sábado, 30 de diciembre de 2006

Epílogo de "Concilios Ecuménicos", de: Arcadio Sierra Díaz

EPÍLOGO

Si profundizamos un poco en los misterios que Dios revela en las Escrituras, vemos que este mundo está regido por Satanás, la serpiente antigua. La Palabra de Dios llama a Satanás "el dios de este siglo" (2 Co. 4:4), "el príncipe de este mundo" (Juan 12:31); que los hombres inmersos en las tinieblas están "siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia" (Ef. 2:2).
La Palabra de Dios dice que ese príncipe de las tinieblas llevó al Señor Jesús "a un monte alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares" (Mt. 4:4). Claro que el Señor no le adoró ni le aceptó la oferta, pero nótese que en el contexto bíblico el Señor no desmiente al diablo en el sentido de que le haya dicho que Satanás no tiene poder sobre las naciones. Satanás empezó a tener poder sobre las naciones el día que Adán obedeció a la serpiente antigua (Génesis 3:1-6) y se hizo su esclavo (Romanos 6:16; 2 Pedro 2:19), pues Adán había recibido el señorío de las naciones (mar, cielo y tierra) del Señor mismo (Génesis 1:26), señorío que entregó a Satanás el día que le obedeció y se convirtió en su esclavo; esclavitud que heredó toda la humanidad (1 Corintios 15:22), y esclavitud de la cual somos libertados sólo por Cristo (Juan 8:36; Ro. 8:16-18).
Pues bien, en ese orden de ideas, la Biblia dice que aun la Iglesia, la asamblea de los santos redimidos por Cristo en la cruz del Calvario, no tiene "lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (Ef. 6:12). Eso significa que toda oposición contra los santos de Jesús viene por orden y orquestada por Satanás mismo (así se presente con el nombre de Inquisición, Santo Oficio o Congregación para la Defensa de la Fe), y que Satanás oprime al mundo desde una organización en las regiones celestes donde él es, digamos, el gran emperador; pero en cada nación gobierna un príncipe diabólico invisible (Daniel 10:13), el cual a su vez tiene la colaboración jerárquica de otros espíritus llamados potestades, seguidos por los gobernadores de las tinieblas, al mando de huestes espirituales de maldad que pululan en los aires.
Esa organización diabólica ha estado gobernando este sistema mundial bajo la cruel y sangrienta dirección (color escarlata) de una pequeña y astuta serpiente que se llegó a convertir en "un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas" (Ap. 12:3). Pero si esos seres son invisibles, ¿cómo pueden gobernar este sistema mundial que también tiene su manifestación física? Gobiernan por medio de "una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo" (Ap. 13:1).
Vemos, pues, que la bestia visible es la impronta del dragón invisible. El dragón es el mismo Satanás y la organización que está detrás de cada trono terrenal, porque las siete cabezas (tanto en el dragón como en la bestia) representan a los siete grandes imperios históricos que han gobernado y gobernarán al mundo, a saber, Egipto, Asiria, Babilonia, la coalición medo-persa, el imperio griego de Alejandro Magno y a su muerte sus cuatro grandes generales y sucesores, el Imperio Romano, y por último el imperio romano restaurado en los últimos tiempos, que son los diez dedos de la gran imagen revelada a Nabucodonosor (Daniel 2:41-43), y los diez cuernos (Daniel 7:24) de la bestia, que son los gobernantes de diez naciones que antiguamente fueron provincias romanas, y que se encargarán de llevar al poder al anticristo, el último emperador romano bestial (Daniel 7:8; Apocalipsis 17:12,13), ya a las puertas de la gloriosa venida del Señor. De manera, pues, que el dragón es el gran titiritero que maneja la bestia a su antojo, y el anticristo, la última cabeza de la bestia, es la corporificación de Satanás, el cual gobernará al mundo durante los últimos siete años del presente orden mundial.
