sábado, 30 de diciembre de 2006

Cap. 8: CONCILIO DE CONSTANTINOPLA IV

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CONCILIO DE CONSTANTINOPLA IV
(VIII Ecuménico)



Este octavo concilio ecuménico fue reunido en Constantinopla en el año 868 - Convocado por el emperador Basilio; y celebradas sus sesiones en la basílica de Santa Sofía.


Panorama histórico

En pleno desarrollo del siglo VIII, ya avanzado el medioevo, los cambios políticos en Europa eran muy complejos; se había afianzado el indiscutible dominio papal en Occidente. Debido a que el papado veía un peligro en el poderío de los lombardos en el sur de Italia, el papa Zacarías (741-752), en procura de ayuda y protección, estrechó relaciones con el reino de los francos, legitimando la entronización de Pipino el Breve, quien había destronado al último rey de la dinastía merovingia, constituyéndolo en protector de Roma. En breve, y a cambio del respaldo recibido, Pipino le cedió al papado los territorios invadidos del Exarcado griego y la Pentápolis, arrebatados a la sazón a los lombardos, plantando de este modo la semilla de los posteriores Estados Pontificios.
La alianza franco-papal obviamente era mal vista en Oriente, pero eso no fue obstáculo para que el 25 de diciembre del año 800, el papa León III coronara en Roma a Carlo-Magno, hijo primogénito de Pipino el Breve, como Emperador de Occidente, hecho que fue considerado por Bizancio como una traición, viendo en Carlos I a un impostor.
Todo eso iba constituyendo fuertes raíces para el rompimiento entre Oriente y Occidente. Recuérdese que con Carlo-Magno el cesaropapismo recibió un fuerte espaldarazo, si tenemos en cuenta que él, basándose en el libro "De Civitate Dei" (La Ciudad de Dios), de Agustín de Hipona, consideraba su Imperio como un Estado divino, en el cual él era la cabeza.
De la concepción de estos poderes, el imperial y el papal, aliados pero en el fondo opuestos e impulsados por sus respectivas ambiciones, se desprende la variabilidad de su conflictiva coexistencia. ¿Quién manda en la cristiandad hecha Estado? ¿Quién manda en el Imperio, si tras el emperador existe un poder papal que corona los emperadores de Occidente?
Los territorios de los Estados Pontificios fueron generosamente ensanchados con la donación que Carlo-Magno le hiciera al papa Adriano (772-795), aumentando la hegemonía papal sobre Occidente del continente europeo. Cuanto más incrementaba el papa romano su poder temporal y jurisdiccional, tanto más menguaba su carácter espiritual, pues era tanta la desorientación reinante y el desconocimiento de la economía de Dios, que la vida religiosa llegó a ser controlada por el poder civil, y el nombramiento de arzobispos por parte de Carlo-Magno y sus sucesores degeneró en que surgieran iglesias feudales y arzobispales.
De ahí que los obispos comenzaron a buscar la manera de sacudirse de aquellas ingerencias seculares, y apelaron a Roma; pero se tropezaron con que aún en el siglo IX Roma carecía de los instrumentos jurídicos adecuados para respaldar esa posición, pues aún no estaba clara la jurisdicción de Roma sobre las demás iglesias del Imperio.
Pero los genios del romanismo resolvieron remediar eso inventándose unos falsos documentos llamados históricamente "Fraudes píos" o "Donaciones pías", o "Pseudo-Decretales" llamadas isidorianas, dentro de los cuales se encontraba la "Donación de Constantino"*(1), por medio de los cuales el papa romano tenía perpetuo derecho sobre la ciudad de Roma y todas las provincias, distritos y ciudades de Italia y de Occidente.

*(1) Remito al lector a mi libro "La Iglesia de Jesucristo, una perspectiva histórico profética", capítulo IV, Tiatira. Allí encontrará más amplia información sobre los famosos fraudes píos.

