sábado, 30 de diciembre de 2006

Cap. 20B: CONCILIO VATICANO I - Segunda parte.

CONCILIO VATICANO I
(Segunda parte)


Infalibilidad pontificia.
El principal asunto debatido por este concilio fue la infalibilidad papal. Esta herética doctrina católica romana enseña que cuando el papa habla ex cathedra está libre de error cuando se refiere a asuntos de fe y moral, habiendo sido iniciada por Pío IX (1846-78). Esta doctrina del sistema católico romano fue aprobada y definida por este concilio como un dogma de fe, aunque no pocos obispos se declararon contrarios a él, y se resume lo aprobado así: El romano pontífice, con la asistencia divina que recibe, goza de la infalibilidad, prometida por Cristo a su iglesia, cuando habla ex cathedra, como pastor y maestro universal de la "iglesia", en virtud de su autoridad apostólica, al definir una doctrina que debe ser tenida por verdadera por la "iglesia"; lo cual hace que las definiciones del papa sean irreformables, pero sólo en materia de fe y de costumbres. Aunque esta potestad puede ejercitarla el papa por sí solo, muchas veces lo hace a través de los concilios ecuménicos, los cuales no pueden desaprobar esas "infalibles definiciones papales". La infalibilidad papal es una consecuencia y necesidad de su primado.
El documento que define la infalibilidad papal es la «Constitución Dogmática sobre la Iglesia», más conocida como Pastor æternus. Esa parte de la constitución Pastor æternus dice:
"Es un dogma divinamente revelado que el Pontífice Romano, cuando habla ex cáthedra, eso es, cuando en el cumplimiento de su oficio de pastor y doctor de todos los cristianos, por virtud de su suprema autoridad apostólica define una doctrina acerca de la fe y moral para ser sostenida por la iglesia universal, por el divino auxilio a él prometido en Pedro bendito, es poseedor de aquella infalibilidad con la cual el divino Redentor quiso que su iglesia fuese dotada para definir doctrina acerca de la fe y la moral: y que por lo tanto tales definiciones del pontífice romano son por sí mismas irreformables, y no del consentimiento de la iglesia".
Los obispos conciliares estaban divididos en torno al tema central del concilio, la infalibilidad papal, tanto que la prensa internacional difundió la noticia acerca de esos dos bandos antagónicos. Además de muchos de la intelectualidad católica romana, entre ellos eminentes historiadores y teólogos, muchos obispos católicos se opusieron en este concilio a declarar dogma la doctrina de la infalibilidad papal, y uno de ellos fue José Strossmayer, obispo de Dirmio y Bosnia, argumentando el hecho de que muchos papas en la historia habían sido contrarios y contradictores de otros papas, contradiciéndose entre sí, envueltos en inmoralidades, luchas e intrigas, narrando el famoso y curioso juicio y condenación del papa Formoso por parte de su colega Esteban, después de haber transcurrido ocho meses de haber muerto el enjuiciado, haciendo para ello desenterrar el cadáver. Se cuenta del ambicioso papa Formoso, muerto en 896, que al año siguiente su cadáver fue sacado del sarcófago por orden de su sucesor para ser sometido a juicio ante un concilio, condenado, despojado de sus vestiduras (pues para ello el cadáver fue vestido con las vestiduras papales), echado en una tumba profana y más tarde tirado al Tiber por el populacho, de donde fue rescatado y sepultado por un ermitaño. Pocos meses después otro papa, Juan X, amigo de Formoso le dio honorable sepultura entre las tumbas de los antiguos pontífices romanos e hizo que un sínodo rehabilitara a su difunto amigo y cambiara en sentido contrario las anteriores actas condenatorias a Formoso, contradiciendo así a Esteban. ¿Cuál de todos ellos tuvo la razón? Al final del presente libro aparece un apéndice con todo el discurso pronunciado por el obispo José Strossmayer ante la asamblea en pleno del Concilio Vaticano I.
Durante este concilio, concretamente el 9 de enero de 1870, fue proclamado: "El papa es Cristo en oficio, Cristo en jurisdicción y poder... nos postramos ante vos, oh Pío, como la voz de Cristo, el Dios de la verdad. Al afianzarnos en ti, nos afianzamos en Cristo". ¡Comparar al papa con Cristo! ¡No puede haber dos personas tan opuestas!
Los obispos italianos fueron nombrados para establecer una monstruosa mayoría. La mayoría de los prelados que votaron a favor de la infalibilidad, fueron comprados, unos elevándolos al obispado, sus pasajes y viáticos corrieron por cuenta de las arcas papales, constantemente eran objetos de condecoraciones y regalos especiales. Sesenta y un prelados contrarios a esta definición dogmática se marcharon de Roma antes de la sesión de aprobación, y en la votación no hubo unanimidad moral. Pero fue aprobado el 18 de julio de 1870, dos meses antes de que el papado perdiera los Estados Pontificios, terminando así el poder temporal del papado.

