sábado, 30 de diciembre de 2006

3.Concilio de Éfeso

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CONCILIO DE EFESO
(III Ecuménico)


El Concilio de Efeso fue convocado por el emperador Teodosio el Joven en el año 431, para fallar sobre la controversia nestoriana. Nestorio amenazaba separar la Persona de Cristo. Éfeso, la antigua capital de la provincia romana de Asia, es una de las siete ciudades cuyas iglesias locales recibieron sendas cartas del Señor por medio de Juan en Apocalipsis.

Antecedentes

El Credo Niceno se refería primariamente a la Trinidad y a las relaciones entre Sus miembros, Padre, Hijo y Espíritu Santo; pero quedaba sin aclarar la relación de lo divino y lo humano en Jesucristo, controversia que habría de continuar hasta el siglo VII, generando divisiones, de las cuales algunas siguen persistiendo hasta nuestros días, por las diferentes interpretaciones acerca de cómo el Hijo de Dios y lo humano se habían unido en Jesús de Nazaret. A pesar de los credos aprobados en Nicea y Constantinopla, del todo no habían terminado las especulaciones en torno a la Persona del Señor Jesús.
Las dos principales escuelas teológicas de ese tiempo, la de Alejandría y la de Antioquía tuvieron su enfrentamiento encabezado por sus dos patriarcas, Nestorio de Constantinopla de la de Antioquía y Cirilo de Alejandría. La escuela de Alejandría interpretaba las Escrituras alegóricamente, reduciendo al mínimo lo histórico, con la tendencia de enfatizar al elemento divino, reduciendo el aspecto humano en Jesús, y su gran exponente fue Apolinar, obispo de Laodicea. En la escuela de Antioquía, con teólogos de la talla de Diodoro de Tarso, Teodoro de Mopsuestia, Nestorio y Teodoreto, se cultivaba la erudición, se rechazaba la exégesis alegórica y daba mucha importancia al estudio de documentos sobre el aspecto histórico de los evangelios y que contenían la vida de Jesús; de ahí que allí le diesen mayor énfasis al elemento humano, sin que negaran la deidad del Señor, pero diferenciándolo de tal manera del elemento divino, que daba la impresión que para algunos de sus representantes, en Jesús hubo dos seres separados.
Como se ve, ambas escuelas se iban a extremos tales, que se salían de la sana exégesis del contexto bíblico. La escuela de Alejandría en ese punto era como una ampliación de la enseñanza de Atanasio. Recordemos que Atanasio enfatizaba que «el Logos, quien era Dios desde la eternidad, se hizo hombre».
Muchos pensadores cristianos, tanto de la escuela de Alejandría como de la de Antioquía, no tenían claridad sobre la relación existente entre la divinidad y la humanidad del Señor. Aunque ambas escuelas aceptaban la humanidad y la divinidad del Salvador, sin embargo en Alejandría pensaban que la naturaleza divina penetró en la humana como el fuego en una brasa encendida. Mientras que en Antioquía conceptuaban que en Cristo había dos Personas, la divina y la humana.
Esta controversia cristológica continuó hasta el punto de señalarse dos extremos: por un lado Nestorio, obispo de Constantinopla, discípulo de Teodoro de Mopsuestia, como seguidor y sostenedor de la tesis de la escuela de Antioquía, sostenía lo de las dos personas en Cristo, enseñando que el Verbo de Dios vino a morar en el hombre Jesús; y por el otro, el ambicioso Cirilo, sucesor de Teófilo en el patriarcado de Alejandría desde 412 hasta 444, quien hablaba de una sola naturaleza en Cristo, como si en el Verbo encarnado, la divinidad hubiese absorbido a la humanidad; de manera que ninguna de las dos escuelas de pensamiento veía con claridad las dos naturalezas en una misma persona invisible. Con Cirilo estaban varias clases de monofisitas, o sea, los seguidores de la doctrina teológica que no reconoce dos naturalezas distintas en Jesucristo, la divina y la humana, sino una sola naturaleza teándrica. Los monofisitas a la larga fueron creando históricamente sus propias iglesias nacionales como la Armenia, la Etiópica, la Copta de Egipto y la Siríaca-Jacobita.
Como se ve, Nestorio y Cirilo son los dos grandes protagonistas del Concilio de Éfeso; grandes rivales, cuyas raíces se ahondan en las ambiciones, poder y hegemonía eclesiástica en Oriente, y entre toda esa maraña de conflictos y odios, se enredaba el asunto cristológico; pero lo que aparentemente encendió la rivalidad entre Cirilo y Nestorio fue la polémica relacionada con María en cuanto madre de Jesús. La escuela de Alejandría, con Cirilo a la cabeza y bajo una capa de ortodoxia nicena, le aplicaba a María el nombre de Theotocos (Madre de Dios), lo cual no aceptaba la de Antioquía.
Nestorio, hombre erudito y prudente, como obispo de Constantinopla, atacó las herejías, en especial los rezagos de las corrientes arrianas; pero como auténtico representante de la escuela de Antioquía, para referirse a María en sus sermones, rehusaba emplear el término griego Theotokos (Madre de Dios), y prefería en cambio Christotokos (madre de Cristo), pues decía que lo que había nacido de María no era Dios, sino el templo en donde vino Dios a morar, y dejaba al descubierto que no comprendía el significado de la unión de las dos naturalezas en la Persona de Cristo.

