emperador, pero que éste debía someterse a los prelados en asuntos divinos, y que Roma había sido puesta en superioridad sobre las demás iglesias, por la presencia y martirio de Pablo y el supuesto martirio de Pedro allí, toda vez que no hay registro bíblico de que este apóstol hubiese estado en Roma. El emperador Justiniano I (527-565), entre otras cosas, es muy famoso porque durante su gobierno recopiló muchas leyes y promulgó su famoso Código de leyes imperiales llamado «Corpus Juris Civilis» (Cuerpo de ley civil), por medio del cual también confirmó y aumentó los privilegios del clero, y designa al obispo de Roma como jefe supremo de las iglesias. Este documento, por ejemplo, en el prefacio del artículo noveno dice: "No sólo se le asigna a Roma el origen de las leyes, sino que además no hay nadie que dude que en ella reside la cima del más alto pontificado".
Asimismo en el artículo 131 del Código de Justiniano dice: "De ahí que, de acuerdo con las resoluciones de estos concilios, ordenamos que el Muy Santo Papa de la antigua Roma ocupe el primer rango entre todos los Pontífices, y que el Muy Bendito Arzobispo de Constantinopla o Nueva Roma, ocupe el segundo Lugar después de la Santa Sede Apostólica de la antigua Roma, la cual tomará la precedencia sobre todas las demás".
Vemos entonces a grandes rasgos cómo ese proceso institucional del cesaropapismo fue echando poderosas raíces, se fue ramificando, posesionando y tomando ventaja sobre otras instituciones, y es así como aparecen los obispos feudales, con las insignias y las atribuciones de los señores feudales de la Edad Media, llegando a ser más príncipes que pastores, comenzando por el mismo pontífice, pretendido sucesor de un trono que el apóstol Pedro nunca tuvo, y que conforme a lo consignado en Hechos, detestaba el boato, la adulación, pleitesía, etcétera, como se narra en el siguiente pasaje bíblico: "Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre" (Hch. 10:25,26).
Conforme la Jezabel del Antiguo Testamento, en la Iglesia Ortodoxa Oriental, llegaron a gobernar en la iglesia apóstata emperatrices, las que por cierto fueron las más influyentes implantadoras de la adoración de imágenes, y en Roma, los eclesiásticos eran los ricos, los corrompidos cortesanos, los sabios, los mecenas. El pontífice no se conformó con ser "obispo universal" y cabeza de lo que ellos afirmaban ser la iglesia de Jesucristo, sino que entra en una etapa en que afirma ser gobernador sobre las naciones, por encima de los reyes y emperadores. Hay que tener muy en cuenta que esos personajes no necesariamente se convertían a Cristo de manera individual, por convicciones personales y por revelación del Padre, sino por principios y razones culturales, y como consecuencia su nombre era escrito solamente en el registro civil. Es una época en que Satanás se oculta tras un disfraz, mezclando sutilmente el paganismo babilónico con el cristianismo, usando hombres que "vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces" (Mt. 7:15).
Con Gregorio I, el Grande (590-604), uno de los administradores más capaces del papado romano, se inicia el período de crecimiento del poder papal, quien se preocupó por la conversión de los paganos de las naciones en Europa, y traer a la fe ortodoxa a los arrianos de las tribus bárbaras de los godos y visigodos. Era hijo de Gordiano, rico senador romano, y Silvia, también de familia patricia y descendiente directa del papa Félix IV, la cual fue más tarde canonizada. Gregorio colocó las bases para el poder temporal o político que el papado romano ejercería en la Europa occidental en las siguientes nueve centurias, e hizo los preparativos para hacer del pontificado el virtual gobernante en la provincia que rodeaba Roma, en una época en que empezaba el expansionismo de la ingerencia del papado en política; además, Gregorio Magno desarrolló e impulsó ciertas doctrinas, como la adoración de las imágenes y la transubstanciación. Respecto a las imágenes, es bueno conocer la sutileza empleada por Gregorio Magno para introducir y avalar esta costumbre reprobada por las Escrituras. Dice un aparte de una carta enviada por Gregorio a Ciriaco, abad del monasterio de San Andrés, en las Galias: «En nombre de Jesucristo, querido hermano nuestro, alabamos el celo que habéis mostrado rompiendo las imágenes, y aplaudimos el que hayáis arrojado del templo los ídolos fabricados por las manos de los hombres, toda vez que usurpan la adoración debida únicamente a la Divinidad. Esto no obstante, vuestro ardor os ha impulsado harto lejos; vos, con algunas mutaciones, debíais transformar los ídolos en imágenes de nuestros mártires, y conservarlas en nuestros templos. Porque es de saber que es muy permitido colocar cuadros en las iglesias a fin de que la gente sencilla conozca los divinos misterios de una religión, que no puede estudiar en los libros» (Mauricio de la Chàtre. Historia de los Papas y los Reyes. Tomo I, pág. 397. CLIE, 1993). De manera, pues, que llenó los templos de cuadros y ornamentos preciosos, e impuso el brillo y la pompa en las ceremonias religiosas, llegando incluso a transigir con las creencias de las naciones idólatras, introduciendo sus ritos y sus dogmas en las costumbres de la cristiandad.