Definiciones. Antes de analizar y rebatir sobre este asunto, es necesario definir algunos términos relacionados con la pretendida infalibilidad papal:
Dogma. Se dice que es una verdad revelada definida solemnemente y que no admite contradicción, contraponiéndose así al método exegético. El concilio de Trento consideró dogma una regla fija, una verdad segura, y el término se aplicó entonces incluso a las tradiciones del sistema católico romano y a su particular disciplina eclesiástica. Para el concilio Vaticano I, los dogmas son la proclamación auténtica, autoritativa e infalible de la Palabra de Dios por parte de la jerarquía eclesiástica y la determinación de una verdad revelada concreta. La fe en un dogma no se refiere únicamente a su contenido conceptual, sino también, y en primer lugar, al misterio inexpresable de la misma realidad salvífica que alcanzamos a través del concepto. En sentido estricto, el objeto de un dogma es la realidad salvadora.
Ex cathedra, (que significa, desde la cátedra, asiento alto del maestro) se refiere a cuando el papa enseña a todos los católicos, o define verdades y doctrinas pertenecientes a la fe o a las costumbres, haciéndolo desde la cátedra, asiento o silla supuestamente construida por san Pedro, o sea, desde su posición o dignidad de romano pontífice, supuestamente sucesor de san Pedro. De esa cátedra o silla de Pedro dice Bowers en su Historia de los papas: "Hasta 1662 tenían los romanos la creencia de que el apóstol había hecho construir esta silla. Y esta silla en la que se suponía se había sentado Pedro, fue expuesta al público para que la venerara... en el festival de la silla. Pero desdichadamente, mientras se limpiaba para situarla en algún lugar del Vaticano, aparecieron en ella las doce obras de Hércules". Esta afirmación es corroborada por la Enciclopedia Católica.
El término «ex cathedra» no se halla en la Biblia, ni fue usado por ninguno de los llamados Padres de la Iglesia; es sencillamente un acomodo inventado para poder darle cierto viso de credibilidad al "dogma" de la infalibilidad. Pero ni los mismos teólogos católicos romanos más versados saben cuándo el papa habla «ex cathedra» y cuándo no; pues se supone que todo lo que el papa romano habla, lo hace en cuanto romano pontífice, pues su persona está ligada a su oficio. ¿Cómo sabe el católico romano cuándo este personaje habla infaliblemente? ¿Quién se lo garantiza? ¿Será que en la historia todos los papas que han cometido errores garrafales en sus definiciones, no han hablado «ex cathedra»? ¿Cuántas decisiones papales han sido palpablemente erróneas? Se sabe que en los archivos de documentos históricos reposan muchas encíclicas, decretos, bulas, con definiciones papales que han sido desmentidas y rebatidas a su vez por otros papas y por concilios, y sobre todo por la voz autoritativa de las Escrituras, las cuales desmienten a la institución misma del papado romano, como algo que Dios condena. Por ejemplo, ¿serán inspiradas por el Espíritu Santo, en contra vía de las Escrituras, definiciones dogmáticas tan extrañas a la Palabra de Dios y contrarias a la verdad revelada, como la de la Inmaculada Concepción de María, y más tarde la Asunción de María?
Infalible, que no puede engañar ni engañarse; seguro, cierto, indefectible, que no se equivoca.
Lo de esa decisión infalible papal «ex cathedra» es ni más ni menos una argucia de los teólogos infalibilistas, en que ni ellos mismos se han puesto de acuerdo para definirla. Por ejemplo, unos dicen que el papa es infalible cuando define algo para toda la iglesia y no necesariamente cuando define algo para parte de la misma. Otros dicen que es infalible cuando decide sobre doctrina, pero no en asuntos personales; otros dicen que es infalible cada vez que abre la boca.