El objetivo principal de estas fábulas tenidas por documentos auténticos, era asegurar la posición de los obispos y del clero, guardándolos de la intromisión de los laicos; pero los mismos obispos que habían apelado a Roma y habían aceptado los fraudes píos, tarde ya se dieron cuenta que habían sido víctimas de su propio invento, pues el terrible yugo impuesto por Roma, resultó peor que el de los reyes y príncipes feudales.*(2)

*(2) El poeta italiano Dante Alighieri, aun desconociendo la falsedad de estos documentos, dice en su famoso libro La Divina Comedia, "Infierno", canto XIX: "¡Ah, Constantino! ¡A cuántos males dio origen, no tu conversión al cristianismo, sino la donación que de ti recibió el primer papa que fue rico!"


Estos obispos ignoraban el poder absoluto de los papas, lo cual halló legitimación en las falsas Decretales, estableciéndose definitivamente la supremacía espiritual y temporal de los papas sobre todos los obispos y gobernantes seculares de la cristiandad, convirtiéndose así Roma en el verdadero centro de la cristiandad medieval.


Antecedentes

La emperatriz Teodora, a la sazón regente de su hijo Miguel III, nombró a Ignacio como patriarca de Constantinopla; pero la integridad moral de éste chocaba con las maniobras y la conducta de los cortesanos, en especial con Bardas, el desenfrenado tío del monarca, a quien Ignacio negó la comunión, suceso por el cual fue destituido el patriarca en el año 858, y reemplazado por Focio, un noble elevado al rango patriarcal desde el cargo civil de canciller imperial; para lo cual, en una semana escaló todos los cargos jerárquicos eclesiásticos. Como consecuencia se dividió el clero bizantino entre partidarios de Ignacio y partidarios de Focio, con las consabidas persecuciones y destituciones de los obispos amigos de Ignacio, circunstancia que llevó a reunir un sínodo en Constantinopla en el año 861, a fin de esclarecer las cosas, al cual asistieron representantes del obispo de Roma.
Aunque Focio tuvo eventualmente el apoyo romano para permanecer en el cargo, sin embargo tenía muy presente que debía encararse con las pretensiones del papado. Para ese tiempo las rivalidades entre Roma y Bizancio, con sus poderosas y atractivas influencias religiosas, rituales y políticas, ya parecían irreconciliables. Focio fue repudiado y condenado por el papa Nicolás I (858-867) y un sínodo romano del año 863, papa que apelaba a las falsas Decretales Isidorianas para imponer su soberana voluntad. El emperador seguía respaldando a Focio, y a su vez convocaron un sínodo en Constantinopla en el año 867, que bajo la presidencia de Focio, condenó a Nicolás I, acusándolo sobre todo de falsificación del credo niceno, aduciendo que los latinos habían introducido en el Credo la palabra "Filioque" (y del Hijo), en el sentido de que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.
Pero las cosas dieron un vuelco en Bizancio, pues Focio, ya sin sus amigos más influyentes en la corte, se vio obligado a renunciar debido a que emerge Basilio el Macedonio (867-886) y llega al poder imperial tras asesinar a Bardas y más tarde a Miguel III, volviendo Ignacio a la sede patriarcal.


