martes, 2 de enero de 2007

8. El Reino mesiánico en la perspectiva profética (1a. parte)

Capítulo 8
EL REINO MESIÁNICO
EN LA PERSPECTIVA PROFÉTICA
(1a parte)


El hombre recibe el señorío y lo pierde
Después que el Señor terminó toda la obra de la creación, dice la Biblia que Dios creó al hombre. Dios necesitaba de alguien que representara Su autoridad en Su creación. Después que Dios creó al hombre a Su imagen, varón y hembra, dotados con suficiente poder y autoridad, les dijo (Gé. 1:28): Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, sojuzgadla, y señoread (es la palabra clave) en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra". Esas eran las tres áreas sobre las cuales el hombre tenía dominio. Dios le dio señorío al hombre sobre los aires, en las aguas y en la tierra. Dios quería establecer su reino en el universo comenzando por esta tierra, pero con la representación del hombre, una criatura inteligente de su entera confianza.
Pero el hombre le falla a Dios. Viene el drama del hombre y la serpiente antigua, y el hombre le entrega este señorío a Satanás, el mismo señorío que había recibido de Dios. Satanás incita al hombre a independizarse de Dios; le asegura que si come del fruto prohibido serían abiertos sus ojos y sería como Dios, sabiendo el bien y el mal. El hombre cae voluntariamente en la trampa, y es despojado de ese señorío. Queda, pues, siendo Satanás el príncipe de este mundo, como lo dice Pablo en Efesios 2 y en 2 Corintios 4:4, que dice que el diablo es el dios de este mundo, de este siglo. ¿Por qué? Porque recibe el señorío de manos de quien había recibido el señorío de parte de Dios, es decir, del hombre. De manera que el hombre queda siendo esclavo del mismo Satanás. El apóstol Pablo lo describe así: "1Y él (Cristo) os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás" (Ef. 2:1-3). De manera que el hombre se convirtió realmente en esclavo del diablo.
Pero cuando el pecado de Adán es descubierto, hay un juicio de parte de Dios, y viene la maldición de la serpiente, la maldición de Eva y la maldición de Adán y la expulsión del hombre del huerto hasta el día que pudiera comer del árbol de la vida. Pero en medio de todo esto se destaca la promesa de un poderoso Salvador y la lucha y rivalidad históricas entre las dos simientes hasta que el dragón fuese juzgado y vencido en la cruz de Cristo. Dios le dice a la serpiente: "Y pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Gé. 3:15). Satanás, pues, recibe un poder especial para gobernar este mundo, y para ello cuanta con una sofisticada y poderosa organización jerarquizada que opera en las tinieblas, integrada por los ángeles caídos que arrastró el querubín Lucero después de su rebelión. Satanás desarrolla así un reino llamado de la "potestad de las tinieblas".