Consideraciones históricas.
Empezamos citando la afirmación bíblica cuando dice: "Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso" (Romanos 3:4). Allí no dice si hay alguna dignidad que lo exima de esta verdad de Dios. El catolicismo romano está edificado sobre muchas capas de falsificaciones y fraudes. En el año 503, a Ennodius, diácono y secretario del papa Símaco, se le ocurrió la peregrina invención de que los Papas heredan inocencia y santidad del apóstol Pedro; noción que después fue hecha doctrina por alguna decretal pseudo-isidoriana, inventando para ello dos sínodos romanos que supuestamente la aprobaron y suscribieron. Esta doctrina era indispensable para que la infalibilidad papal fuese más firmemente creída.
Es curioso que antes de que el papa definiese el dogma de su propia infalibilidad en 1870, el sistema romano declaraba que esta doctrina era un invento de los protestantes "repugnante a nuestra fe". Citamos un ejemplo: Un catecismo escrito por el sacerdote Esteban Keenan, en tres ediciones anteriores a 1870, y con la aprobación (Imprimatur) de cuatro obispos católicos, decía (página 112):
«Pregunta: ¿No deben creer los católicos que el Papa es en sí mismo infalible?
Respuesta: Esto es una invención protestante; no es un artículo de la fe católica; ninguna decisión suya puede obligar, bajo pena de herejía, a menos que se reciba y esté garantizada por todo el cuerpo docente; es decir, el conjunto de los obispos de la Iglesia».

Después del concilio Vaticano I, el mismo catecismo dice lo contrario, así:
«Pregunta: ¿Qué creen los católicos en relación con la infalibilidad del papa?
Respuesta: Que la cabeza visible de la Iglesia en lla tierra, recibió de Cristo la misma prerrogativa de Infalibilidad, como cosa necesaria, y perfectamente a la Iglesia por institución divina.
Pregunta: ¿Cuáles son las palabras exactas de la definición de la Infalibilidad Papal pronunciadas por el Concilio Vaticano del año 1870 y que obligan a todos los cristianos?
Respuesta: Adheridos fielmente a una tradición recibida desde los mismos orígenes de la fe cristiana, que por la asistencia divina prometida a él en la persona de Pedro, cuando habla ex catedra, el Romano Pontífice goza de aquella misma Infalibilidad con la que el Divino Redentor quiso que su Iglesia estuviera provista en sus definiciones sobre fe y moral».
*(1)
*(1) Citado por José Grau, op. cit., Tomo II, pág. 743.

La infalibilidad papal es el asunto considerado como el "dogma" más reciente en el romano papismo. Pero debemos tener en cuenta algunas consideraciones históricas frente a estas antibíblicas pretensiones de infalibilidad papal. Estas consideraciones históricas en torno a este delicado tema lo relacionamos siguiendo un orden cronológico y lo más coherente posible:
Por ejemplo, ninguno de los llamados padres de la Iglesia tuvo al obispo de Roma como maestro infalible. Cipriano, obispo de Cartago y mártir del tercer siglo, declaró que ningún obispo, incluyendo el de Roma, debería exaltarse como obispo de obispos, y, al igual que Agustín de Hipona, con muchos obispos africanos resistieron a las decisiones en materia eclesiástica del obispo de Roma, y eso les acarreaba a menudo conflictos. Esto nos muestra que en esa época no existía ni cátedra de Pedro, ni primado de Pedro, ni episcopado universal romano. Hay registros que atestiguan que muchos grandes doctores del catolicismo romano de todas las épocas han negado la infalibilidad papal, e históricamente se sabe que más de una vez los mismos papas han caído en contradicciones y herejías sobre cuestiones de fe y de moral.
El papa Zósimo aprobó el pelagianismo de Celestio. El papa Juliano declaró ortodoxo el sabelianismo de Marcelo de Ancira.
El papa Vigilio se contradijo tres veces en relación con una cuestión de fe. Primero se opuso al edicto imperial por el cual en 544 el emperador Justiniano condenó "los tres capítulos", incluyendo los de Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro e Ibas de Edesa, acerca de las dos naturalezas comprendidas en Cristo, asunto asociado con el nombre de Nestorio. Luego Vigilio expidió un Iudicátum condenando independientemente los escritos que habían sido anatematizados por el edicto imperial. Pero el Iudicátum fue censurado por muchos obispos de Galia, África del Norte, Escitia, Dalmacia e Iliria, dado que comprometía al concilio de Calcedonia, y en el año 550 Vigilio lo retiró. En el llamado quinto concilio ecuménico de Constantinopla, en 553, fue borrado el nombre de Vigilio de los registros de los obispos y el emperador mismo lo desterró, pero Vigilio fue librado del destierro al concederle legitimidad al concilio convocado por el emperador.
Honorio I, después de muerto, en 680 en el concilio de Constantinopla III, fue declarado hereje e impío, y condenado como monotelista (de mono, uno, y el griego thélein, querer), herejía que afirmaba que en Cristo hay dos naturalezas, pero una sola operación y una sola voluntad (thelema). «Durante siglos a cada nuevo papa que asumía el cargo se le exigía mediante juramento que declarara que Honorio había sido un hereje y el concilio había actuado correctamente al condenarlo. Sin embargo, él también sigue en la lista oficial de los sucesores de Pedro».*(2) En esa ocasión fueron anatematizados otros herejes monotelistas como Teodoro, Ciro y Sergio. El papa León II confirmó esas actas de condenación; anatematización ratificada en el séptimo concilio (II de Nicea). El papa Martín I en el año 649 en un sínodo que convocó en Roma se declaró a favor de dos voluntades en Cristo, por lo cual fue llevado preso a Constantinopla por orden del emperador Constante II, tratado cruelmente, y desterrado a Crimea, donde murió.
*(2) Dave Hunt. Una Mujer Cabalga la Bestia. Harvest House Publishers, 1994. Pág. 123.

