sábado, 30 de diciembre de 2006

Cap. 10: CONCILIO DE LETRÁN II

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SEGUNDO CONCILIO DE LETRÁN
( X Ecuménico, según Roma)


Convocado por el papa Inocencio II en el año 1139, reunido en la basílica de San Juan de Letrán en Roma, inmediatamente después de la muerte de su rival Anacleto II. Produjo la excomunión del monarca Rogelio II de Sicilia y la condena de los seguidores de Pedro de Bruys, predicador precursor de la reforma en el sur de Francia y Arnaldo de Brescia en Roma, por oponerse al papado. En este concilio hubo un intento de sanar la división entre la iglesia ortodoxa oriental y el catolicismo romano.

Panorama preconciliar
En el panorama preconciliar corrían vientos de reforma. En la cristiandad medieval se destacaron figuras prominentes como el monje abad de los cistercienses Bernardo de Claraval, conspicuo místico, que por escrito y en elocuente oratoria defendía lo que en su momento él consideraba ortodoxo, y ataca las "herejías". Bernardo estaba convencido de la gracia perdonadora de Cristo, gracia obnubilada por su vinculación a las causas oficiales de la iglesia de Roma. A pesar de ser devoto de la Virgen, nunca creyó en la inmaculada concepción de María. Por venir esto de uno de los personajes más destacados de la cristiandad medieval, este nuevo "dogma" se retardó durante siglos en ser aprobado oficialmente por Roma.
En tiempos de Bernardo, y durante siete años, hubo simultáneamente dos papas: Inocencio II (Gregorio Papareschi) y Anacleto II (Pedro Pierleoni, de origen hebreo), también conocido como "el papa del ghetto"; pero Bernardo de Claraval se inclinó a favor de Inocencio II, e influyó ante el emperador Lotario III para que se pusiera al lado de Inocencio. Ambos papas tenían a su favor un sector de la cristiandad latina.
Hubo otros personajes que en ese mismo tiempo anhelaban una verdadera reforma de la Iglesia, la cual se había apartado de la primitiva pureza; además, la reforma según los principios gregorianos había dado muestras de ser impotente. Los hechos registrados en el Antiguo Testamento fueron escritos para nuestro ejemplo y luz. En los tiempos del profeta Elías, en medio de una gran apostasía nacional, ni aun el profeta mismo sabía que había cinco mil israelitas que se habían guardado de adorar a Baal. También en el siglo XII, Dios había preservado algunos núcleos evangélicos, antirromanistas y antijerárquicos; núcleos que siempre han existido a lo largo de toda la historia de la Iglesia. Si tú eres cristiano en el mejor sentido de la palabra, y no apelas a los legalismos, a las tradiciones y lo meramente eclesiástico y clerical, es porque apelas a la Escritura y al Espíritu.
Entre esas personas que en su momento se opusieron al sistema, se destacan Pedro de Bruys, Enrique de Lausana y Arnaldo de Brescia. De estos tres personajes, transcribimos las palabras de José Grau, en su libro: Catolicismo Romano: Orígenes y Desarrollo:

"Cabe destacar en primer lugar a Pedro de Bruys, sacerdote francés de vida casi ascética, que rechazaba el bautismo de niños, las ceremonias eclesiásticas, el sacerdocio y las oraciones por los muertos. Atacaba la Iglesia visible y sólo reconocía la invisible en el corazón de los verdaderos creyentes. Estaba en contra de los templos y la veneración de crucifijos. Enseñaba que lo que fue instrumento de la muerte de Jesús debía ser despreciado, por lo que se dio a la quema de cruces, usándolas incluso para cocinar sus alimentos. El populacho supersticioso no pudo resistir al radical reformador y lo echó a la hoguera en 1124. Sus numerosos seguidores fueron llamados petrobrusianos y se extendieron ampliamente por las tierras dominadas por el papado. Tanto Pedro de Bruys como sus seguidores, fueron muy exagerados y radicales en cuestiones secundarias, pero hemos de interpretar sus reacciones a la luz (o mejor dicho: a la sombra) del tenebroso espectáculo religioso de sus días".
"Enrique de Lausana, que al parecer tuvo contactos con Pedro de Bruys, era un ex-monje de Cluny, hombre muy erudito y piadoso, que se condolía por la falsa
y supersticiosa esperanza que el pueblo tenía en las reliquias. Predicó vehemente en contra de las reliquias e incitó al arrepentimiento y fe genuinos. Creía además que los sacramentos serían válidos solamente cuando fueran administrados por sacerdotes santos. Condenaba la ostentación y el lujo del clero de su tiempo y seguía el movimiento petrobrusiano. El obispo de Arles, indignado por el apostolado de Enrique, lo arrestó y lo condujo ante un Sínodo reunido en Pisa el año 1135, del que pudo salir bien librado, pero al oponérsele Bernardo de Claraval, fue apresado nuevamente y condenado a cadena perpetua. Murió en 1149".
"Figura descollante entre estos pioneros de la Reforma, es la de Arnaldo de Brescia, del cual se ocuparía ampliamente el papa Inocencio II y su segundo concilio de Letrán. Arnaldo era un joven y entusiasta canónigo que atacó con ferviente oratoria el poder secular de la Iglesia, basándose en una concepción más espiritual y bíblica del Cuerpo de Cristo. Predicó en favor de una Iglesia más santa y pura, de acuerdo con el modelo de la Iglesia apostólica. Sostenía que sólo la renuncia de las posesiones materiales y de la ambición secular podría llevar a una renovación auténticamente cristiana. Mientras las teorías de Hildebrando abogaban por la supremacía teocrática de la Iglesia, Arnaldo deseaba la completa separación entre el Estado y la Iglesia. Esto le llevó a pedir la restauración de la antigua República de Roma en sustitución del gobierno secular del papa. Arnaldo creía firmemente que la misión de la Iglesia es puramente espiritual y que por consiguiente no tenía que ir tras el poder y las riquezas, sino contentarse con los diezmos y las ofrendas voluntarias
"
.*(1)
*(1) José Grau. Catolicismo Romano: Orígenes y Desarrollo. Ediciones Evangélicas Europeas, Barcelona. Tomo I. 1987. P. 314.

Milán y gran parte de las provincias del norte de Italia habían permanecido por siglos remisas a someterse a la jurisdicción del papado romano; de manera que cuando Inocencio II logró por fin someterlas a su autoridad en el año 1133, a los pocos años, en esas mismas regiones surgió el foco principal del gran movimiento evangélico medieval de los valdenses, que toma su nombre de Pedro Valdo, y que se relacionan con los llamados "pobres de Lyon", condenados en el Concilio III de Letrán en 1179. Estas cosas sucedieron mucho antes de que naciera Martín Lutero.

El concilio
Convocado el concilio por el papa Inocencio II, sus sesiones de casi un mes de duración, se celebraron en la basílica de San Juan de Letrán, a partir del 4 de abril de 1139, con la sola asistencia de los obispos y abades de occidente.
Como es de suponer, este concilio bajo el dominio absoluto de Inocencio II, procedió a deponer a todos los obispos y clérigos que habían estado del lado de su rival Anacleto II, con anatemas y acusaciones de herejes y cismáticos a bordo. A pesar de que Anacleto II había sido elegido por un número de cardenales ligeramente mayor que a Inocencio II. A cuántos incautos y sencillos creyentes harían daño los jerarcas romanos con todas estas medidas politiqueras. Vaya usted a entender estas cosas de esos infalibles personajes. Además el concilio:
- Condenó la simonía, la usura, el lujo y relajación de clérigos y monjes. A éstos se les prohibió estudiar medicina.
- Declaró nulo el matrimonio contraído por clérigos y monjes a partir del subdiaconado.
- Aprobó el canon llamado del "Privilegio", que condenaba con la excomunión a los que injuriasen o maltratasen con violencias físicas a los clérigos.
- Condenó a Arnaldo de Brescia a guardar silencio, y sus teorías acerca de una iglesia apostólica y humilde, tenidas por heréticas.
- El canon 23 acusó de herejía a Pedro de Bruys, al cual el populacho quemó.
- Excomulgó políticamente al rey Rogerio de Sicilia, por haber apoyado a Anacleto.

Consecuencias
Arnaldo de Brescia, después de haberse trasladado a París, huyó a Zurich, donde fue acusado de herejía por Bernardo de Claraval; luego fue apresado por orden del emperador Federico Barbarroja, en 1154, y más tarde ahorcado (1155) por orden del papa Adriano IV, su cuerpo quemado y sus cenizas lanzadas al río Tíber.
Pero en el pueblo iban siendo aceptados los planteamientos de Arnaldo, hasta el punto que los romanos se levantaron en contra del poder secular del papa, y que se proclamara la República. No podían la exaltación papal y la política gregoriana hacer más que daño en la cristiandad; y en el fondo muchos papas sinceros lo reconocían, como un Eugenio III (1145).

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