Israel en el Reino
Entonces ese propósito de Dios de establecer su reino en la creación, tuvo aquí en realidad un estorbo, pero con esto no se canceló, pues el Señor ya tenía un plan, y empezó a moverse de tal manera de restaurar las cosas para que su reino se estableciese plenamente en un hombre en quien Él pudiera confiar; no en el hombre caído. El hombre caído quedó descalificado en su esclavitud. Primeramente, cuando ya las cosas se dieron, hubo una línea étnica, una raza en la historia, que se acordaba de Dios, que le temía a Dios, por la descendencia de Set, pues la descendencia de Caín se olvidó de Dios; y en los tiempos de Noé ya la humanidad se había saturado de maldad, sobre todo de ocultismo, un pecado que le duele a Dios sobremanera, porque se le rechaza, y eso acarreó el juicio de Dios por medio de un diluvio. Pero el hombre no quiere hacer lo bueno y se olvida de Dios. La torre de Babel es una evidencia de que el hombre no aprendió la lección del diluvio, volviendo a la práctica del ocultismo, pues la torre de Babel, el primer zigurat de la historia para la adoración ocultista, también es el primer monumento a la auto-exaltación
También de la descendencia de Noé, con el tiempo Dios escogió a un varón llamado Abraham, hijo de Taré de la descendencia de Sem, para ir conformando las cosas, para ir estableciendo los principios a fin de darle comienzo y desarrollo a los planes de Dios encaminados a establecer su reino sobre la tierra; y a partir del capítulo 12 de Génesis, Él lo llama de las tierras caldeas para hacer una nación de su simiente, una nación diferente por medio de la cual revelar su verdad y su justicia; y Dios establece a Abraham en la tierra escogida por Dios, llamada en ese tiempo Canaán, y le da descendencia. Nace Isaac, e Isaac engendra a Jacob, quien le daría el nombre a la nación, Israel, y quien a su vez engendra los doce padres de las tribus de Israel, y su descendencia se multiplica, y por circunstancias que conocemos se van a la tierra de Egipto y con el tiempo llegan a ser millones los hebreos, pero esclavizados, y después de cuatrocientos treinta años, de ese pueblo elige a un varón, a Moisés, para liberarlos, sacarlos y llevarlos por el desierto para prepararlos y revelárseles a fin de entregarles una tierra donde Él empezaría a establecer un modelo, un principio, una avanzada, un arquetipo realmente del reino de Dios sobre la tierra. Al final el reino abarcará toda la tierra, pero Dios empezaría por Israel, además de que de esa raza nacería la simiente de la mujer, el Rey mesiánico.
Y fue así como después de 40 años de deambular por el desierto, para suceder a Moisés, elige a un varón de la tribu de Efraín llamado Josué, y con él en el liderazgo del pueblo entregarles la tierra y establecer una teocracia. Ya se los había dicho en Éxodo 19:6: "Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa". Dios quería que todo el pueblo fuese un pueblo sacerdotal, y un reino a la vez; es decir, Él quería hacer de Israel una teocracia, donde el verdadero Rey fuese Dios mismo. Esta nación fue creada por Dios para Sí mismo, de manera que los israelitas, como nación, fueron los primeros en ser librados de la potestad del reino de las tinieblas, de la jurisdicción de Satanás, y en vez de un príncipe espiritual satánico, como las demás naciones (cfr. Daniel 10:13,20), su príncipe espiritual que los guardaba fue el arcángel Miguel (cfr. Daniel 10:21; 12:1). Pero a ellos se les dio por pedir un rey humano, como las demás naciones del mundo, en vez de seguir siendo una teocracia pura. Entonces Dios se los concedió en lo que se llama la voluntad permisiva de Dios. Ese rey, Esaú, de la tribu de Benjamín, falló, y entonces Dios escogió a un rey conforme al corazón de Dios y estableció, de cierta manera, la teocracia, pues aunque reinaba David, de la tribu de Judá, él hacía la voluntad de Dios, representaba la autoridad de Dios, representaba la realeza del Señor. De todas maneras reinaron David, sus hijos y nietos, pero hacían la voluntad de Dios. Ese era el deseo de Dios para un reino diferente sobre la tierra. Una única nación donde realmente allí reinara Dios y no Satanás. Pero no fue así siempre; y dice la Palabra que al fin ellos fallaron. Y después de la muerte de Salomón el reino se dividió. Diez tribus en el norte tuvieron su propio rey, a Jeroboam iniciando la lista; y las dos tribus restantes, las de Judá y Benjamín continuaron con Roboam, hijo de Salomón, el rey de la línea de David. Lastimosamente ambos reinos le fallaron a Dios. Los reyes del reino del norte todos fallaron y rechazaron a Dios; se involucraron desde el principio en la idolatría para evitar que el pueblo fuese a adorar a Jerusalén y se quedara allá; incluso llegaron a cambiar a Dios por Baal.
Y los reyes de Judá, la mayoría se apartó de los principios de Dios para gobernar su nación. Jeroboam se apartó del principio del reino, para edificarse un reino para sí mismo. Un principio del reino es la unidad, y otro es que hay que adorar donde Dios escoja que se le adore, y Jeroboam no lo permitió. Claro que Roboam también tuvo su cuota de culpabilidad en la división del reino; no representó bien el gobierno de Dios. Entonces el Señor tuvo que tomar medidas correctivas y permitió que sendas naciones impías y poderosas los acosaran, los sitiaran y se los llevara cautivos a tierras extranjeras. Como ellos empezaron a fallarle a Dios, descuidando los principios y leyes del reino, entonces tuvieron que ser llevados, cada reino por separado, cautivos a sendas naciones extranjeras para que vivieran en carne propia la realidad de lo diferente que es el reino de Dios y los reinos del mundo, gobernados por Satanás y sus huestes.

