martes, 9 de enero de 2007

I - Éfeso (1a. parte)

Capítulo I
É F E S O
(1a. parte)

SINOPSIS DE ÉFESO

Panorámica sobre el fundamento de la Iglesia
La encarnación del Verbo de Dios - Su ministerio terrenal con Sus discípulos - Su pasión, muerte, resurrección, ascensión y venida del Espíritu Santo en Pentecostés.

La Iglesia primitiva
Los siete candeleros de oro de finales del primer siglo - El Cuerpo de Cristo unido en su expresión local: una sola asamblea en cada ciudad - La apariencia del reino de los cielos.

Fundamentos legítimos y fraudulentos
Los apóstoles: los verdaderos y los falsos - Primeras herejías: Ebionismo, docetismo, gnosticismo - Las primeras persecuciones.

El comienzo del desliz
Decae el primer amor - Los ágapes se contaminan - Aparición de las obras de los nicolaítas - Raíces del clericalismo.

Los vencedores de Éfeso
Primera recompensa: comer del árbol de la vida.

LA CARTA A EFESO
"1Escribe al ángel de la iglesia en Efeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto: 2Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; 3y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. 4Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. 5Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y has las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido. 6Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco. 7El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios" (Apo. 2:1-7).*(1)

Panorámica sobre el fundamento de la Iglesia
La antigua ciudad jónica de Efeso estaba situada en la costa oriental del mar Egeo, y llegó a ser la próspera capital de la provincia romana de Asia Menor, en los tiempos en que el Señor quiso que fuese marco privilegiado de la obra misionera del equipo apostólico de San Pablo. En esta bella ciudad había un famoso puerto, pues se trataba de un centro comercial de la región. Allí se encontraba una de las siete maravillas del mundo antiguo, el Artemisión, o templo de la plurimamaria Artemisa, la gran diosa de la fecundidad de Asia Menor, muy estimada por los efesios, de acuerdo con el contexto de Hechos 19:23-41. Por eso era llamada esta ciudad "Guardiana del Templo". La cultura de esta importante ciudad antigua era la herencia indiscutible del mundo grecorromano de la época. Cada uno de los nombres griegos de estas localidades refleja la condición espiritual de la respectiva iglesia. Se dice que el significado de Efeso es "deseo ardiente, deseable", lo que tiene que ver con que al final del período primitivo la Iglesia aún era deseable para el Señor; también significa "soltar", así como "aflojado" o "descansado", aspecto que tiene mucho que ver con esa característica de haber dejado, la iglesia del Señor en la localidad de Efeso, su primer amor. En el matrimonio suele ocurrir eso. Nos interesa mucho ese vivo retrato que nos hace Juan de las condiciones reales e históricas del candelero en la localidad de Efeso, porque allí vemos tipificadas las peculiaridades del final del primer período profético, de los siete que caracterizan a la Iglesia de Jesucristo, en los eventos comprendidos entre la gloriosa resurrección del Señor y Su segundo advenimiento. Pero más que el aspecto local de la iglesia como casa de Dios, en esta perspectiva histórico-profética nos interesa enfocar las prefiguraciones de las distintas etapas del vital desarrollo del Cuerpo de Cristo a su paso por los siglos en los anales de nuestra era, incluídos su nacimiento, sus sufrimientos, su cautiverio, y los pasos que ha venido dando el Señor para la restauración total de la expresión de la unidad de Su Cuerpo. A menudo vemos en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, que hechos reales e históricos alegorizan y tipifican situaciones, hechos, condiciones y sentidos más profundos y espirituales, en el marco de los propósitos eternos de Dios.
*(1) El Apocalipsis fue escrito en tiempos del emperador Domiciano, alrededor del año 95 d.C.