Cirilo sostenía que el Verbo eterno vino y nació según la carne porque asumió personalmente la naturaleza humana, por nuestra salvación. En este sentido, toda esta controversia sigue girando en torno a la cristología, pues aún no se había iniciado la mariología como sistema teológico. Es cierto que siendo el Verbo de Dios, Dios desde toda la eternidad, María no fue la madre de Su naturaleza divina. Sin embargo, es bueno ubicarnos en un prudente término medio, pues si bien es cierto que María es madre de la humanidad del Hijo de Dios, no es menos cierto que lo que nació de su vientre también es Dios desde toda la eternidad, y no es bueno confundir las palabras naturaleza y persona, que son bien distintas, y así evitar el monofisismo. En Jesús hay dos naturalezas pero una sola Persona. Recuérdese que sólo en el concilio de Calcedonia vinieron a afirmarse las dos naturalezas de la única persona de Cristo. Aclaramos que fueron los seguidores de Nestorio los que posteriormente concluyeron que en Jesús tenía que haber dos personas.
Se dice que hubo un acalorado e inútil intercambio de cartas entre los dos obispos, Nestorio y Cirilo. Más tarde ambos escribieron a Celestino, obispo de Roma, quien falló contra Nestorio, tal vez movido porque Cirilo había sido más condescendiente para con él que su rival, y, además, porque Nestorio se había mostrado un poco hospitalario con unos pelagianos que habían huido a Constantinopla. Todo esto se fue agravando, y fue necesaria la convocatoria de un concilio general que tratara esta controversia.

El Concilio

El concilio de Éfeso fue convocado por el emperador Teodosio el Joven, para ser iniciado para Pentecostés del año 431. Como dato curioso anotamos que a este concilio fue invitado Agustín de Hipona, pero no recibió la invitación debido a que su ciudad eventualmente se hallaba sitiada por los vándalos, año en que también murió.
Cirilo y sus seguidores, en total unos setenta y ocho que ya habían llegado, y bajo la presidencia de Cirilo, el principal opositor, y pese a las protestas de los presentes, inauguraron las sesiones el 22 de junio del año 431, sin esperar al patriarca Juan de Antioquía, ni a los amigos de Nestorio, los obispos de la escuela de Antioquía, ni a los legados de Celestino, el obispo de Roma y el resto de obispos occidentales. Ante este hecho, Nestorio se negó a comparecer. Nestorio veía en Cirilo no sólo al jefe del concilio de Éfeso, sino también al juez, al acusador y acaparador de todo. Se dice que, en contra de la práctica conciliar, en una sesión que duró todo el día, el Concilio condenó y depuso a Nestorio, declarándolo el nuevo Judas, con el aval de Memnón, el obispo de Efeso, quien se encargó de excitar el populacho de la ciudad, quienes más tarde cometieron actos de violencia contra Nestorio y sus partidarios. La sentencia contra Nestorio finalmente fue firmada por 198 obispos. Cirilo y sus partidarios celebraban un triunfo de la Santa Virgen, más que de la doctrina cristológica, que en últimas era la cuestión del debate, y toda la provincia estaba interesada en las conclusiones del concilio, si tenemos en cuenta que de acuerdo a la tradición, la Virgen María vivió sus últimos años y murió en la ciudad de Éfeso, y el fervor de los provincianos por María había borrado el que antaño habían tenido por Diana de los efesios*(1). Haciendo gala de un cristianismo decadente, es responsabilidad de Cirilo el haber mezclado un elemento de tinte supersticioso, como es la piedad popular efesina hacia la virgen María, con la discusión de una controversia teológica como es la cristología, con sus graves consecuencias en el futuro del dogma de Occidente, a tal punto que en los tiempos que vivimos hay serios proyectos de declararla dogmáticamente corredentora y mediadora de todas las gracias.
*(1) Hechos de los Apóstoles, cap. 19.