Respecto de los antiguos templos paganos, vemos un pequeño aparte de una carta dirigida por Gregorio a Agustín, apóstol de Inglaterra: «Guardáos mucho de destruir estos edificios; basta con romper los ídolos que contienen, y purificar su interior con agua bendita. Podréis enseguida levantar altares cristianos, y colocar las reliquias bajo las santas bóvedas. Recordad, también, que es preciso desterrar al demonio de los monumentos de su culto, pero sin que se destruyan estos últimos; al conservarles seréis útiles a la causa de Dios, pues los paganos, cuyas plantas manchan con frecuencia las losas de estos templos, llegarán a convertirse, aunque no sea más que para orar en los lugares donde estaban acostumbrados a dirigir súplicas a los dioses; y los que tienen la costumbre de inmolar víctimas al infierno, abandonarán sus impíos sacrificios por el esplendor de vuestras ceremonias» (Ibid. pág.401). Se interesó por la música litúrgica, compilándola, haciéndole decisivas modificaciones y editando lo que había sido escrito en tiempos pasados, música conocida hasta la actualidad como canto gregoriano.
Gregorio el Grande divulgó la doctrina del purgatorio, que había tomado de Agustín, enseñando que el purgatorio es un estado, un fuego, en el cual los cristianos son purgados de sus pecados livianos antes del juicio final.*(2) De acuerdo con el enfoque doctrinal sobre el bautismo en su época, enseñaba que los hombres tienen que arrepentirse de pecados cometidos después del bautismo. Asimismo enseñaba que la contrición de los hombres por sus pecados condicionaba el perdón de Dios, y que las obras de penitencia alivian y limpian el peso de la culpa, librando de la disciplina del purgatorio. Introdujo el valor de las misas como ayuda por las almas que estuvieren en el purgatorio. También enseñó que las misas y la ayuda de los mártires y santos en calidad de abogados sirven para aligerar la disciplina prescrita para los cristianos vivos que se arrepienten de sus pecados post-bautismales, invalidando la Palabra de Dios que textualmente dice: "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Ti. 2:5). Estas torcidas enseñanzas del catolicismo romano constituyeron las bases para el posterior comercio de indulgencias.
*(2) Dice Chàtre la siguiente perla, en la obra citada, pág. 400: «Descubrimiento del nuevo mundo Purgatorio. Alimentado por la lectura de los autores latinos, (Gregorio) había aprendido de Virgilio "que las almas humanas se hallaban encerradas en la prisión oscura del cuerpo, donde adquirían una mancha carnal, conservando un resto de su corrupción, aun después de emanciparse de su existencia mundana". El poeta había dicho: "Para purificarlas se las hace sufrir varios suplicios: las unas están suspendidas en el éter, y son juguetes de las tempestades; las otras expían sus crímenes en el abismo de las aguas; la llama devora las más culpables, y ninguna se halla exenta de castigo. Existen algunas almas situadas en los Campos Elíseos, donde aguardan que los años las purifiquen de las manchas de su existencia terrestre, y les devuelvan su primitiva pureza, esencia suprema, emanación divina. Después de haber cruzado muchos siglos en tan ignorada estancia, las almas la dejan, y Dios las llama a las orillas del Leteo". El Purgatorio fue conquistado por el Papa: ha sido la gran América. En sus diálogos y en sus salmos de la penitencia, Gregorio se expresa en estos términos: "Cuando se han emancipado de su prisión terrestre, las almas culpables son condenadas a suplicios cuya duración es infinita; las que en el mundo sólo han cometido algunas faltas ligeras, alcanzan la vida eterna después de haberse regenerado en llamas purificadoras..." Otro descubrimiento hizo el sabio Papa: la transubstanciación del paganismo en cristianismo».

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