El concilio

Basilio, el nuevo emperador, se puso de acuerdo con el nuevo papa, Adriano II (867-872), a fin de convocar un concilio, pero con la condición papal de que los legados romanos presidieran las sesiones; pero lo más grave del asunto fue que el papa exigió que toda la asamblea conciliar firmase un escrito suyo, el "Liber satisfaccionis", el cual confirmaba el primado de la sede romana.
Con escasa asistencia, este concilio inició sus reuniones el 5 de octubre del 868 hasta el 28 de febrero del siguiente año, en la basílica Hagia Sophía (Santa Sofía). Sus principales acuerdos se pueden resumir en los siguientes:
- Fue condenado Focio, en su presencia.
- A la tradición eclesiástica y dichos patrísticos les fue concedido la misma autoridad que la Palabra de Dios transmitida por los Apóstoles.
- Fue ratificada la legitimidad del anti-bíblico culto a las imágenes, anatematizando al que no lo hiciera.
- Este concilio definió que ningún poderoso del mundo removiese de su sede a los patriarcas, principalmente al papa romano, y siguiendo el orden, a los de Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén.
- Establece, en el canon 21, la superioridad del concilio sobre el papa.
Como vemos, la convocatoria, desarrollo y acuerdos de este concilio tienen un trasfondo eminentemente secular. El hombre, al apartarse cada día más de Dios, por muy eclesiástico que sea, como muy representante de Dios que pretenda ser, actúa impulsado por su naturaleza caída; y de ahí que, sin la intervención de la voluntad de Dios y muy lejos de los principios bíblicos, nombren y condenen muchas veces a un patriarca Focio, tengan la autoridad de la Palabra de Dios a la par que los dichos y tradiciones de los hombres, se olviden de adorar a Dios y obliguen a los demás bajo anatema a adorar a las imágenes, y cuiden de que nadie los deponga de sus encumbrados puestos, cargos de alcurnia inventados por los mismos hombres.
Por la Palabra de Dios, sabemos que el Señor aborrece el nicolaísmo. "Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco". Le dice a la iglesia en Éfeso en Apocalipsis 2:6, cuando los nicolaítas empezaban a obrar, pero luego vemos en el versículo 15, que esas prácticas se habían convertido en doctrina, y el Señor le dice a la iglesia en Pérgamo: "Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco". Desafortunadamente el nicolaísmo continuó hasta nuestros días y se ha vuelto un cáncer en la cristiandad moderna.


Rompimiento entre Oriente y Occidente

A pesar de haber sido anatematizado, Focio logró la amistad con el nuevo emperador y con Ignacio, a quien sucedió en la sede patriarcal de Constantinopla después de la muerte de éste en 877; y para que su persona fuese totalmente reivindicada, convocó un nuevo sínodo en Constantinopla. El papa Juan VIII (872-882), envió representantes a este sínodo, y reconoció a Focio, a cambio de que los misioneros bizantinos abandonaran Bulgaria en favor de los de Roma.
Este sínodo reconoció a Focio como legítimo patriarca bizantino. Los legados papales repudiaron la actitud que había tomado el anterior papa Adriano II respecto de Focio; pero se inició un irreversible divorcio entre la cristiandad oriental y la occidental, más si se tiene en cuenta que las "Decretales pseudo-isidorianas" fueron impugnadas en Oriente desde un principio. Después de eso siguió un pujante desarrollo de la cristiandad oriental con su expansión en Bualgaria, Rusia, los países Balcanes, y hasta en el sur de Italia, frente a una cristiandad latina temporalmente languidecida, debido al embate de los musulmanes y la debilidad de su aliado, el imperio carolingio de los francos; de manera que sobrevino la ruptura formal entre Roma y Constantinopla ya entrado el siglo XI.
Todas esas rivalidades y celos se habían consolidado en tiempos del papa León IX (1048-1054), mientras que en Oriente el patriarca era Miguel Cerulario, quien se opuso a Roma. Por un lado el papa ataca las costumbres del clero oriental, sobre todo porque se casaban, en tanto que Cerulario era un celoso defensor de la libertad de la Iglesia, tanto frente al Estado como del papado romano. Esto le valió el destierro y la muerte. Además de las que hemos venido insistiendo a lo largo de los capítulos anteriores, las causas de la ruptura total y definitiva de las cristiandades bizantina y la latina, no obedecen histórica y teológicamente a causas fundamentales, de peso, sino a rudimentarios pareceres y nimiedades, tales como que el clero occidental se afeitaba la barba y los popes orientales no, asuntos sobre el día de ayuno, el comer ciertas carnes, el uso del pan ácimo en la eucaristía, y otras cosas por el estilo.
Como Cerulario se negara a aceptar el primado romano, basado en la espuria "Donación de Constantino", el papa León IX envió a Constantinopla una bula de excomunión, la cual fue colocada en el altar de la Basílica de Santa Sofía, el 16 de julio del año 1054. Con este gesto, Roma renuncia a la hasta ahí verdadera expresión de catolicidad de la Iglesia, e inaugura la época de catolicidad romana. Como respuesta, Miguel Cerulario y con él la cristiandad oriental, al año siguiente celebraron un sínodo que se encargó de excomulgar a su vez al papa León IX; y cada una de esas facciones de la cristiandad mutuamente se siguieron considerando cismáticas. Téngase en cuenta que Miguel Cerulario también abrigaba serias aspiraciones de un papado oriental. Esa mutua excomunión de esos jerarcas del catolicismo romano y la ortodoxia oriental protocolizó lo que históricamente se conoce como el Cisma de Oriente, división que perdura hasta hoy, y que ha causado hasta derramamiento de sangre.