Cuando llegaron Juan, obispo de Antioquía y el resto de partidarios de Nestorio, sumando unos cuarenta y tres, y pretendiendo ser el legítimo concilio, también se reunieron en asamblea y condenaron, depusieron y excomulgaron a Cirilo y a Memnón, acusándolos de arrianos y apolinarios. Pocos días después arribó a Efeso la delegación de obispos que representaba a Celestino de Roma, y sesionando con la mayoría, excomulgaron a Juan y su partido.
Habiendo ambos bandos apelado al emperador, éste, tratando de conciliar los dos partidos, confirmó se depusiera de sus cargos y se detuvieran los dos jefes de las dos facciones, Juan y Cirilo, así como a Memnón; pero llegados los legados del obispo de Roma, se pusieron de parte de Cirilo y solicitaron se reabriera el concilio, y se inició una larga labor de reconciliación entre Juan y Cirilo, que a la postre resultó en que Cirilo acabó aceptando una fórmula de fe propuesta por Juan de Antioquía. Este concilio, al fin y al cabo dominado por Cirilo, se inclinó hacia la escuela de pensamiento teológico de Alejandría con su sistema alegórico de interpretación bíblica, heredado de Filón, Orígenes y Clemente, entre otros, y que ejerció influencia en la cristiandad, cuyas consecuencias tuvieron que ver en el descuido de que fue objeto la Biblia en la edad media, y a la larga el sistema alegórico de exégesis bíblica fortaleció el clericalismo y la hegemonía papal. Sin embargo, la fórmula aportada por Juan de Antioquía, salvó a este concilio de caer en el monofisismo, pues Cirilo tuvo que renunciar a algunos de sus puntos. La transcribimos a continuación:

"Confesamos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, es verdadero Dios y verdadero hombre, compuesto de un cuerpo y un alma racionales; que ha sido engendrado del Padre desde antes de todos los tiempos en cuanto a su divinidad, y en cuanto a su humanidad nació de una virgen en el cumplimiento del tiempo, por nosotros y por nuestra salvación; que es de la misma sustancia que el Padre tocante a la divinidad y de la misma sustancia que nosotros tocante a la humanidad, ya que las dos naturalezas están unidas la una a la otra. De manera que no reconocemos más que un solo Cristo, un solo Hijo y un solo Señor. A causa de esta unión, exenta de toda mezcla, reconocemos igualmente que la Santa Virgen es madre de Dios, porque el Verbo, hecho carne, se unió a partir de la concepción al templo tomado de ella. En cuanto a las expresiones evangélicas y apostólicas sobre Cristo, una parte de las cuales los teólogos aplican a las dos naturalezas, porque se refieren a una sola Persona, mientras que distinguen las otras, porque se refieren a alguna de las dos naturalezas y las expresiones que convienen a Dios se dirigen a la divinidad, mientras que las expresiones que señalan la humanidad se dirigen a la humanidad".

Nestorio fue el que llevó la peor parte, pues se le mandó que viviera en adelante en un monasterio, y más tarde se le exilió en el Alto Egipto en donde vivió en condiciones supremamente angustiosas, tanto físicas como mentales. Se dice que languideció por largos años en el desierto. Estando en el exilio escribió su defensa en una confusa declaración de su fe, sosteniendo la presencia de lo divino y lo humano en Cristo, pero con dos seres o personas distintas. Nestorio no admitía que el Logos divino tuviera relación con sufrimiento o debilidad humana alguna, y sostenía que sus oponentes alejandrinos incurrían en error al sobrestimar la divinidad de Jesucristo a expensas de su humanidad. La opinión de la mayoría era que en Cristo hay dos naturalezas coexistentes en una persona (prosopon) y una sustancia (hypostasis). A pesar de las persecuciones, los nestorianos aún existen en países como Kurdistán, Persia y países del Cercano Oriente, en donde suman unos 150.000 fieles.