Los dos cautiverios
Sí, hubo un tiempo en que había una nación que representaba el reino de Dios, y cuando esa nación le falló a Dios, ya no se podía decir que ahí reinaba Dios, pues muy pocos obedecían a Dios; sólo un pequeño remanente se acordaba de Dios. Y hasta en el extranjero se enteraron de esa triste realidad, ante la cual Dios determinó levantar sendas naciones poderosas, crueles y presurosas para castigar a los malhechores de Israel y de Judá. La primera gran falla fue dividir el reino y empezar a ser regidos por egoístas principios humanos alejados de la voluntad de Dios. Claro, sobrevino la idolatría. La idolatría socaba los cimientos de la teocracia, aun cuando ésta sea representativa; y mucho más en un reino dividido.
En consecuencia hubo dos cautiverios: Primero, el cautiverio de Israel (las diez tribus del norte) por Asiria en 722 a. C., a causa del castigo recibido por su iniquidad. Esas tribus jamás regresaron; es probable que algunos individuos de Israel hayan regresado con el remanente de judíos (de las tribus meridionales) después del cautiverio babilónico. En verdad descendientes de las tribus norteñas han estado regresando a Palestina pero en el presente retorno de los hebreos a su antigua patria a partir de finales del siglo XIX, y sobre todo con los eventos del Holocausto en Alemania por parte de los nazis en la segunda guerra mundial, y la creación del moderno Estado de Israel en 1948.
El segundo cautiverio recayó sobre el reino del sur, Judá, quien fue sitiado, derrotado y llevado en cautiverio a Babilonia en 605 a. C., al mando del rey Nabucodonosor, durante setenta años, conforme la profecía de Jeremías;*(1) fueron sitiados, vencidos y llevados por causa de su idolatría. Cuando ese tiempo se cumplió, Dios preparó un pequeño remanente de los judíos para que regresaran, pues en su propia tierra debían de conformar el verdadero pueblo por medio del cual viniera el Salvador de los hombres, y verdadero rey que al final de los tiempos restableciera el trono de David, el reino de Dios sobre la tierra. El propósito de Dios con el retorno de ese remanente era que ellos se pusieran en las manos de Dios y comenzara un proceso para el restablecimiento del reino; tratando Dios de restablecer Su reino en Israel; pero ahora sería completamente distinto. Sería un rey en quien Dios podría confiar plenamente, y para ello sería necesario que naciera la simiente de la mujer, el Hijo de Dios encarnado, y muriera y resucitara, y ascendiera a la gloria, y enviara a su Espíritu, y se formara la Iglesia, y pasara el tiempo necesario para su glorioso retorno a la tierra a establecer su reino. De modo, pues, que con el retorno de un remanente no se iba a restaurar el reino inmediatamente; ellos seguirían bajo el dominio de los imperios mundiales que se sucedían en la historia.
*(1) Cfr. Jeremías 27:19-20; 29:10

