martes, 2 de enero de 2007

7. Los Vencedores y el Tribunal de Cristo (1a. parte)


Capítulo 7
LOS VENCEDORES Y EL TRIBUNAL DE CRISTO
(1a. parte)


El tribunal de Cristo
De ninguna manera es nuestra intención alarmar a los hermanos creyentes que lean este trabajo. Lejos está de nuestra parte ser portadores de un mensaje que les vaya a causar tristeza y desazón, o que se vayan a escandalizar; ahí están las páginas de las Escrituras, que son las que dan testimonio de toda verdad expuesta. Sólo queremos ser fieles al Señor y a Su Palabra, declarando lo que nos advierte la Palabra de Dios por Su Santo Espíritu; es decir, dando el sonido del atalaya cuando ve que se acerca el peligro. Ya el Señor está a las puertas, y Su pueblo debe conocer todo lo relacionado con esa preciosa venida, y una de esas cosas es que el Señor establecerá su tribunal en los aires y juzgará a la Iglesia. Dice el apóstol Pablo por el Espíritu en 2 Corintios 5:10:
"Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo".
Ese es el primero de todos los juicios, el de la Iglesia. Muchos rechazan esto, pero es una declaración bíblica. Hermanos, el juicio de la Iglesia es necesario; recordemos que las caras se ven pero los corazones, no. Pero el Señor sí que ve todo. Dice Santiago 5:8,9: "8Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. 9Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta". Antes de que el Señor venga como Novio, vendrá como juez; no olvidemos eso (Mateo 25:1-13). Todo eso, tanto Su venida como el juicio de la Iglesia, debe llenarnos de alegría. El Señor, todo lo que hace, lo hace para bien y en justicia.
En su calidad de administrador de los misterios de Dios, cada obrero debe ser hallado fiel. Dice Pablo en 1 Corintios 4:4-5: "4Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor. 5Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios". En el tribunal de Cristo será manifiesto públicamente nuestro carácter y motivación subjetiva y personal, por lo que seremos juzgados uno por uno. El juicio comienza por la casa de Dios. Leemos en 1 Pedro 4:17: "Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?"
Dice el hermano Rick Joyner: "El Señor comienza el juicio por Su propia casa, porque no puede juzgar al mundo si su pueblo vive en los mismos caminos de los malos. Cuando llegue el juicio, habrá una distinción entre Su pueblo y el mundo, pero será porque Su pueblo es diferente".*(1) La Iglesia no será juzgada ante el gran trono blanco, sino mil años antes ante el tribunal de Cristo, cuando venga el Señor e inicie el reino milenario, para castigo o recompensa, de acuerdo con la vida y obras de los creyentes, los santos salvos, hijos de Dios. "10Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. 11Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. 12De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí" (Romanos 14:10-12). También Pablo en 2 Corintios 5:10 dice: "Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo". Este juicio no se relaciona con la salvación eterna, sino con nuestra conducta en nuestra condición de hijos de Dios.
*(1) Rick Joyner. Liberación de la marca de la bestia. The Morning Star. 1995.

Dice Mateo 16:26-27: "26Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? 27Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras". Aquí habla de recompensas para los seguidores del Señor en Su venida; pero esas recompensas dependerán de la perdición o salvación de sí mismos, es decir, de su vida natural. Después de exhortarles a que lleven a la práctica ciertas cosas, el apóstol Pedro le dice a los hermanos: "Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Pe. 1:11). Cuando el Señor venga, muchos creyentes reinarán con Él y otros no; de modo que la principal recompensa es participar con el Señor en Su reino; y de acuerdo con el contexto, esto dependerá de que hayan perdido o no su alma. En este juicio, el Señor determinará quiénes de entre los santos son dignos de galardones y recompensas, y quiénes merecen y necesitan más disciplina. Todo vencedor tiene premio en el reino milenario, pues el reino será una recompensa para los creyentes vencedores. Dice 2 Timoteo 2:12a: "Si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará".
Dice el Salmo 66:18: "Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado". En el corazón es donde residen nuestras emociones, motivaciones, inclinaciones, afectos, pasiones, deseos, odio y amor. El corazón debe ser renovado. Allí podemos guardar pecados no confesados y de los cuales no nos hayamos arrepentido, no hayan sido eliminados, ni resueltos de una vez por todas bajo la sangre del Señor Jesús. A veces se suele perdonar en apariencia, y en nuestro corazón no nos hemos olvidado, sigue allí latente; entonces ese problema con alguien, en realidad no ha sido resuelto convenientemente, y seguimos guardando iniquidad. Todo pecado que no ha sido borrado, volverá a nosotros en el tribunal de Cristo. Una cosa es que nuestros pecados sean borrados, y otra diferente es que sea borrada en nosotros toda mancha de pecado.
En el tribunal de Cristo no se estará juzgando la salvación, sino que las obras del creyente son sometidas a juicio. Por ejemplo, Romanos 8:1, dice: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu". El andar del creyente vencedor es conforme la vida del Espíritu dentro de su espíritu; pero el derrotado es carnal; no anda conforme al Espíritu. En el tribunal de Cristo, el santo no vencedor no pierde su salvación; si anda conforme a la carne, tiene motivo de juicio en el tribunal de Cristo. Dice Juan 5:24: "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida". También 1 Juan 4:17 dice: "En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo". Nótese que esta declaración es muy seria y encierra un gran compromiso. Si somos imagen de Cristo, no tenemos motivos para ser disciplinados.