¿En qué radica la importancia de estudiar la Iglesia del Señor en su etapa primitiva? ¿Qué interés puede tener para nosotros conocer la "génesis" de la Iglesia después de veinte siglos? Mucho y en gran manera, porque por medio de ese conocimiento podemos comprender mejor la perfecta voluntad de Dios para con Su Iglesia; la naturaleza de la Iglesia, su auténtica y original estructura, características, gobierno, metodología, condiciones muy diferentes de las actuales, pues con el correr del tiempo el hombre determinó olvidarse, apartarse, alejarse de las normas, directrices y ejemplos establecidos por Dios en Su Palabra, muchas veces desconociéndolos, ignorándolos o tergiversándolos; como si el libro de los Hechos hubiese perdido vigencia. La iglesia primitiva, conforme se desenvuelve en el libro de los Hechos, es el patrón o modelo de Dios para Su Iglesia, válido para todos los tiempos. Es una falacia pensar que las normas de la Iglesia de Jesucristo deban cambiar y ajustarse a determinados cambios cronológicos, y que hoy haya que estudiar y poner en práctica nuevas estrategias introducidas por el ingenio humano, como si el modelo auténtico y original de Cristo para Su Iglesia ya fuese anacrónico para los tiempos que vivimos. Toda vez que el Señor nos da la oportunidad de conocer mejor la verdadera y normal Iglesia de Cristo, podemos apreciar en su justa medida la forma en que los hombres se alejaron de ella.
El primer período profético de la Iglesia del Señor, con sus subperíodos apostólico y postapostólico, comienza cuando el Señor da sus últimas instrucciones en el Monte de los Olivos después de Su resurrección, y asciende al Padre a fin de enviar el Consolador que había prometido, período que culmina al finalizar el primer siglo de la era cristiana, en los tiempos en que el anciano apóstol Juan finalizara su escritura del libro de Apocalipsis en la isla de Patmos. Una vez acontecida la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia en el día de Pentecostés, se cumplen las palabras del Señor de que estaría siempre con la Iglesia, guiándola, enseñándola, transformándola, llenándola de poder y sabiduría, y es así como aquellos humildes pescadores fueron guiados por Dios desde Jerusalén a transtornar el mundo entero. Dios, desde toda la eternidad, desde antes de que el mundo fuese, tiene Sus propósitos con la creación, con la tierra en particular, y especialísimamente con el hombre, y esos propósitos los tiene en Su Hijo Unigénito. La Palabra de Dios dice que Dios nos escogió en Cristo desde antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él, para que se cumplieran en nosotros esos propósitos, para lo cual fuimos predestinados. ¿Cuáles propósitos? El Padre hizo la creación para Su Hijo y se propuso reunir todas las cosas en Cristo, y nosotros hemos sido predestinados para que fuésemos hechos conformes a la imagen de Cristo. Todos los escogidos estamos llamados a conformar la Iglesia, la cual es también el Cuerpo de Cristo, y Él es la Cabeza. La Iglesia de Jesucristo es asimismo el verdadero templo de Dios, y para eso fue creado el hombre, para que conozca a Dios, lo represente; para que Dios se incorpore en el hombre por Su Espíritu y, como Iglesia, el hombre lo exprese.
También el hombre fue creado por Dios con miras a prepararle una esposa para Su Hijo, la cual será levantada sin mancha ni arruga (cfr. Efesios 1,3,4,5; Romanos 8:29,30), o sea, gloriosa y limpia de todo contagio del hombre viejo. Por medio de la obra de Su Amado Hijo, Dios quiso dispensarse al hombre; ha sido Su deseo y propósito entregarse a Sí mismo al hombre corporativo, para ser contenido primero por el hombre, ese ser tripartito, creado por Dios dotado de espíritu, alma y cuerpo, y luego ser expresado corporativamente por la Iglesia. La Iglesia estaba en el plan de Dios antes de que creara al hombre. El Hijo, llegado el tiempo determinado por el Padre, vino a esta tierra y se encarnó por obra del Espíritu Santo en María, una humilde virgen hebrea de la familia de David, y para ello por su propia voluntad tomó forma de siervo, vaciándose, despojándose, desnudándose de todas Sus prerrogativas como Dios; lo que se llama en griego la kenosis; asumiendo así las limitaciones inherentes a la humanidad, como verdadero hombre. Con ese anonadamiento, Cristo se sometió a una condición de inferioridad. Y así vivió y creció, en obediencia al Padre, en Nazaret de Galilea, cuando el César Tiberio Augusto reinaba sobre todos los dominios del Imperio Romano, aquella cuarta bestia sanguinaria y terrible, espantosa en gran manera, que le había sido revelada a Daniel por Yahveh en visiones en tiempos del cautiverio babilónico (cfr. Daniel 7:7,19-23).
Llegado el momento, a la edad de treinta años fue bautizado en el Jordán; luego llamó a sus discípulos, de entre los cuales escogió a doce, a los que también llamó apóstoles. Pero lo curioso es que para esa escogencia no necesariamente tuvo en cuenta a la clase sacerdotal de su nación; no consultó el asunto con el sumo sacerdote, sino con Su Padre; no escogió sus inmediatos colaboradores de entre la tribu de Leví y la familia de Aarón, sino que se fue a la orilla del mar de Galilea y llamó primero a cuatro pescadores de profesión, a Simón a quien llamó Pedro y a su hermano Andrés, hijos de Jonás, en Betsaida, Galilea; a Juan y a Jacobo (llamado el Mayor), hijos de Zebedeo y Salomé, naturales también de Betsaida, a quienes encontró remendando las redes, y les dijo que desde ese momento serían pescadores de hombres, y quienes más tarde recibieron de Jesús el nombre de "hijos del trueno". Después llamó a Felipe, natural de Betsaida; a Bartolomé, también llamado Natanael; en Capernaum invitó a seguirle asimismo a Mateo, llamado también Leví, un recaudador de impuestos en Judea por cuenta de los romanos; a Tomás el Dídimo, quien más tarde dudó del acontecimiento de la resurrección del Señor hasta que lo vio y tocó Sus llagas; a Jacobo (llamado el Menor) hijo de Cleofas y María (prima de la madre de Jesús); a Judas llamado Tadeo; a Simón llamado Zelote o Cananeo, y a Judas Iscariote, hijo de Simón, natural de Kariot, quien era el administrador de los fondos del grupo del Señor y el cual más tarde llegó a traicionarle. Con la compañía íntima de ese reducido grupo, y seguido muchas veces por otros discípulos y una gran multitud, Jesús predicó las buenas nuevas del evangelio del reino de Dios, para luego de tres años y medio ser juzgado por las autoridades políticas y religiosas tanto de su nación como de la potencia dominante, en Jerusalén y ser crucificado en el monte Calvario o de la Calavera, en las afueras de la ciudad, en donde derramó Su sangre y ofrendó Su vida por la Iglesia.
Al tercer día resucitó, siendo el primer día de la semana se levantó de la tumba, y después de transcurrir cuarenta días, ascendió a los cielos, al trono del Padre y envió al Espíritu Santo, el Paracleto, como lo había prometido, hecho ocurrido en el día de la fiesta de los judíos llamada de Pentecostés o quincuagésima y que en el tiempo del Antiguo Testamento era conocida como la fiesta de las semanas o de la siega de los frutos de la tierra, de modo que el Consolador descendió con poder sobre la Iglesia apostólica cincuenta días después de la resurrección del Señor, y esos 120 hermanos que estaban reunidos representaban las primicias de la siega de Cristo, a los cuales El les entregaba las primicias del Espíritu, arras de nuestra herencia celestial. Ese día de Pentecostés ocurrió a fines de la primavera del año 30 d.C., en el cual el Espíritu Santo vino a darle a la Iglesia la vida misma de Cristo. En ese primer Pentecostés de la Iglesia empezó el pueblo de Dios a recoger una gran cosecha, y esa labor aún no ha terminado, pues ese glorioso Pentecostés que había sido preparado y prometido, también se ha prolongado, porque el Espíritu Santo siempre ha estado habitando en la Iglesia, comenzando por los apóstoles del Señor Jesús, hasta el más humilde siervo de Cristo que habite en esta tierra en estos días.