Grandes revelaciones en el libro de Daniel
El caso, pues, es que a partir del cautiverio de Babilonia, Israel no volvió a ser libre hasta su destrucción total por los ejércitos del Imperio Romano, en el año 70 del primer siglo. Sucesivamente en la historia, Israel estuvo bajo el yugo de las grandes potencias que han dominado el mundo. Dios se lo reveló con lujo de detalles a un profeta exiliado en Babilonia, un hombre temeroso de Dios que había sido llevado con los primeros cautivos. La revelación está contenida en los capítulos 2 y 7 del libro de Daniel. Aun cuando ellos regresasen a su tierra, no serían del todo libres, pues Dios no tenía la intención de poner en el trono a hombre común alguno, sino a su propio Hijo. Veamos, pues, cómo Dios revela a este profeta el curso total de la historia hasta establecer Dios plenamente Su reino en esta tierra, conforme Su propósito original antes de la creación de Adán. Dios le dio toda la autoridad, autonomía y poder a Adán, pero como Adán le falló, Él se propuso establecer a alguien que no le falle jamás. El rey que vendrá ya tiene toda la potestad de parte de Dios.*(2)
*(2) Cfr. Mateo 28:18

En los capítulos 2 y 7 del libro de Daniel hay una revelación bajo dos enfoques. Uno (capítulo 2) es hecho en parte a un rey pagano; digo en parte, porque Nabucodonosor no tuvo conocimiento del hecho hasta que el profeta de Dios se lo reveló. Tengamos en cuenta que al rey se le había olvidado el sueño, y el profeta lo desconocía; sólo lo supo después que Dios se lo reveló. De manera que la verdadera revelación de aquello se la hizo Dios al profeta. Y hay una segunda parte, un segundo punto de vista revelado directamente al profeta, que se encuentra en el capítulo 7. En el capítulo 2 la revelación comienza de acuerdo con el punto de vista del hombre. El hombre sólo ve la majestad que en torno de sí mismo se crea, la gloria que a sí mismo se da o le otorgan los demás; gloria efímera envuelta en vanagloria. Pero Dios ve la realidad intrínseca de las cosas; Dios ve lo bestial que es la gloria y el gobierno del del hombre. En el capítulo 2 vemos una imagen apoteósica; en el capítulo 7 Dios revela esos mismos imperios mundiales pero representados en una sucesión de bestias, como lo que realmente han sido.
El rey Nabucodonosor recibe la revelación en un sueño, pero el sueño se le olvida. Eso lo permite Dios a fin de que ningún mago especule y le haga creer al rey una interpretación mentirosa y acomodada. Este rey era un individuo muy centrado en sí mismo y en su gloria terrena; él pensaba en la grandeza de Babilonia, en esos palacios y jardines colgantes, en su poderoso ejército, en sus futuras conquistas y dominios, etc. Él estaba preocupado por lo que sería de todo eso, cuántos años estaría gobernando, quién vendría después de él, y cómo acontecerían todas esas cosas. Él ostentaba la corona de un imperio muy brillante. Me imagino que vivía pensando en aquello día y noche. Es posible que al profeta Daniel también le inquietaría el futuro de su pueblo. Entonces Dios le dio un sueño al rey revelándole el futuro, pero también al profeta. Después de haber sido llamados y consultados todos los caldeos, astrólogos, magos y videntes que rodean un poderoso gobernante oriental, y ante la imposibilidad de éstos de adivinar e interpretar el sueño del rey, iban a ser llevados a la muerte. Daniel solicitó que no matasen a estos señores y que le dieran un tiempo a él para mostrarle la interpretación al rey. Después de haber orado y recibido la revelación de parte de Dios, Daniel se presentó delante del rey, glorificando a Dios. Dice la Palabra de Dios en el libro del profeta Daniel, capítulo 2:
"27Daniel respondió delante del rey, diciendo: El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos ni adivinos lo pueden revelar al rey. 28Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días. He aquí tu sueño, y las visiones que has tenido en tu cama: 29Estando tú, oh rey, en tu cama, te vinieron pensamientos por saber lo que había de ser en lo por venir; y el que revela los misterios te mostró lo que ha de ser. 30Y a mí me ha sido revelado este misterio, no porque en mí haya más sabiduría que en todos los vivientes, sino para que se dé a conocer al rey la interpretación, y para que entiendas los pensamientos de tu corazón".
