sábado, 30 de diciembre de 2006

Cap. 18: CONCILIO DE LETRÁN V

18
CONCILIO LATERANENSE V
( XVIII Ecuménico, según Roma)


Reunidas sus asambleas en la basílica de San Juan de Letrán en Roma en 1512-1517, para reformar a la iglesia. Este concilio fue convocado por Julio II en respuesta al anti-papal concilio de Pisa, y proseguido por León X (Juan de Médicis)*(1), que ocupó el cargo en 1513-17. Trató los abusos de las indulgencias, así como la urgente necesidad de una reforma en la conducta y moral del clero. Se dieron decretos para la reforma del catolicismo romano, pero no se crearon instituciones que asegurasen permanentemente su cumplimiento.
*(1) León X, hijo de Lorenzo el Magnífico, es el papa que posteriormente llegó a ser el antagonista de Lutero, alrededor del negocio romano de las indulgencias. Perteneciente a la encumbrada familia florentina de los Médicis, llegó a ser nombrado cardenal a la edad de trece años. Más que el engrandecimiento del Estado pontificio y de los asuntos religiosos, León X se preocupó desde el principio de darle impulso a las artes, de las representaciones teatrales, de la caza, del mecenazgo y de la bufonería. En su reinado, tras la muerte de algunos cardenales que supuestamente habían hecho parte de una conspiración para asesinar al papa León X, en julio de 1517 creó y nombró 31 nuevos cardenales, escogidos entre sus parientes y amigos de confianza.

Coyuntura histórica
La triste historia del absolutismo y de la relajación moral del sistema papal había seguido su curso; y así vemos a un Pablo II (1464-1471) haciendo surgir el carnaval romano; a un Sixto IV (1471-1484) reglamentando los lupanares romanos con fines lucrativos; a un Inocencio VIII (1484-1492) obteniendo el papado mediante simonía, vendiendo oficios eclesiásticos rodeado de sus numerosos hijos ilegítimos; a un Alejandro VI (1492-1503), el famoso español Rodrigo Borgia, papa pagano célebre en la historia por haber llegado a la silla papal mediante el soborno, por su inmoralidad, por su "pornocracia romana", por haber mandado a la hoguera al dominico florentino Jerónimo Savonarola, un verdadero pre-reformador, debido a que éste denunciaba la corrupción papal y clerical; también por haber sido dizque equivocadamente envenenado por su propio hijo César Borgia, entre otras cosas.
En el campo político, algunas naciones, con Francia a la cabeza, habían venido extremando el separatismo, cosa que se agudizó durante el reinado del papa Julio II (1503-1513), quien más que papa era un auténtico guerrero, tanto en el campo de batalla como en la diplomacia, en su desmedido afán de engrandecer los Estados pontificios. También el emperador alemán Maximiliano (1493-1519), haciéndose vocero del fragmentado pueblo alemán, encargó a Wimpheling, erudito humanista, para que, como lo habían hecho los franceses, redactara una Pragmática Sanción, que liberara al sufrido pueblo alemán del insostenible saqueo a que estaba sometido por la sede papal mediante insoportables impuestos y de llevarse el oro de la nación.
Coyunturalmente el español Bernardino de Carvajal, encabezó la lista de nueve cardenales que, con el apoyo de Maximiliano de Alemania y Luis XII de Francia, convocaron un concilio ecuménico anti-papal que debía reunirse en Pisa el 1º de septiembre de 1511, al que citaban compareciese el papa Julio II. Tropas francesas fueron movilizadas para enfrentarse con las tropas pontificias, pues, ante tal situación, el papa había creado una Liga militar formada por los Estados pontificios, Fernando V de Aragón, la República Veneciana, y más tarde con la ayuda de Inglaterra y Suiza.
El concilio anti-papal de Pisa trasladó sus sesiones a Milán, en donde fue excomulgado el papa; y el papa a su vez, excomulgó al rey de Francia y a todos los activistas del concilio.
Frente a tan difícil panorama, y como reacción al concilio de Pisa, el papa Julio II convocó un concilio ecuménico a celebrarse en la basílica de San Juan de Letrán, en Roma, pese a que los últimos papas eran contrarios a toda apelación a un concilio general.