Una Iglesia unida
Así como el Génesis es el libro de los principios, donde se siembran las semillas de la revelación divina, Apocalipsis es el libro de la consumación de todas las cosas; un libro profético por antonomasia en donde el Señor descorre el velo de los acontecimientos finales, pues precisamente el término apocalipsis significa quitar el velo, revelación, la revelación de Jesucristo, verdadero autor y objeto de este maravilloso libro. Sus primeros tres capítulos se destacan y se diferencian debido a que tratan acerca de las siete cartas que el Señor ordena a Juan que escriba a sendas iglesias históricas de igual número de localidades en Asia Menor. La primera es dirigida a Efeso:
"Escribe al ángel de la iglesia en Efeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto:" (Ap. 2:1).
Aunque la carta está dirigida al ángel de la iglesia de la localidad de Efeso, sin embargo, es también para la iglesia, para todos y cada uno de los creyentes del Señor, y además para cada iglesia constituida en las diferentes ciudades y aldeas de mucha parte del mundo grecorromano. En ese tiempo el cuerpo del Señor era expresado en una perfecta unidad y comunión espiritual en cada localidad donde hubiere redimidos por la preciosa sangre del Señor. Los santos no se habían dividido en sectas separatistas frutos de la carnalidad. Eso sucedió en siglos posteriores, y es lo que el Señor está corrigiendo en la época presente. No importa que los hombres se opongan a este trabajo de restauración del Señor. El edificio debe ser construido conforme el modelo de Dios. ¿Quién es el ángel de la iglesia local? No hay entre los exégetas un acuerdo sobre el particular. Dice John Nelson Darby: "El ángel es el representante místico de alguien que no está presente en la escena. Así pues, esta palabra siempre es empleada aun en los casos cuando no se trata, de una manera positiva, de un mensajero celeste o terrestre. Lo vemos en las expresiones ‘el Ángel de Jehová’, ‘sus les’ (hablando de los niños), ‘el ángel de Pedro’". (John Nelson Darby. Estudio sobre el Libro de Apocalipsis. La Bonne Semence, 1988. Pág. 31). Este mismo punto de vista lo vemos en la siguiente exposición de F. F. Bruce:
"Los ángeles de las iglesias deben entenderse a la luz de la angelología del Apocalipsis -no como mensajeros humanos o ministros de las iglesias, sino como celestial contraparte o personificación de las diversas iglesias, cada uno de los cuales representa a su iglesia en el aspecto en que se hace responsable de la condición y conducta de la respectiva iglesia-. Podemos compararlos con los ángeles de la naciones (Daniel 10:13,20; 12:1) y de individuos (Mateo 18:10; Hechos 12:15)". (F. F. Bruce (Revelation, en A Bible Commentary for Today, Pickering and Inglis, 1979, pág,1682). Citado por Matthew Henry, en su comentario Bíblico).