Los reinos terrenales y el curso de la historia
A continuación el profeta Daniel continúa con la interpretación del sueño de Nabucodonosor, diciéndole:
"31Tú, oh rey, veías, y he aquí una gran imagen (porque a Nabucodonosor se le había olvidado el sueño). Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible. 32La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; 33sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido. 34Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó".
Dios le muestra a Nabucodonosor cuatro grandes imperios que dominarían al mundo civilizado hasta el fin de la historia, y se estableciera definitivamente el reino de Dios sobre la tierra, cuyo glorioso Rey está representando aquí por una piedra que caería del cielo, la cual destruiría todo el reinado de Satanás sobre la tierra. La piedra fue cortada no con mano. La cosas de Dios no se realizan por iniciativa humana, por proyectos ideados por los hombres, y menos lo relacionado con el establecimiento de Su Reino, por muy magníficos que nos parezcan. Dios tiene un plan eterno, inconmovible y verdadero; plan que aparece en la Palabra y que nos lo revela por Su Espíritu. La Palabra de Dios no admite reformas humanas. Todo lo escrito tendrá su cumplimiento. Todo está registrado en el libro sagrado.
"35Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno (aquí vemos que Dios desmenuza toda la gloria y los propósitos de los hombres). Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra".
Esa es la piedra angular de que habla Pedro. Dios es quien pone los reyes y los quita, y les da a los hombres autoridad para que reinen. El presidente Álvaro Uribe Vélez acaba de ganar las elecciones para su segundo período debido a que Dios le dio esa autoridad. Es Dios quien le concede prolongar su mandato. Sigue diciendo Daniel al rey:
"36Este es el sueño; también la interpretación de él diremos en presencia del rey. 37Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad. 38Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo; tú eres aquella cabeza de oro".
Babilonia. Israel se aparta de Dios hacia la idolatría; ya Dios no era tenido en cuenta allí, y Dios decide transferir el dominio de la tierra a las manos de los gentiles, y por causa del cautiverio, esa transferencia recayó en la persona de Nabucodonosor. Babilonia entonces vino a ser esa cabeza de oro. La Palabra de Dios revela que Babilonia fue el imperio más brillante y glorioso que ha existido en toda la historia de la civilización. No el más poderoso, pues a medida que fueron sucediéndose esos imperios mundiales, se iban degradando y perdiendo su brillo de gloria, pero paradójicamente en esa misma proporción iban ganando en fuerza y poder. En la gran estatua del sueño, después de la cabeza de oro (Babilonia) seguía el pecho y los brazos de plata, luego su vientre y sus muslos de bronce, sus piernas de hierro, y por último, sus pies de hierro y de barro cocido. Los materiales de esa estatua se iban degradando a medida que descendía a la tierra. Es algo que parece contradictorio, pero es la realidad. Los hombres, en la medida en que adquieren más fuerza y poder, más se degradan moralmente, y su corazón se desliza más hacia la corrupción y la crueldad.
"39Y después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo; y luego un tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra".
Media y Persia. ¿Qué poder mundial surgió después de Babilonia? Una coalición de los medos y los persas (los dos brazos de la estatua unidos por el pecho) se tomaron el poder mundial y derrotaron a Babilonia. Eran menos brillantes pero más poderosos en fuerza. La plata tiene menos valor y preciosura que el oro, pero es más fuerte.
Grecia. Después se levantó un tercer gran imperio, Grecia, en manos de un joven macedonio llamado Alejandro, más conocido en la historia como Alejandro Magno, hijo de Filipos, rey de Macedonia, quien en el corto lapso de diez años llegó a conquistar y dominar el mundo; y después de su muerte su gran imperio fue dividido y prolongado por sus cuatro grandes generales del estado mayor, extendiendo e implantando por el mundo la cultura helenística, usada por Dios incluso para la expansión del evangelio.