El tiempo del juicio. ¿Cuándo tendrá lugar el tribunal de Cristo? Conforme a Lucas 14:14 el tiempo de las recompensas está asociado con la resurrección. "Y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos". El momento en que compareceremos ante el tribunal de Cristo es cuando ocurra la resurrección de la Iglesia, a la final trompeta. Dice Apocalipsis 11:15-18:
"15El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. 16Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios, 17diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres, y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado. 18Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra".
Como vemos, se trata de la séptima trompeta, la final, como lo dice 1 Corintios 15:52: "En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados". Llega el tiempo de establecer el reino. También ese tiempo lo confirma Apocalipsis 22:12: "He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra".
El primer juicio será el de la Iglesia al regreso del Señor. Dice 1 Pedro 4:17a: "Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios"; pero la Iglesia no será ya más juzgada. Después del reino milenario tendrá lugar el juicio del gran trono blanco, donde serán juzgados los impíos, los que participen en la segunda resurrección, pues los capítulos 21 y 22 de Apocalipsis describen la situación en la eternidad, tanto para la Iglesia como para los impíos y las naciones.

Lugar del juicio. En el aire. Leemos en 1 Tesalonicenses 4:16,17: "16Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá el cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor". Puede ser que al encontrarnos con el Señor en el aire, luego descendamos a la tierra con Él, y luego el Señor establezca su tribunal en algún lugar de la tierra.

Personas juzgadas. ¿Quiénes serán convocados para el juicio de la Iglesia? Este juicio será sólo para los creyentes. De acuerdo con el contexto del capítulo 5 de la segunda carta a los Corintios, se trata de la Iglesia, tanto vencedores como vencidos. Comienza el capítulo hablando del anhelo de la redención del cuerpo y de ser revestidos de la habitación celestial, a fin de no ser hallados desnudos. Ahora vivimos en esta tierra como peregrinos, ausentes del Señor; pero desde ya debemos serle agradables; y entonces es cuando el versículo 10, con toda claridad nos dice que "es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo". De conformidad con el contexto de 1 Corintios 3:12-15, allí el juicio es para todos los creyentes con relación a la obra de cada uno; de cómo haya sobreedificado sobre el único fundamento, Jesucristo. Si construyeron con materiales diferentes de los de Dios, el resultado será un edificio extraño, que se quemará, y esos constructores sufrirán pérdida; serán castigados, aunque no perderán su salvación. También lo confirma 1 Corintios 9:24-27, como lo hemos comentado.
Pensemos, aunque sea por un momento, la vergüenza que sentiríamos en aquel día, al contemplar la mirada del Señor sobre nosotros, sobre la indiferencia con que le tuvimos en poco a Él, el que murió por nosotros en la cruz y derramó Su propia vida por unos seres tan ruines e ingratos. También pensemos en los millones de testigos que nos rodearán, donde nadie tendrá la oportunidad de ocultar nada.