La carta la envía el Señor; Juan es apenas un amanuense en este caso. A cada una de las iglesias se presenta en forma diferente, identificándose de acuerdo con la condición de cada una. A Efeso le escribe el que tiene las siete estrellas en su diestra, y anda en medio de los siete candeleros de oro; es el Señor Jesucristo mismo diciéndole a la iglesia que Él tiene en Sus manos las riendas de Su Iglesia, tiene total autoridad y control sobre la Iglesia, a la cual gobierna, guía, exhorta, alimenta, da vida, corrige, construye, alienta, con Su sola potestad. El Señor sujeta firmemente las siete estrellas, en señal de que es el dueño y señor de las iglesias; se pasea en medio de los candeleros, en señal de constante vigilancia. Como la luna alumbra con la luz solar, la iglesia alumbra en la oscuridad de la noche con la luz del Señor, y Él tiene también estrellas en Su diestra, ángeles celestiales, que ayudan a la Iglesia. Esas estrellas también simbolizan los hermanos espirituales que tienen la responsabilidad del testimonio de Jesús. Estamos en las seguras y poderosas manos del Señor; el Señor cuida de Su Iglesia; eso significa que nadie nos puede arrebatar de Su diestra. El Señor Jesús no puede estar menos sino en medio de la Iglesia, el Sumo Sacerdote siempre presente en ella, porque sin Él no puede existir Iglesia, y eso es muy alentador. La Iglesia es Su morada y también Su Cuerpo y Él es la Cabeza, y, por tanto, está enterado permanentemente de todos los eventos en todos los lugares, tanto en el tiempo como en el espacio. Es responsabilidad de la iglesia local dar testimonio del Señor Jesús por el Espíritu Santo ante los hombres, para que los hombres conozcan a Dios por el testimonio de la iglesia. El testimonio y la expresión de Jesús es la Iglesia, y Cristo es el Testigo de Dios. Pero téngase en cuenta que la Iglesia universal se expresa en las iglesias locales.
Juan nos dice que el Señor Jesucristo es Dios, cuando afirma que "...estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna" (1 Juan 5:20). Pero desde siempre el diablo ha querido desvirtuar la persona del verdadero Jesús, y aún en la actualidad, muchas personas, movimientos, organizaciones, doctrinas y diversas escuelas de opiniones, predican a un Jesús diferente al que predicaron Juan y el resto de los apóstoles. En los tiempos en que andaba con sus discípulos, un día les preguntó: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas" (Mateo 16:13,14). Además, algunas personas tuvieron a Jesús simplemente como el hijo del carpintero del pueblo; otros lo tenían como un agente de Beelzebú, príncipe de los demonios. ¿Es hoy diferente el panorama? Es peor; aumenta la gama de diferentes Jesús.
Hay personas que se inclinan por llamarle el Hijo de María, algunos lo tienen por un gran político, pero Jesús nunca quiso tener nada que ver con métodos políticos, y jamás se enredó en los negocios de este mundo. Otros han proclamado que fue el primer comunista, o un guerrillero de la línea de los zelotes; otros lo han ubicado en el extremo opuesto afirmando que fue un integrante de la secta de los esenios; y aun otros han querido capitalizar diciendo que Jesús fue un espiritista o gran maestro gnóstico, que adelantó estudios esotéricos en la India o en el misterioso Egipto. Pero, además de Juan, Pedro también recibe revelación del Padre, cuando proclama, diciéndole al Señor: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Mt. 16:16).