Ahora bien, en tiempos del Imperio Romano (la cuarta bestia de Daniel 2), cuando surgió el emperador Constantino el Grande (3l3 d. C.), la Iglesia del Señor descendió de los lugares celestiales (Efesios 1:3), a morar en esta tierra, "donde está el trono de Satanás" (Ap.2:13), y hubo un misterioso compromiso matrimonial (Pérgamo) entre la Iglesia y el mundo, y su sistema de gobierno con su religión babilónica a bordo, donde el mismo emperador era el sumo pontífice de esa religión; y la Iglesia se degradó y empezó a contaminarse de mundanalidad, dejándose comprar a la manera de Balaam, y se fue dejando envolver del culto idolátrico, pues en tiempos del emperador Teodosio el Grande (380 d. C.), las masas paganas del Imperio fueron obligadas a aceptar por la fuerza el abrazar el cristianismo (no a conocer a Cristo, que es otra cosa); hecho que introdujo la idolatría pagana a la iglesia. Y se fue creando una casta clerical dominante que avasalló al común de la gente. Como consecuencia surge una mujer dominante (Tiatira) llamada Jezabel que, como aquella esposa de Acab en tiempos del profeta Elías, se auto-proclama profetisa, arrogándose el exclusivo derecho de interpretar y enseñar las cosas relacionadas con Dios, pero desorientando a los siervos del Señor y seduciéndolos "a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos" (Ap. 2:20).
¿Qué sucedió entonces? Que la Iglesia perdió su antigua condición de católica, en su connotación de universal, la catolicidad de la iglesia antes de Constantino, compuesta y representada por todas las iglesias locales, cuando cada una ocupaba el terreno de la localidad y estaba integrada por todos los santos en Cristo Jesús de la respectiva ciudad, con sus obispos y diáconos (Filipenses 1:1), y en cambio surgió otra catolicidad espúrea llamada Iglesia Católica Romana, la iglesia del imperio, la del mundo, enemiga de los santos de Jesús, la que no evangeliza para llevar a la gente a Cristo, sino que busca prosélitos para que se integren al catolicismo romano.
Esa Jezabel le ha sido infiel al Señor; por eso la Palabra le llama la gran ramera. Pero ¿por qué grande? Porque a través de la historia se ha engrandecido de tal manera que se convirtió en una torre alta, llegando a dominar al mundo por encima del poder imperial secular (la bestia). La gran ramera se creyó con el poder de poner y quitar reyes, y de que los mismos emperadores y reyes de la tierra le besaran los pies en la persona de su cabeza, el papa romano. Vemos, pues, en la historia a la gran ramera sentada y cabalgando sobre los lomos de la bestia, como lo profetizó el apóstol Juan en Apocalipsis 17:1-6:
"1Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas (las naciones); 2con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación. 3Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. 4Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; 5y en su frente un nombre escrito, un misterio: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra. 6Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro".
Entonces ¿cuál será el fin de esta gran ramera ebria de la sangre de los santos? La Palabra de Dios nos dice que será destruida por el mismo poder y sistema gubernamental que ha de entronizar al anticristo al final de los tiempos. Al apóstol Juan se le dio toda la claridad sobre este asunto. Lo leemos en Apocalipsis 17:15-18:
"15Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas. 16Y los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego; 17porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios. 18Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra".
En el momento de escribir esta profecía, la gran ciudad que estaba reinando sobre los reyes de la tierra era Roma. Esa es la clave para entender que en nuestro tiempo se trata del Vaticano, sede del sistema religioso-político que ha dominado el mundo, que se ha embriagado con la sangre de los santos de Jesús, y que hizo de la Biblia un libro de prohibida lectura. La gran ramera tiene hijas que han heredado muchas cosas de su madre, y que son abominaciones a los ojos del Señor.
Pero hay un llamado de Dios para todos los hijos de Dios en Cristo Jesús que por ignorancia, intereses personales, tradiciones familiares o cualquier otro motivo aún estén dentro de ese sistema de la gran ramera y de sus hijas, a que salgan de ese sistema abominable. Dice el apóstol Juan: "Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas" (Ap. 18:4). El Señor invita a los hermanos creyentes en Cristo, a salir de Babilonia, pero ¿para ir a dónde? El Señor invita a que nos incorporemos a la iglesia bíblica constituida en el lugar donde vivimos; debemos buscar esos hermanos que han salido de toda organización eclesiástica terrena, de toda denominación y facción que han estado dividiendo la cristiandad, y que ya están, los hermanos, formando el candelero de su respectiva localidad, con sus obispos y diáconos.

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