Tres parábolas de juicio
Todo creyente mundano, negligente y carnal, deberá enfrentar la vergonzosa realidad que aparece en la Escritura. Analicemos un poco tres parábolas en Mateo, que se relacionan íntimamente con la venida del Señor y el tribunal de Cristo. La del siervo malo (Mat.24:45-51), la de las vírgenes imprudentes (Mt. 25:1-13) y la del siervo negligente (Mat. 25:14-30). Estas tres parábolas son dirigidas a la Iglesia; para que la Iglesia se pellizque, sobre todo en un tiempo de tanta expectativa como el que vivimos. La iglesia está atravesando por una época de grandes y transcendentales acontecimientos.

La parábola del siervo malo. Esta parábola habla de siervos fieles e infieles. Aquí los siervos representan a los creyentes en el aspecto de la fidelidad al Señor. La parábola habla de siervos que están al frente de la servidumbre, en donde debe ser fiel y prudente. Nótese que el Señor aquí no usa la palabra hijos para llamar a los salvos, sino siervos; pues como hijos ya recibimos Su vida; en cambio como siervos seremos juzgados para lo de las recompensas. Al comienzo, en los versos 45-47, la parábola habla de un siervo vencedor, el cual recibirá como recompensa ser puesto sobre todos los bienes del Señor en el reino. Esa es la bienaventuranza. Allí dice: "45¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, el cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? 46Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. 47De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá". Dar alimento a tiempo está relacionado con ministrar la Palabra de Dios a los creyentes, y todo lo que se refiera a Cristo como vida de la Iglesia. El buen siervo ha de dar alimento, no leyes, a sus consiervos. Las leyes las da el Señor. La labor del siervo bueno es dar, no buscar lo suyo propio. Al ser hallado fiel, el buen siervo será promovido a un cargo más elevado en el reino. "47De cierto os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda".
Pero en los versos 48-51 habla del siervo malo, que, aunque es salvo, no es vencedor, trata mal a los demás creyentes, se enseñorea de ellos como si Dios lo hubiera puesto en la iglesia como un príncipe (1 Pe. 5:3), tiene amistad y compañerismo con la gente mundana, no ama la venida del Señor ni le interesa el reino. El siervo malo es un esclavo de sus pasiones y apetitos. Allí dice: "48Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; 49y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, 50vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, 51y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes".
El siervo malo es llevado por una falsa doctrina. El siervo malo piensa que el Señor tarde en venir o que tal vez nunca vendrá, y eso le da la oportunidad de vivir una vida descuidada para andar según sus propias concupiscencias (2 Pe. 3:3-4). El siervo malo quiere imponer su autoridad tratando mal a sus consiervos. Es posible que le echen en cara su conducta y eso lo enfurece más, o busca afanosamente que los demás lo reverencien y se inclinen ante él. Para una persona, la venida del Señor (o la muerte de la persona, que es lo mismo, pues acarrea las mismas consecuencias) es algo supremamente terrible. La muerte, pues, lo separará de muchas cosas que hoy ama y le entretiene, de este mundo que tanto le atrae. Y ¿qué le espera a este siervo malo cuando se encuentre con el Señor en el juicio de la iglesia? Le espera un castigo temporal. Necesitamos ganar esta carrera aquí, no sólo para no estar castigados temporalmente con los hipócritas, sino para recibir el galardón, el premio, de los vencedores, como lo dice San Pablo (1 Co. 9:24-27).
Nótese que este siervo es salvo, es un hijo de Dios; habla de "mi Señor"; ningún impío llama "mi Señor" al Señor Jesús; pero en el día en que la Iglesia comparezca ante el tribunal de Cristo, ese siervo será separado del Señor y de Su reino, y temporalmente puesto en el lugar a donde irán los hipócritas. No eternamente, sino que allí pondrá sólo "su parte", conforme a su falta.