El reino de Dios
Leemos en Mateo 6:10: "Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra". ¿Qué significa esto? Desde la caída del hombre en el Edén, en la tierra dejó de hacerse la perfecta voluntad de Dios, pues el hombre le entregó la soberanía de la tierra a Satanás al obedecerle; y los hijos de desobediencia, la descendencia adámica siguieron la corriente de este mundo; corriente que no es según Dios, sino conforme a Satanás, el espíritu rebelado, el cual usurpó lo que era de Dios. De esta manera la voluntad de Dios no pudo hacerse así en la tierra como en el cielo. Y precisamente el Verbo de Dios fue encarnado, entre otras cosas, para traer el dominio celestial a la tierra. Adán perdió el dominio, y Cristo, el nuevo Adán, vino a recobrarlo, como verdadero hombre, de conformidad con la economía de Dios; y entonces sí sea hecha la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo. El señor Jesús es el nuevo Rey, y de Sus seguidores, los que han vencido ya viven la realidad actual del reino de los cielos. De manera que quienes amemos ese establecimiento del reino de los cielos en la tierra, debemos orar que se manifieste, primeramente en tu persona, y en segundo lugar en toda la tierra, hasta que la tierra sea completa y totalmente recobrada para Dios y Su Cristo, y que se haga la perfecta voluntad de Dios en toda la tierra.
Dice la Biblia que "después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado" (Mar. 1:14,15). La expresión reino de Dios no significa exactamente lo mismo que reino de los cielos, pues el reino de Dios es el reino en el sentido amplio, desde la eternidad hasta la eternidad, y el reino de los cielos es apenas una parte, la que se inicia con la Iglesia en el día del Pentecostés y que comprende la era de la Iglesia y del milenio. Para entrar en el reino de Dios hay que nacer de nuevo; es la regeneración (Juan 3:3,5); en cambio para participar del reino de los cielos hay que cumplir ciertos requisitos proclamados por el Rey en el sermón del monte. Antes de la venida de Juan el Bautista, el reino de los cielos no había llegado. Los ciudadanos del reino de los cielos se caracterizan fundamentalmente por ser pobres en espíritu, porque la Palabra de Dios dice que de ellos es el reino de los cielos. Jesús comenzó su predicación diciendo que el reino de Dios se había acercado; es decir, ya se estaba manifestando el poder de Dios sobre los hombres, porque cuando Cristo vino lo trajo consigo, y los demonios estaban siendo privados de su funesto poder sobre los hombres. Pero el que no nace de nuevo, quien no haya experimentado la regeneración espiritual, quien no haya recibido la vida de Dios en su espíritu por la obra redentora de Cristo y por la acción del Espíritu Santo, no puede percibir el reino de Dios, no puede entrar y pertenecer a él; ni siquiera verlo, porque no es una institución visible, sino una posesión interior, en su manifestación actual. El actual aspecto del reino de Dios es la Iglesia. "Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros" (Lucas 17:20-21). No es posible confundir ni identificar el reino de Dios con ninguna organización eclesiástica; pues aunque ya es una realidad, sin embargo, es asimismo una esperanza para la edad futura, el reino milenario, en el cual Cristo y los creyentes vencedores reinarán sobre todas las naciones.
De acuerdo con la escala de valores, el mundo se interesa por las cosas materiales, las riquezas, las posesiones, el confort, el lujo, los festivales patronales, lo superfluo; pero, por contraste, el Señor dice que es tan importante el reino de los cielos, que nuestro afán debería concentrarse en buscarlo primordialmente, antes que al vestido, la comida, por muy esenciales que sean en nuestro diario existir. Dice la Palabra de Dios que una persona no ha empezado realmente a vivir y a poseer vida eterna y abundante, mientras no pertenezca al reino de Dios. Para ver el reino de Dios es necesario estar ubicado en cierta posición, en una perspectiva espiritual adecuada; hay creyentes que no han ajustado esa posición y su visión es confusa.
¿Cómo se caracterizan los que pertenecen al reino de Dios? Para comprenderlo mejor puedes estudiar todo el Sermón del Monte, en los capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio según San Mateo, y en especial en las bienaventuranzas. El Sermón del Monte describe la actual realidad del reino de los cielos, que está en nosotros. Algunos misterios concernientes al reino de Dios los encuentras en las siete parábolas de Mateo 13. Esas parábolas describen la apariencia del reino de los cielos; aspecto que se cumple en la cristiandad nominal actual. La Palabra que proclama el reino y es sembrada en el corazón de los hombres; el enfrentamiento entre las dos simientes: la de la mujer, Jesús, y la de la serpiente, el trigo y la cizaña; en un desarrollo anormal de la apariencia del reino, comienza como la más pequeña de las semillas y se convierte en un árbol grandioso donde anidan las aves del cielo. Es un tesoro escondido, o una perla preciosa y excepcional, que para adquirirla el Señor vende todo lo que tiene y en la cruz compra la tierra, la redime, para obtener este tesoro, la Iglesia, para el reino; y al final habrá una escogencia entre los hombres, entre los malos y los justos para la posesión del reino de Dios, lo cual es de gran gozo. Para entender estas parábolas hay que tener en cuenta que la Iglesia de Jesucristo jamás estará compuesta por la mayoría del mundo, sino por un pequeño remanente redimido; y aun de los redimidos, sólo participarán en el reino milenial los vencedores. En todas las razas de la tierra, incluyendo los judíos, los auténticos seguidores de Dios y de Su Cristo siempre han sido unos pocos. El Señor llama a Su Iglesia, manada pequeña. "No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino" (Lucas 12:32).
El mundo está en abierta oposición al reino de Dios, debido a que el mundo entero está bajo el maligno. Una persona que siga la corriente del príncipe de este mundo no puede poseer el reino de Dios, a menos que sea a través de un nuevo nacimiento; saliendo del mundo y de su oscuridad satánica. Desde el punto de vista objetivo e histórico, ¿por qué el judaísmo y el Imperio Romano determinaron llevar a Jesús hasta la muerte? Sencillamente porque esas dos organizaciones veían en el Señor un peligro para su propia subsistencia estructural. Los representantes legales tanto del sistema religioso del judaísmo como del poder político del Imperio, percibían que si Cristo hubiera sido seguido fiel, firme y masivamente por todas aquellas multitudes que lo asediaban, esas dos organizaciones estaban condenadas a desaparecer. Aunque hace dos mil años empezó con Jesús el reino de Dios en el ámbito de la Iglesia, sin embargo, ha de manifestarse dispensacionalmente; será el reino de mil años como lo describen los capítulos 24 y 25 de Mateo, y la historia sin duda llegará a su culminación, pues es necesario que Dios juzgue a la humanidad y se manifieste eventualmente Su soberanía y Su reino entre los hombres. Los primeros discípulos del Señor también compartían la expectativa del pueblo judío contemporáneo acerca de la instauración del reino en Israel, y convencidos de que el Señor era el Mesías esperado, antes de la eventual ascensión de Jesús al Padre, le plantearon esa pregunta, "Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?" (Hechos 1:6). Pero el Señor juzgó que no era oportuno hablarles en ese momento sobre ese tema, pues era algo que sólo el Padre sabía; y más bien que se ocuparan de ser Sus testigos por toda la tierra. Incluso aún después del día de Pentecostés, la iglesia apostólica creía en el inminente retorno del Señor a instaurar el reino de Dios.