El concilio
Sus sesiones fueron inauguradas el 10 de mayo de 1512, presididas, dominadas y manipuladas por el papa Julio II, pues este concilio, si es que se puede llamar ecuménico aun en los círculos católicos romanos, tuvo un carácter eminentemente papal, tanto que hasta sus mismos decretos adoptaron la forma de bulas. Asistieron 79 obispos y 15 cardenales, casi todos de nacionalidad italiana.
En principio, este concilio fue convocado a fin de reformar a la Iglesia, para extirpar las herejías, para determinar medidas que contrarrestaran el peligro de la amenaza turca, y para preservar la unidad de la Iglesia ante eventuales cismas. Por ejemplo, en la sesión VI fueron nombradas tres comisiones para tratar a cerca de la paz, la represión de la herejía hussita y la reforma de la curia.
En cuanto a la reforma de la Iglesia, vemos que desde hacía siglos podía ser un anhelo y una necesidad, como lo hemos venido acotando en los capítulos precedentes, pero la ambición humana se había venido interponiendo, empotrada en un sistema papal y clerical extraño a las Escrituras, y enemigos del conciliarismo de Constanza y Basilea debido a que lesionaba los intereses y la jurisdicción papal. Tanto Julio II como después León X fueron objeto de blasfemas exaltaciones en este concilio, a tal punto de tratarlos de Dios sobre la tierra y equipararlos con el Señor Jesús, y a la Jerusalén celestial identificarla con la iglesia romana. Los hombres pueden reformar sus organizaciones con base en sus principios humanos y usando herramientas terrenales; pero sólo Dios puede reformar Su Iglesia, porque la Iglesia somos todos los hombres redimidos y sólo Dios puede transformar el corazón del hombre. Y si una organización humana dice ser y se confunde con la Iglesia de Jesucristo, pero todo su organigrama y sus principios rectores no proceden de Dios, una verdadera reforma de la misma equivaldría a extirparle todo lo que procede de los hombres. Dios no quiere reformar odres viejos, sino restituir odres nuevos para el vino nuevo.
Este concilio también se ocupó de definir la transubstanciación, o sea, la presencia real del Señor en la eucaristía, como objeto de la fe, lo mismo que la individualidad e inmortalidad de las almas.
En su X sesión, el concilio determinó se crearan en cada diócesis comisiones de censores, que se encargarían de la censura previa de todo libro a publicarse, las cuales en cada diócesis estaría presidida por el respectivo obispo y el Inquisidor papal local. Pero con la invención de la imprenta, la represión de la literatura resultó muy difícil.

Consecuencias
Teniendo en cuenta que el papado se había encargado de silenciar toda opinión disidente por medio del terror, de la tortura, de la espada y la hoguera, en ese momento histórico nadie se atrevía a desafiar al papado romano, y las grandes esferas de la jerarquía eclesiástica se ufanaban de que toda la cristiandad estaba sujeta al papa.
Aunque su sesión de clausura, el 16 de marzo de 1517, diese la impresión de triunfo definitivo, el quinto concilio de Letrán fue un fracaso, y este fracaso se atribuye también al éxito de la Reforma, que tuvo su inicio en 1520. Como el concilio no actuó con mano fuerte para cristalizar una reforma que por lo menos pusiera fin a tanta inmoralidad clerical, siguieron existiendo los antiguos y enquistados vicios, como la acumulación de prebendas en una misma persona, el no residir el clérigo en el lugar donde se suponía ejercía su prebenda; y lo que se aprobaba, nadie tenía la voluntad de practicarlo.
¿Y el Señor qué se había hecho? El Señor actuó y sigue actuando. Si durante tantos siglos, emperadores y reyes, teólogos y catedráticos de las grandes universidades europeas, cardenales y prelados, gente que manejaba un inmenso poder, no habían tenido la voluntad de darle un vuelco reformador a una cristiandad que agonizaba bajo la opresión babilónica, en un momento histórico determinado por Dios, el Señor llenó de coraje, sabiduría y revelación a un monje alemán, y el 31 de octubre del mismo año en que se clausuró el V Concilio de Letrán, el agustino Martín Lutero, a la sazón catedrático de la universidad de Wittenberg, clavó sus 95 tesis en el portal de la catedral de esa ciudad alemana. Fue el florero que encendió la chispa de la Reforma; fue el comienzo de la reacción de Dios ante una mujer dominante llamada Tiatira. Fue el inicio del trabajo del Señor en la restauración de la Iglesia de Jesucristo, conforme el modelo del Nuevo Testamento.

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