La parábola de las diez vírgenes. En Mateo 25:1-13, encontramos la parábola de las diez vírgenes, la cual está íntimamente relacionada con el reino de los cielos. Aquí las vírgenes representan a los creyentes en el aspecto de la vida con el Señor. El andar del creyente con Cristo en santidad y obediencia se relaciona íntimamente con su llenura del Espíritu Santo. De la constante llenura del Espíritu Santo en un creyente depende su perfección en la comunión con Dios y con los demás hermanos, el conocer el amor de Cristo y el de ser llenos de toda la plenitud de Dios (Efesios 3:19).
El número diez es el número de las naciones, y significa que la Iglesia está constituida por creyentes de todo linaje, de toda tribu, de todas las razas, lenguas y naciones del orbe.*(2) Claro que, además de la última generación de creyentes, incluye a los hermanos que ya han muerto en la historia ("cabecearon y se durmieron", dice en el verso 5)*(3). Algunas personas se confunden pensando que todas las vírgenes se "duermen" espiritualmente; pero eso sería una contradicción. La mitad de las vírgenes son prudentes y la mitad insensatas. Sus lámparas (el espíritu de cada creyente) representan que la Iglesia, en esta edad de tinieblas, lleva el testimonio del Señor, es morada del Espíritu Santo de Dios; pero es necesario que cada lámpara continuamente esté llena del aceite de Dios (Su Espíritu), para que pueda irradiar esa luz de Dios comenzando desde el interior; porque todo creyente es responsable ante Dios de ser lleno del Espíritu Santo. "Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre" (Pr. 20:27a). Lámpara con aceite insuficiente no puede alumbrar sino con una luz muy tenue. "15Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, 16aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. 17Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor" (Ef. 5:15-17). El necio no aprovecha bien el tiempo, y como vive para sí mismo, no se entera de cuál sea la voluntad del Señor en determinados a acontecimientos.
*(2) Cfr. Apocalipsis 5:9. No es una casualidad que en el capítulo 10 de Génesis se describa las generaciones de los hijos de Noé, y que diga en el versículo 32: "Estas son las familias de los hijos de Noé por sus descendencias, en sus naciones; y de éstos se esparcieron las naciones en la tierra después del diluvio". De los diez cuernos (las naciones globalizadas del último sistema mundial) de la cuarta bestia surge un cuerno que los dominará a todos (Dn. 7:7-8; Ap. 13:1; 17:3). En el tabernáculo, las diez cortinas de Éxodo 26 representan a la iglesia. Relaciónese con la novia de Cantar de los Cantares (1:5).
*(3) Cuando se refiere a los creyentes, el sueño representa la muerte, como en 1 Tes. 4:13-16; Juan 11:11-13; 1 Corintios 11:30.