El candelero
El Señor Jesús anda en medio de los siete candeleros de oro. El número siete significa la plenitud; es el número que Dios usa para indicar totalidad en Su obra, que El no deja nada incompleto ni quiere nada incompleto; eso simboliza a la totalidad de todas las iglesias locales en todos los lugares y a lo largo de toda la historia, y el Señor Jesús anda en medio de todos los candeleros. Hay que tener en cuenta que cuando esta carta fue escrita se estaba terminando el período de Efeso y en ambos casos, tanto la iglesia en la localidad de Efeso, como el primer período profético de la Iglesia habían empezado a decaer, a deslizarse de ese nivel alto, de esa plenitud a la cual el Señor había elevado a la Iglesia en el día de Pentecostés. ¿Qué significa esa expresión? ¿Qué representa el candelero de oro? En el verso 20 del capítulo 1 nos da la respuesta, cuando afirma:
"El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias".
Eso significa que la iglesia de Jesucristo en cada localidad está tipificada por un candelero, en las cuales El se mueve, como Cabeza que es; el candelero se relaciona con el testimonio. Una iglesia en Efeso, un candelero en Esmirna, otro en Pérgamo, otro en Jerusalén, otro en Valledupar, otro en Bucaramanga, así como otro en Teusaquillo, otro en Usaquén, en el marco del Distrito Capital,*(2) etc. En una localidad no puede aparecer más de un candelero. Una sola iglesia en cada localidad, jamás dividida en varios grupos o congregaciones o supuestas "iglesias", porque el candelero que hizo Moisés en el desierto constaba de seis brazos y una caña central, pero era de una sola pieza, pues la caña y los brazos terminaban en sendas lamparillas, que a su vez eran alimentadas por el aceite de un solo depósito y sostenido todo en un solo pie, porque Jesucristo es el único fundamento de la Iglesia. Existe como un solo candelero en la iglesia local, pero la suma de todos los candeleros forman la Iglesia universal; de ahí el número siete, que significa plenitud.
*(2) Valledupar y Bucaramanga son las capitales de los departamentos colombianos del Cesar y Santander, respectivamente. Teusaquillo y Usaquén son localidades de las que integran a Bogotá, Distrito Capital de Colombia, América del Sur.