El papa Gregorio I (590-604) rechazó el título de obispo universal por considerarlo pagano, profano, supersticioso, orgulloso e inventado por el primer apóstata, y declaró que quien se hace obispo universal se convierte en precursor del anticristo. En cambio su sucesor Bonifacio III se hizo dar el título de obispo universal por el emperador Focas. El papa Adriano II (867-872) declaró válido el matrimonio civil, pero Pío VII (1800-1823) lo condenó como no válido.
Se registra que en los años 879-880 se reunió en Constantinopla un concilio de mucha asistencia bajo la presidencia de Focio, patriarca de Constantinopla. Asistieron legados del papa Juan VIII, como también los representantes de los patriarcas de Jerusalén, Antioquía y Alejandría, los cuales reconocieron a Focio como el legítimo patriarca y canónicamente elegido, pues Focio había sido un distinguido erudito y de una eminente familia bizantina, y siendo un oficial civil había sido hecho patriarca en reemplazo de Ignacio (hijo de un emperador bizantino), pero muchos prelados se habían sublevado contra Focio, no reconociendo sino a Ignacio. El papa Adriano II, en un sínodo reunido en Roma en 869 había decidido en contra de Focio y a favor de Ignacio, pero en este concilio de Constantinopla la condenación de Adriano II contra Focio fue repudiada por el representante de Juan VIII. Este papa romano, aunque reprendió a Focio por su falta de humildad, confirmó su reinstalación a cambio de que fuesen retirados de Bulgaria los misioneros bizantinos. Por el momento la controversial desavenencia entre las alas occidental y oriental del cristianismo ortodoxo se subsanó técnicamente, no obstante continuaban las diferencias y pronto se verían de nuevo resurgidas.
El papa Juan VIII, muerto en 882, fue envenenado por sus mismos asistentes, y como la ponzoña tuviese un efecto demasiado lento, decidieron romperle el cráneo a martillazos.
Después del año 904, el papado fue manejado durante más de una generación por una familia romana, entre cuyos miembros se mencionan a Teofilacto, su hija Marozia, Alberico el esposo de ésta, y Alberico el joven, hijo de ambos. De esta familia se cuenta por ejemplo que Juan XI, papa entre 931-935, era hijo bastardo de Marozia y el papa Sergio III (904-911). También se cuenta que Juan X, papa entre 914-928, cayó de la gracia de Marozia por haberse opuesto a que ella al enviudar se casara con Guy, Marqués de Tuscana, por lo cual ella hizo que el hermano del papa fuese asesinado ante los papales ojos de su propio hermano, y luego hizo que Juan X fuese encarcelado y muerto. En el año 932, el joven Alberico hizo que Marozia, su madre, fuese encarcelada junto con el papa Juan XII en el castillo de San Angelo, y en consecuencia quedó en libertad de seguir poniendo sus propias fichas sobre el trono de los romanos pontífices.
Pascal III y Eugenio III (1145-1153) autorizaron el duelo a muerte entre contrincantes, mientras que Pío IV (1506) y Julio III (1509) lo prohibieron.
En la primera mitad del siglo XIV, el franciscano Guillermo de Occam abogó porque la Iglesia fuese independiente del estado y que no fuese necesario que el pontífice romano confirmara la elección del emperador, y en cambio el papa debía estar sujeto al emperador en asuntos seculares. Insistió asimismo en que el papado romano no era una forma de gobierno necesaria para la Iglesia. Aun se fue más lejos al declarar que la Biblia no enseña que Cristo asignara a Pedro la dignidad de príncipe de los apóstoles; enseñando, además, que solamente la Palabra de Dios es infalible y que los pontífices romanos pueden errar y ser depuestos; incluso pueden errar hasta los colegios de cardenales y hasta un concilio general de la Iglesia.
Eugenio IV (1431-1447) condenó a Juana de Arco a ser quemada por bruja. En cambio, en 1919, Benedicto IV la declaró santa.
Los papas anteriores a Pío IX no se consideraban infalibles. Gregorio VI, Gregorio XIII y Clemente VI declararon que "de haber enseñado cosa alguna contraria a la fe católica, se retractan". Inocencio II dice que "los pecados que él haya podido cometer contra la fe, pertenece a la iglesia juzgarlos". Adriano VI dice que los papas pueden equivocarse y que varios fueron herejes. Pablo IV confiesa que él y sus predecesores han podido equivocarse a veces.
Hay un dato curioso acerca de los orígenes de la infalibilidad papal. El gran medievalista Brian Tierney escribió en 1972 una minuciosa monografía titulada «ORÍGENES DE LA INFALIBILIDAD PAPAL (1150-1350). UN ESTUDIO SOBRE EL CONCEPTO DE LA INFALIBILIDAD, SOBERANÍA Y TRADICIÓN EN LA EDAD MEDIA».
"Su tesis resultaba sensacional: llegaba a la conclusión de que la doctrina de la infalibilidad del papa no pertenece al depósito tradicional de la fe, ni tiene sus raíces en el Nuevo Testamento - como declaró solemnemente el Vaticano I- sino que fue más bien una idea de Pedro Olivi, franciscano italiano del siglo XIII, hombre neurasténico y sospechoso de herejía. Posteriormente, los «franciscanos espirituales» hicieron uso de esta idea de Olivi para poder definir como dogma de fe, definido por un papa -y por lo tanto como verdad irreformable- su concepto radical de la pobreza, aceptado años antes por el papa Nicolás III, y atacado implacablemente por uno de sus sucesores, Juan XXII. Este papa, reaccionando enérgicamente, condenó en 1324, mediante una bula pontificia, la doctrina franciscana de la infalibilidad papal propuesta por Olivi; doctrina que estigmatizó como «pestífera, producto de la ofuscación mental provocada por el diablo, padre de la mentira». A pesar de que Juan XXII tenía enemigos encarnizados, a ninguno se le ocurrió levantar la más leve protesta contra esta condena. El papa, como buen canonista que era, la supo argumentar totalmente de acuerdo con las ideas teológicas aceptadas comúnmente en la Edad Media. Pero la bula antinfalibilista de Juan XXII quedó al margen de las grandes colecciones del Derecho Canónico medieval, y de ahí que pasara por alto a los amigos y enemigos de la declaración dogmática del Vaticano I".*(3)
*(3) José Grau, op. cit., págs. 1017 - 1018.