Éfeso y el pelagianismo

Este concilio refutó los errores de Pelagio; controversia traída al concilio por la representación occidental, ya no de tipo cristológico sino antropológico. Pelagio era un monje británico que enseñaba la salvación del hombre por sus propios méritos y esfuerzos, sin necesidad de la gracia divina, y que el hombre no hereda su naturaleza pecaminosa de Adán. Pelagio no descartaba la gracia de Dios como valiosa, pero para él no era indispensable para la salvación. Para refutar y condenar esta herejía, este concilio usó el importante trabajo elaborado por Agustín, obispo de Hipona, en el norte de África, en donde exponía claramente las doctrinas bíblicas de la universalidad del pecado, la incapacidad natural del hombre para obrar el bien y conseguir su propia salvación, y de que el hombre en forma absoluta necesita de la gracia de Dios para salvarse y perseverar en la fe.
La doctrina bíblica de la gracia, ese don inmerecido de Dios a favor de nosotros los hombres, tan claramente expuesta en el Nuevo Testamento, en especial en las cartas de Pablo, ha sido duramente vilipendiada por el enemigo de Dios y de la Iglesia. Como todos los errores y herejías, el pelagianismo y semipelagianismo, a pesar de haber sido condenados en sínodos y concilios, ha tenido sus cultivadores a lo largo de la historia, y paradójicamente hoy existen grandes vertientes de la cristiandad que siguen manteniendo el énfasis en la gracia de Dios, pero mezclada con obras, en detrimento de la doctrina bíblica de la predestinación y la soberanía de Dios en la elección y la perseverancia de los santos. El hombre sí debe cooperar con la gracia de Dios en el sentido de usar su voluntad para recibir voluntariamente la salvación, pues la salvación no es algo irresistible; pero una vez salvo, el hombre es siempre salvo. La Palabra de Dios dice que el hombre por sí solo no puede hacer el bien ni salvarse; y que la salvación es un regalo de Dios que nadie merece ni en el pasado, ni en el presente ni en el futuro.

"18Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 7Por cuanto la mente carnal es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede" (Ro. 7:18; 8:7).
"Porque la paga el pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro
" (Ro. 6:23).
"28Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 29Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. 38Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, 39ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Ro. 8:28-30, 38-39).
"3Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad. 11En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad" (Ef. 1:3-5, 11).
Nótese que la palabra dice que nadie se salva por sus propios méritos, nadie se salva por obras u obedecer leyes; el hombre no tiene esa capacidad; sino que fue predestinado desde antes de la fundación del mundo para esta salvación tan grande, cuya fuente es la sola voluntad de Dios.
"8Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras para que nadie se gloríe" (Ef. 2:8,9).
"Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna" (Hch. 13:48).

Consecuencias

Las dos grandes consecuencias negativas del concilio de Éfeso son el monofisismo y la mariología. El monofisismo se desprende de los conceptos alejandrinos, con Cirilo como uno de sus fundamentos, al presentar a la naturaleza divina de Cristo penetrando y absorbiendo a la humanidad como el fuego a la brasa ardiendo, dando por resultado que en Cristo se da una sola naturaleza.
En cuanto a la mariología, aunque en ese tiempo aún no se daba un culto público a María, con el tiempo hemos visto la mariolatría que se ha desarrollado, debido al innecesario énfasis que la declaración de Theotocos o Madre de Dios que le fue conferida en Éfeso, se le ha concedido en los siglos posteriores, lo cual ha reñido en alguna manera con el rigor de la cristocentricidad que caracteriza toda la teología bíblica.
El triunfo del arbitrario sistema alegórico alejandrino contribuyó asimismo a que se oscureciera el significado de los textos bíblicos, lo cual trajo como consecuencia que la Palabra de Dios perdiera autoridad, surgiera el escolasticismo en el afán de buscar luz por medio del uso de la razón y la filosofía aristotélica, y se colocara la autoridad de la Iglesia y de la Tradición por encima de la autoridad de la Escritura. A pesar de sus esfuerzos por corregir esta situación, el sistema católico romano sigue insistiendo y arrogándose un "magisterio" para la interpretación bíblica. Por estas razones hemos visto que a través de los siglos la Biblia ha sido considerada como un libro oscuro, arcano, de difícil interpretación, llegando a difundirse incluso la peregrina idea de que quien leyese la Biblia podría perder la razón. Pero la misma Palabra de Dios dice:
"15Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. 16Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2 Timoteo 3:15-17).

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