El candelero estaba dentro del tabernáculo (el Cuerpo de Cristo), pero el candelero en sí es la expresión local del Cuerpo del Señor. En el tabernáculo había un solo candelero, más tarde, en el templo de Salomón había diez candeleros,*(3) y eso muestra que los candeleros se están multiplicando; ahora el Señor se dirige a siete candeleros, número de plenitud; y en cada localidad el Señor está estableciendo un candelero, y anda en medio de ellos cuidándolos, alimentando el depósito con más aceite (Su Espíritu), para que no se apaguen y alumbren en medio de la oscuridad del mundo. En el tabernáculo se tipifica la unidad del candelero, en el templo de Salomón la multiplicación de los candeleros, y en Apocalipsis la plenitud. En el candelero está tipificada la Trinidad de Dios: El oro representa la naturaleza de Dios Padre, por ser el oro el metal más precioso. El Hijo es representado en la forma que se le da a esta naturaleza divina, pues Él es la imagen de Dios, y el Espíritu Santo está tipificado en el aceite que alimenta las lamparillas para que alumbren, pues la Iglesia es la luz del mundo (cfr. Éxodo 25:31-40; Mateo 5:14-16; 1 Corintios 12:12). Para eso descendió el Espíritu Santo.
*(3) El 10 es el número de las naciones; significa que la Iglesia es sacada de todas las naciones de la tierra, de todas las etnias, de todas las lenguas, pero es representada por un candelero en cada localidad.