Consecuencias
Muchos valientes obispos, sacerdotes y laicos del catolicismo romano, se negaron rotundamente a ser aduladores del papa Pío IX, y a reconocer como revelación divina este dogma, aun a costa de su excomunión; y empezaron a ver al romanismo como una caricatura y apariencia externa de la verdadera Iglesia universal de Cristo.
El dogma de la infalibilidad papal le dio un golpe mortal a todo intento de reforma dentro del seno del catolicismo romano, y un freno a cualquier acercamiento ecuménico con otras facciones en que se encuentra dividida la cristiandad. A decir verdad, la infalibilidad papal le ha hecho más mal que bien a la Iglesia Católica. Tomemos por ejemplo, que una definición equivocada de un papa, ataría las declaraciones y definiciones de sus sucesores. Hablemos claro, no sólo el papa romano, ni siquiera la Iglesia (no hablo de algún sistema, incluido el católico, sino de la auténtica Iglesia de Cristo, Su cuerpo) puede jactarse de infalibilidad, pues la Iglesia debe sujetarse a la autoridad de Dios. El lenguaje de la Iglesia no es de jactancia sino de arrepentimiento, perdón y de enmendar errores, en una actitud de creciente humildad. Las religiones del mundo, aun las de la cristiandad, no quieren someterse a la voluntad de Dios, sino al contrario, manejarla a su antojo y ponerla a su servicio.
En el concierto de la cristiandad organizada, vemos en la Iglesia Católica Romana una secta bajo la dirección de un solo hombre, cuyos principales artífices han sido un León I, un Hildebrando, un Inocencio III y un Pío IX, con sus heréticos dogmas del primado e infalibilidad.

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