Imperio Romano
"40Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo".
A Babilonia le llegó el fin; lo mismo le sucedió a los medo-persas; a los griegos también les llegó el fin de su poderío por medio de la incursión de un cuarto reino muy poderoso pero extremadamente sanguinario, llamado Roma. Recuerden, hermanos, que el imperio romano está representado por las dos piernas de hierro de la estatua. Roma fue un imperio con dos capitales: Roma propiamente dicha, en la parte occidental, y Constantinopla en la parte oriental. Y hubo un prolongado tiempo en que fueron sus capitales simultáneamente. Esta circunstancia sirvió para su posterior debilitamiento. Ha sido el imperio más cruel y sanguinario de la historia.
"41Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido. 42Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil. 43Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro".

Imperio Romano resurgido
El cuarto imperio, el romano, no existe ya en la historia. Roma, su capital occidental, sucumbió en el año 476, en manos de Odoacro, un jefe de los mercenarios germánicos de Italia, quien depuso al emperador Rómulo Augústulo y envió a Constantinopla las insignias imperiales. Constantinopla, su capital del ala oriental, fue conquistada por los turcos en 1453, instaurando un régimen islámico. Sin embargo el imperio romano ha continuado latente en estos siglos en toda la civilización occidental; pero al final de los tiempos ocurrirá un resurgimiento de este imperio, no con el poder y la fuerza antigua, sino que termina en diez dedos que no son totalmente de hierro, sino que tienen parte de ladrillo, para que se entienda mejor; y el hierro jamás se mezcla con el ladrillo; jamás se compactan; eso ocurre sólo en apariencia; en el momento en que reciban un golpe contundente, cae el hierro por un lado y los pedazos de ladrillo por el otro. De manera que son uniones aparentes, muy débiles y frágiles.
Son diez dedos. El número diez representa la totalidad de las naciones surgidas de las antiguas provincias del Imperio Romano, incluyendo las naciones que fueron colonias de ultramar de esas metrópolis. Son las naciones que al final de los tiempos le darán el trono al Anticristo, y que en determinado momento estarán aparentemente unidas. Por ejemplo, los países que conforman la Unión Europea aparentemente están unidos por múltiples instituciones políticas y económicas, su parlamento, su constitución, el euro, etc., pero siguen manteniendo en sí mismos sus barreras, allí subyacen nacionalidades e intereses que defienden por encima de los pactos multinacionales. Los ingleses, los franceses, los alemanes, los españoles siempre defenderán lo que son, incluyendo su cultura ancestral, aunque ahora vivan una unión y alianza continental.

La Piedra lanzada por Dios
"44Y en los días de estos reyes (cuando estén gobernando al mundo estos reyes; esto no se hado aún en la historia) el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre, 45de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación".
Yo creo que los romanos jamás pensaron que el imperio romano llegaría a ser destruido, que sucumbiría; eso jamás. Pero el Rey que pondrá Dios, nunca será destronado. Él vendrá a darle fin a la historia de los grandes poderes mundiales humanos. Jesucristo desmenuzará y consumará todos estos reinos y todas las naciones de la tierra tendrán que someterse a su autoridad y a su reino.
Al trasladarnos al capítulo 7 de Daniel, vemos el aspecto bajo el cual este profeta vio el curso los imperios en la historia de la humanidad. Ya hemos visto que los reinos del mundo son apoteósicos, tienen una aparente y efímera gloria, y la humanidad sueña con vivir esas grandezas. Pero la gloria de los grandes imperios y las realezas mundanas es sumamente aparente, pasajera y frágil. Dios es quien ve la realidad de las cosas, y Él es quien tiene en sus manos la continuación y el desarrollo de los asuntos según como Él lo trazado, por mucho que se crea lo contrario. Todo el plan de la economía de Dios ha de realizarse cumplidamente. Nada ha sido dejado al azar. El gobierno del Anticristo que vendrá, en lo terrenal podrá aparecer con mucha gloria y poder, pero será de poca duración. Dice en Apocalipsis que la gente lo adorará, lo admirará e irá tras él, y dirán: ¿Quién como la bestia? ¿Quién podrá luchar contra ella? ¡Miren qué gloria! ¿Cuándo se había visto algo semejante en toda la historia?*(3) Según la visión del apóstol Juan, se maravillará toda la tierra en pos de la bestia.
*(3) Cfr. Apocalipsis 13:3-4.