El Señor está edificando Su Iglesia, y en la Biblia, desde el libro de Éxodo, el candelero está relacionado con esa edificación de Dios. El candelero por su estructura es una unidad colectiva. En este tiempo es necesario que los creyentes reciban revelación a fin de comprender este misterio de los siete candeleros de oro, y ver las iglesias locales, las cuales conjuntamente forman la Iglesia universal. No encontramos en el Nuevo Testamento ni un solo versículo en que el Espíritu Santo autorice y permita a los apóstoles edificar "iglesias" de apóstoles en particular, o de misioneros o pastores, o de ninguna otra índole o doctrina, que no sea la iglesia de Jesucristo unificada en cada localidad. Una iglesia local es una iglesia integrada por todos los hijos de Dios en una ciudad, localidad, pueblo, villa, vereda, unidos en actitud inclusiva, en el amor y en la comunión del Espíritu, que tengan por única Cabeza al Señor Jesús, que participen de un mismo pan y que obedezcan un solo presbiterio. La Iglesia no es construida con madera, ladrillos y piedras naturales, sino con piedras vivas, cuya verdadera vida es Cristo.
"Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos" (Fil. 1:1). He ahí una iglesia local normal. A excepción de algunas dirigidas a ciertas personas, las cartas neotestamentarias fueron dirigidas a las iglesias locales, y el libro del Apocalipsis fue escrito para ser enviado a las iglesias locales. Hay mucha desorientación cuando no se comprenden estas cosas. La Biblia no registra otro tipo de iglesia que no sea las iglesias locales. El predicar el evangelio y establecer iglesias locales fue el trabajo que el Espíritu Santo asignó al apóstol San Pablo y su equipo de apóstoles, desde el momento en que fue apartado para la obra en compañía de Bernabé en la localidad de Antioquía, de acuerdo con el contexto de los capítulos 13 y 14 del libro de los Hechos. Cuando el pueblo hebreo recibe la orden de Dios de tomar un cordero por familia para sacrificarlo con motivo de la gran salvación y liberación de la esclavitud egipcia, ese corderito inmolado en la fiesta de la pascua, era una figura perfecta, admirable y magnífica, de Cristo crucificado por amor de nosotros; y el caso es que no fue un solo cordero por toda la congregación de los hijos de Israel, sino un cordero por familia, para tipificar, dentro de los detalles de la gran maqueta veterotestamentaria de la Iglesia, que cada familia comiendo el cordero con hierbas amargas, expresaba la iglesia local alrededor del Cordero de Dios, dentro del marco de la Iglesia de Jesucristo, iglesia unida en cada localidad, reunida en el nombre del Señor Jesús por la comunión del Espíritu Santo. Los israelitas no se reunieron alrededor del cordero con otro pretexto, ni persona, ni objeto, ni mandato, ni centro, ni sistema, ni doctrina, ni ordenanza, ni determinación particular, ni nombre que no fuera el ordenado por Jehová. Cada familia era la expresión local del pueblo de Dios, así como la iglesia de cada localidad es la expresión local de la Iglesia del Señor, y a ninguna familia le fue dado inmolar más de un cordero. Asimismo ahora también en la Iglesia solamente participamos de un pan no fraccionado y dividido, sino un único y mismo pan, para alimentarnos de Él y mantenernos en una santa comunión con Él, porque ese es el testimonio de Dios. La Iglesia de Dios es una; ni un solo hueso del cuerpo del Señor fue quebrado.

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