Todas las vírgenes salen del mundo al encuentro del Señor, porque las vírgenes representan a los santos, a los apartados del mundo para Dios; pero "3las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; 4mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas". La vasija es la persona de cada uno, es su alma (vasos de honra para Dios y habitación de Cristo). Todas las vírgenes tenían aceite en sus lámparas; todas eran salvas; todas tenían al Espíritu Santo; pero hay una distinción entre las vírgenes prudentes y las insensatas: las insensatas no tenían reservas en sus vasos; de manera que sus almas no conocían la vida del Espíritu; eran almas sin renovación y santificación. Eran creyentes que se conformaban a este siglo, pues no habían sido transformados por medio de la renovación de sus entendimientos, de manera que en ese estado no tenían capacidad para comprobar cuál era la voluntad de Dios en cada caso, en cada circunstancia (Romanos 12:2). Esto es serio, que Dios nos hable en nuestro espíritu y nosotros no podamos entender lo que nos dice. "No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu" (Ef. 5:18). La llenura el Espíritu en el creyente debe ser continua y constante. Algunos piensan que eso se refiere a un acto, pero se trata de un estado interior permanente para gozar de la plenitud de Dios con los demás hermanos, pues somos un cuerpo. O somos necios y seguimos postergando conocer esa plenitud, o somos sabios y buscamos esa provisión constante de aceite para nuestras lámparas y nuestras vasijas con más diligencia que al oro y a la plata.
Pero a la medianoche, cuando la humanidad se esté debatiendo en la gran oscuridad de la gran tribulación, se escuchará la voz del arcángel y la trompeta de Dios; ya viene el Señor, y ocurre la resurrección y el traslado de la Iglesia. ¿Qué sucederá entonces con los creyentes que teniendo el Espíritu Santo no estén lo suficientemente saturados de Él? La parábola no responde a todos nuestros interrogantes, pero vemos tácitamente que los creyentes necios no pagaron un precio para ser llenos del Espíritu Santo. ¿Cuál es el precio? Tampoco lo aclara, pero en otras partes de la Escritura Sagrada lo vemos. Por ejemplo, renunciar al mundo, cargar nuestra propia cruz cada día en obediencia al Padre, negar el yo; en nuestra escala de valores poner a Cristo en el primer lugar, por encima de todas las cosas; estimar todas las cosas como pérdida por amor de Cristo. Todo creyente que no pague el precio ahora, en esta vida, para ser lleno del aceite del Espíritu, deberá pagarlo después de la resurrección, pues todo creyente debe ser perfeccionado, si no ahora, pues lo será después en las tinieblas de afuera. El Señor ahora nos está dando la oportunidad de que no desperdiciemos los pasos que Él está tomando para llevarnos a todos Sus hijos a la madurez. Pero, ¿por qué se le llamará precio? Porque se trata de renunciar a toda esa herencia que recibimos y que vivimos en otro tiempo en nuestro hombre viejo. Eso es doloroso cuando nos aferramos a esas cosas, costumbres, pertenencias, vicios, amores, valores ancestrales, cuyo centro no es Dios. Ahora nuestro tesoro es Cristo, y Dios nos tiene escondidos en lugares celestiales en Su Hijo. Lo demás sobra.
Note que las cinco vírgenes insensatas llegan a tocar la puerta después que se cierra para iniciar las bodas con las prudentes, los creyentes vencedores. Dice en los versos 10-13: "10Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. 11Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! 12Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. 13Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir". Vemos, pues, que se relaciona con la venida del Señor y Su juicio de las obras de la Iglesia cuando Él establezca Su tribunal. Las cinco vírgenes insensatas, aunque no pierden su salvación, no son aprobadas para entrar a las bodas; no tienen el vestido apropiado; no se han ocupado a su debido tiempo en tener suficiente aceite. Cuando en el tribunal de Cristo, el Señor le diga a alguien: No os conozco; eso significa que esa persona jamás se interesó por tener comunión con el Señor, no se interesó por conocer al Señor; y la salvación se relaciona con el conocimiento del Señor (Juan 17:3). Mientras estamos en esta tierra, el Señor nos da la oportunidad de conocerle y obedecerle, pero cuando Él venga y establezca Su tribunal para juzgar a la Iglesia, allí, en ese momento no es el Salvador sino el Juez (Mateo 5:25) que estará juzgando nuestra conducta como hijos de Dios. Si las vírgenes insensatas no fueran salvas, no podrían estar ahí tocando las puertas del reino de los cielos. Hermanos, es un privilegio grande el poder servir al Señor ahora. Es verdad que podemos estar muy ocupados en nuestros propios programas "espirituales", y no estar haciendo la voluntad de Dios, y en aquel día recibir la desaprobación del Señor (Mateo 7:21-23).
Por otro lado, la llenura del Espíritu Santo de otro hermano, no te puede servir a ti. Las vírgenes insensatas eran salvas por la cruz del Señor Jesucristo, y después de haber conocido la gran salvación de Dios por Su Hijo unigénito, no vivieron para Él sino para ellas mismas; todo el tiempo de creyentes en esta tierra fue lastimosamente desperdiciado.
Para disfrutar del reino hay que entrar por la puerta estrecha. Pero nuestra tendencia natural es entrar por la puerta ancha, la que nos da acceso a múltiples goces y ventajas terrenales. Los goces terrenales no hacen muy atractiva la puerta estrecha. Es como una paradoja: la puerta estrecha nos lleva a un camino estrecho y difícil, pero es el camino que nos llevará al reino y al goce del Señor. En Lucas 13:24-25 dice el Señor: "24Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. 25Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois".