Los imperios bestiales
Por eso Dios ha revelado cómo ve Él los reinos del mundo; al profeta Daniel y al apóstol Juan, en primer lugar. Daniel recibió una revelación de esos cuatro imperios mundiales, Babilonia Persia, Grecia y Roma, en las figuras de cuatro bestias, porque no han sido otra cosa. Cada bestia revela exactamente las características y cualidades del respectivo reino. La primera bestia, un león con alas de águila, simbolizaba la grandeza del imperio babilónico; la segunda bestia, un oso con un costado más alto que el otro, y en su boca tres costillas entre sus dientes, simbolizaba la alianza devoradora y sangrienta de los medos y los persas; la tercera bestia, semejante a un leopardo con cuatro cabezas y cuatro alas de aves en sus espaldas, simbolizaba el veloz dominio del mundo por parte de los griegos; y la cuarta bestia, espantosa y terrible, que era como una mezcla de las tres anteriores juntas, pero con diez cuernos, simbolizaba el terrible imperio romano. Todos esos gobiernos han sido bestiales y satánicos, pues Satanás, el príncipe del mundo y de la potestad del aire, es el supremo titiritero que los manipula desde los aires con su poderosa organización espiritual de las tinieblas.*(4) Pero hay una explicación del sueño. Leamos al profeta Daniel en el capítulo 7: "15Se me turbó el espíritu a mí, Daniel, en medio de mi cuerpo, y las visiones de mi cabeza me asombraron. 16Me acerqué a uno de los que asistían, y le pregunté la verdad acerca de todo esto. Y me habló, y me hizo conocer la interpretación de las cosas. 17Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra".
*(4) Cfr. Daniel 10:12-13.

Hay que analizar por qué se centra la Palabra de Dios en estos cuatro grandes imperios. El Señor revela lo que no es conocido; por eso la revelación empieza en tiempos del profeta que la recibe. Antes de Babilonia había habido dos grandes imperios que alguna relación tuvieron con el pueblo de Dios: Egipto y Asiria. En Egipto el pueblo se había multiplicado, pero habían estado esclavizados; Asiria había invadido el reino del norte y se los había llevado en cautiverio. Ahora los cuatro grandes imperios a partir de Babilonia, todos sometieron a la tierra santa. Cuando el Señor nació en Belén, la tierra santa estaba sometida por la cuarta bestia, por Roma; y fue Roma quien dictó la sentencia y lo llevó a la cruz. Todos estos imperios han sido bestiales y satánicos; pero, ¿cuál será el fin de ellos cuando Satanás sea encerrado en el abismo? Dice Apocalipsis 20:1-3: "1Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. 2Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; 3y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo". Cuando el Señor regrese a la tierra y Satanás sea lanzado al abismo, inmediatamente toda la estructura de su poder caerá al piso, como vio Daniel que se desmoronó toda la imagen vista por Nabucodonosor. Aunque todos esos imperios mundiales hayan caído en la historia, todavía persiste la estructura de toda la imagen. El poder mundial que llevará al poder al anticristo aparecerá con algo de la brillantez del oro babilónico, tendrá mucho del poder destructor de los medos-persas, algo de la habilidad, destreza y ligereza de los griegos, y poseerá, sobre todo, el espíritu sanguinario y fiereza del imperio romano. Pero todo eso será consumido con la llegada gloriosa del Señor Jesucristo.
"18Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre".
¿Quiénes son los santos del Altísimo? La Iglesia; sobre todo los vencedores. Y el caso es que la Iglesia le está poniendo poca seriedad a este asunto del reino. Y según la Palabra de Dios, el reino es prioritario. "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mt. 6:33). Nosotros tenemos una gran responsabilidad frente al reino de Dios. Es una orden del Señor que nos preocupemos por el reino muy por encima de todos nuestros intereses y necesidades particulares.

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