Otras consecuencias

Pese a todas las dificultades, controversias, errores y bajezas, hasta aquí se había buscado el entendimiento y la unanimidad en el reconocimiento de los concilios ecuménicos que de alguna manera expresaban la vida de la Iglesia universal antigua. Después del rompimiento definitivo, ya en plena Edad Media, Roma sólo tiene como ecuménicos sus propios sínodos; de manera que los que siguen los continuamos comentando con esa salvedad, debido a que revisten especial interés por el proceso general de corrupción de la verdad evangélica, y por el desarrollo de la cristiandad occidental que nos atañe a todos. La palabra profética en la Biblia misma nos describe cómo se prostituyó el pueblo de Dios con los gentiles, y vemos en la historia cómo Dios empieza a trabajar para restaurar a Su Iglesia a partir de la Reforma. Todos los concilios tenidos por Roma como ecuménicos repercuten aun dentro del protestantismo, y al analizarlos se esclarecen las raíces, causas y orígenes de muchas de las prácticas que el pueblo tiene como auténticas de Dios, dentro y fuera del catolicismo romano.
Por otra parte, en los momentos actuales el proceso de restauración de la Iglesia bíblica trasciende los límites del protestantismo histórico, pues éste no alcanzó a llenar las expectativas bíblicas de la auténtica Iglesia del Señor Jesucristo; de manera que fue apenas un eslabón. Hace ya casi dos centurias que el Señor sacó del protestantismo un cristianismo de vanguardia, que expresa la auténtica comunión y unidad del Cuerpo de Cristo, donde sólo Él es la Cabeza.
Nótese que hasta aquí, todos los concilios ecuménicos fueron realizados en Oriente, cuya cristiandad quiere ser la guardiana de la fe antigua, la ortodoxa; no así Roma, llena de cartas y escritos papales, con sus falsas decretales a bordo, que le dieron al papado las bases canónicas para erguirse durante siglos sobre toda la cristiandad occidental; de manera que seguimos hablando del desenvolvimiento de una cristiandad en la cautividad babilónica, donde todo estaba impregnado de lo romano, desde la cual Dios siguió trabajando para sacar a Su Iglesia del cautiverio.
Entonces a partir de aquí entramos plenamente en el período católico romano, pues Roma, libre ya de toda crítica y oposición, con un respaldo político diferente del emperador de Constantinopla, como lo es el de los emperadores carolingios de los francos, se encontraba ya en pleno poder y facultad para desarrollar una monarquía universal del papado romano. Ahora la cristiandad occidental pierde su sentido católico, girando hacia lo romano. Con el tiempo en Occidente se confunde lo católico con lo romano, y todo viene a girar alrededor de un personaje que, entre sus muchos títulos, se ha arrogado el de "Vicario de Cristo", y la gente se lo cree, pues en esa época, mucho más que ahora, se ignoraba en general el contenido bíblico del evangelio y muy poco se sabía de la persona del Señor Jesús, de Su obra, de Su ministerio, de lo que ha hecho por nosotros, de que el verdadero Vicario de Cristo es el Espíritu Santo. Pero el Señor ha estado trabajando incansablemente para restaurar las cosas. La construcción de la casa del Señor ha seguido su curso; y oportunamente el Señor empezó a levantar apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, que edificaran a los santos "para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo".

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