La parábola del siervo negligente. En Mateo 25:14-30 encontramos la muy conocida parábola de los talentos. Consideramos que no hay necesidad de transcribirla toda. También comienza hablando del reino de los cielos, porque tiene que ver con el reino de los cielos, y lo que aquí aparece no se relaciona con la salvación eterna. El hombre que entrega sus bienes a sus esclavos es Cristo, y el ir al extranjero es Su ida a los cielos después de Su gloriosa resurrección. Los talentos son repartidos de acuerdo con la capacidad natural de cada creyente, y esa capacidad tiene relación con lo que somos en nuestra vida natural, nuestra herencia cultural y genética, nuestras costumbres, nuestro entorno social y nuestro aprendizaje. De la forma en que hayamos sido creados por Dios, una vez hemos creído, en esa misma medida recibimos los dones del Espíritu para ponerlos al servicio del Señor.
Dios conoce exactamente de lo que podemos ser capaces de responder, y en esa misma medida nos va a pedir cuentas. Aquí los vencedores, trabajan con los talentos (dones espirituales) recibidos del Señor y para la gloria del Señor, en Su venida le entregan buenos resultados. Están, pues, representando a los creyentes en el aspecto del servicio. Estos siervos, los vencedores, son aprobados y reciben sus galardones y entran a disfrutar del Señor en el reino milenario, pero sobre todo el gozo es en el aspecto interior. El Señor no evalúa nuestra obra y la premia fundamentándose en la cantidad y lo bueno que pueda ser, sino por nuestra fidelidad en el servicio. El Señor quiere que nos dispongamos a que el talento que hemos recibido de Él sea usado al máximo, con una entrega absoluta, y de acuerdo con Su voluntad perfecta.
Pero la parábola hace hincapié en el siervo que recibió un solo talento y lo enterró. El versículo 18 dice: "Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor". A menudo se resalta a los siervos que reciben muchos talentos y se les tiene en mucha estima y hasta se les encumbra; y los que reciben uno, porque son menos dotados, ellos mismos se descuidan, no lo utilizan bien o definitivamente no lo tienen en cuenta, y lo entierran; es decir, que en vez de trabajar con su talento, se involucran con el mundo. Toda asociación con el mundo tiene en sí el peligro de enterrar el don que hemos recibido del Señor. Nótese que mientras el Señor no haya regresado, a nadie le quita su don (cfr. Ro. 11:29), sino que nosotros mismos nos encargamos de enterrarlo con nuestra asociación con el mundo, o en nuestro propio orgullo y ambiciones de tipo espiritual, u ocupados en guardar nuestra propia reputación. Resulta fácil encontrar cualquier pretexto mundano o personal para no usar el don que el Señor ha depositado en nosotros, y desperdiciarlo, escondiéndolo. A veces queremos vivir aquí como reyes, y cuando esto ocurre, nosotros mismos somos los responsables de no ser reyes en el reino con el Señor.
Dice el versículo 19: "Después de mucho tiempo vino el Señor de aquellos siervos, y arregló cuenta con ellos". Luego el Señor Jesucristo regresa y arregla cuentas con sus siervos en el tribunal de Cristo, después de transcurrida toda la edad de la Iglesia. Millones de hermanos no tienen ni la menor idea de que el Señor vendrá y lo primero que va a hacer es instalar su tribunal en el aire para arreglar cuentas con sus esclavos que Él compró con Su propia sangre*(4). Dice Apocalipsis 22:12: "He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra".
*(4) 1 Corintios 7:22,23; 2 Co.5:10; Ro. 14:10; 1 Co. 4:5

Dicen los versículos 24-28 de la parábola: "24Pero llegado también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; 25por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. 26Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. 27Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. 28Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos". El hecho de que este siervo comparezca ante el tribunal de Cristo, demuestra que fue resucitado o transformado y trasladado con la Iglesia, pues es salvo eternamente. Pero este siervo falla en su vida interior, conducta y obras delante del Señor; conocía al Señor más objetiva que subjetivamente. Hay que trabajar en la obra del Señor con lo que recibimos del Señor, partiendo desde cero; de conformidad con los resultados, estaremos participando del reino; y al siervo negligente le serán quitado los dones espirituales y será descalificado y lanzado a las tinieblas de afuera, disciplinado, el tiempo que sea necesario.

1 comentario:

BENJAMIN dijo...

Paz y gracia de Dios Padre y de nuestro amado Jesús.
La biblia no puede ser mal interpretada, en la segunda venida de Cristo hay dos eventos, el primero, Mt 24:27, 1Ts 4:15-17, 1Cor 15:51 y el segundo evento, Mt. 24:29-31, Ap. 1:7,en el primer evento se irán con Cristo los verdaderos cristianos, aquellos que en verdad obedecieron sus mandamientos, los que le amaron con toda su alma, con todo su corazón, con todas sus fuerzas, y al projimo como asi mismos, estos ya han sido juzgados y justificados, el que se quede esperará el segundo evento. bendiciones